Antonio Gamoneda

Es extraño que yo tiemble aún

Es extraño que yo tiemble aún
como un instrumento de amor;

es extraño deducir aún amor en humedales tan ocultos, en agujeros tan equívocos que hasta los mendigos orinan
sobre cualquier sospecha de fructificación.

Yo penetré en tus huesos. Más allá de mi fuerza, más allá de la posibilidad
retumbé en tu vientre:
tantos días en ti hasta que tuve miedo;

tantas horas en ti hasta que tuve miedo;

tantos días hasta que comprendí que el miedo era el alimento de mi patria,
el conductor de mi espíritu hacia una vejez en que la
perdición es utilizada

como estiércol y la mentira trabajada hasta que hierve
dentro de la boca...

La juventud me ha abandonado en esta delación.

Crece sobre los pastos invernales

Crece sobre los pastos invernales.
Hacia los terraplenes del Torío,
crece sobre las huellas del pastor.
Los agrimensores alzan monedas cuyas leyendas
fueron borradas por el óxido,
tégulas referentes a las legiones de Galba,
campanillas azules como las venas bajo la piel amada.

De las carbonerías, la pobreza asciende a los edificios
aptos para la proclamación del suicidio y los arroyos
retroceden como las víboras ante el incendio.

Es la pasión de las inmobiliarias.
Ah, como un monte, la melancolía crece en los pastos invernales.

Esta es la edad del hierro

Esta es la edad del hierro en la garganta. Ya.
Te habitas a ti mismo pero te desconoces: vives en
una bóveda abandonada en la que escuchas tu propio
corazón mientras la grasa y el olvido se extienden por tus venas y te calcificas en el dolor y de tu boca
caen sílabas negras.

Vas hacia lo invisible
y sabes que es real lo que no existe:
la oquedad más allá de tu pensamiento.

Retienes vagamente tus causas y tus sueños
(la humedad, las canciones, el olor de los suicidas).
Te alimentan la ira y la piedad
en una caja fría.

Queda poco de ti: uñas
y sombras de recuerdos.

Piensas la desaparición y esta es
la última ebriedad. Aun suavemente
recorre tus cartílagos y la tiniebla cerebral y el hígado
alimentado por la pena.

Esta es la edad del hierro en la garganta, del nudo en el espíritu.
¿Quién eres?

¿Quién va a morir en ti?

Va a ser la hora de la luz y ya
todo es incomprensible: tú
amas aún cuando has perdido.


Antonio Gamoneda (Oviedo, 1931) vive en León desde los años treinta. Coetáneo de los poetas de la llamada Generación del cincuenta, a la que pertenecen Carlos Barral, Ángel González, José Manuel Caballero Bonald, Jaime Gil de Biedma y Francisco Brines, entre otros, Gamoneda ha recibido el reconocimiento internacional gracias a las numerosas traducciones que de su obra se han hecho. Ha recibido los premios Castilla y León y el Nacional de Literatura. Entre sus libros figuran León de la mirada, 1979; Blues castellanos, 1982; Edad, 1987; Libro del frío, 1992; Libro de los venenos, 1995; El cuerpo de los símbolos, 1997; ¿Tú? (en colaboración con Antonio Tapies), 1999.

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