J.G.Cobo Borda: una implacable visión de nuestras debilidades por Harold Alvarado Tenorio |
Pocos fueron los estudios formales de J.G. Cobo Borda (Bogotá, 1948). Parece que intentó, con su metro y noventa y tres centímetros de estatura, estudiar derecho, filosofía, o lenguas modernas en variados lugares, pero abandonó todos esos inconvenientes para dedicarse de lleno a la literatura, a los viajes y al trato con personajes de su talla e incluso, mas altos que él, mientras gerenciaba la librería del señor Buchholz, en la Avenida Jiménez de Quesada con la Carrera Octava, a pocos pasos del lugar donde había caído asesinado Jorge Eliécer Gaitán, en Bogotá, el mismo año de su nacimiento. Cobo Borda es hijo de un abogado que luchó en la Guerra Civil española del lado de Azaña y su madre es prima hermana de dos grandes escritores de la posguerra, el novelista Eduardo y su primo el poeta Jorge Zalamea Borda. «Tendría que haber sospechado –dice Álvaro Mutis- que ese muchacho corpulento y rozagante, que me miraba buscar libros sobre Bizancio y Carlos V en los escondidos y polvosos saldos del sótano de la Librería Buchholtz en la Jiménez de Quesada, no era todo lo inocente que su voz infantil y la parsimonia que sus movimientos indicaban. Hubiera debido ver con mayor cuidado esa sonrisa que, con ojos y boca, anunciaba, o mejor, destilaba una visión implacable de nuestras debilidades más secretas, de nuestras flaquezas mejor camufladas. […] No, no supe ver otra cosa, en ese rostro sonriente, que el de un muchacho de buena familia bogotana, trabajando en sus vacaciones para mantenerse alejado del billar y de las tentaciones de la carrera 4ª, ya seculares en Bogotá. Buscando un libro de Brandi o de Schlumberger pasé por alto esa señal de peligro que me obsequiaba el azar». Sin maestros presenciales y sin infancia, Cobo Borda se educó a si mismo en los cines de barrio de los años sesentas, en las conversaciones semanales con los ancianos intelectuales que pasaban por su librería, en las habituales visitas a los poetas consagrados y las redacciones de los suplementos literarios y luego, cuando hizo parte de las tareas culturales de los gobiernos de Carlos Lleras Restrepo, Julio César Turbay, Alfonso López Michelsen, Belisario Betancur y Ernesto Samper, en las subsidiarias e ineludibles lecturas para redactar profusos estudios sobre los autores que interesaban a esas administraciones: mas de medio centenar de libros que ahora llevan su impronta de editor y antologista. Una vida consumida entre Escila y Caribdis: entre su admirado Jorge Luís Borges y el soporífero Germán Arciniegas, a quien consagró más de tres lustros de hipérboles y anacolutos. Harold Alvarado Tenorio (Buga, 1945), es el director de la revista Arquitrave. |