La soledad de los obispos
(Tríptico)
1
Junto a la catedral
apalabran las putas
transacciones carnales.
Y en un rincón en sombra,
bajo los arbotantes,
practican la coyunda.
2
En capillas guardadas
por hierros bien labrados,
los panteones conservan
los huesos de los cónyuges
de sangre azul,
ya en polvo.
Sobre sus losas frías,
genuflexos y orantes,
(o mirando yacentes
las vidrieras),
inmóviles los cuerpos,
un poco consumidos
por la lepra del tiempo.
Un perro fiel dormita debajo de sus pies.
3
Y los obispos, solos.
Memorial de visitantes
Aquí, en el Norte, en este paraíso natural,
suele lucir el sol algunas veces
en los meses de estío.
Entonces nos visitan europeos
(de tez en general blanquirrojiza):
bajan del Septentrión y arriban silenciosos
para amarrar sus yates;
pero emprenden muy pronto, en busca de más sol,
su ordenado periplo de hombres rubios.
(En la dársena quedan flotando las compresas,
las latas de cerveza,
boquillas con carmín
de rubio americano,
algún condón marchito,
la cáscara de un plátano... )
Al final del otoño, o ya entrado el invierno,
llegan a la ciudad
y aguadañan el aire de la tarde
presurosas bandadas de estorninos,
de pluma negriazul y rojo pico.
Cuando el día clarea
por las salas etéreas hacia el campo se alejan,
picotean las últimas
manzanas
y vuelven, al ocaso,
dibujando en el cielo
sus fugaces graffiti.
Y, a pesar de los vanos artilugios
de tecnocetrería
que en las ramas más altas colgaron los expertos,
okupan como pueden
con agria chillería
en jardines y parques
las frondas de palmeras.
Cuando marzo marcea,
se alejan de esta tierra.
En invierno y verano, otoño y primavera,
Vienen los buhoneros
de la Europa oriental,
del Oriente remoto,
del ultramar hermano,
del África del austro...
Y salen por las noches
con linternas de láser,
relojes digitales, monederos de cebra,
tambores de camello,
ponchos de llama andina,
quenas de cañabrava.
Con manojos de rosas...
Y con los ojos llenos de triste lejanía.
Desastres naturales
Poned un poco de muerte cuantitativa-
mente relevante:
desastres naturales;
por ejemplo,
montañas derrumbadas,
huracanes con nombre de mujer,
terremotos,
algún río salido de su madre...
Acudirán las reinas
y las primeras damas
a besar a los huérfanos
o, si éstos son muchos,
a imponerles sus manos...
Antes en el aeropuerto, al pie de la escalera,
saludaron banderas,
osculearon anillos de amatista
de arzobispos,
y ofrecieron sus manos
al beso de los labios
del señor presidente,
y al beso de los labios de los doce ministros
y a las genuflexiones
de sus sendas consortes
reverenciales.
Cine
Por la pantalla iban
las sombras de otras vidas.
Todavía mi mano
conserva la memoria
del roce de tu mano
en la sala oscura. Francisco Álvarez Velasco (Cimanes del Tejar,1940), catedrático de Literatura en el Real Instituto de Jovellanos, creador de www.portaldepoesia.com, traductor y columnista del diario El Comercio, ha publicado Tiempo de maldición, (1979); Del viejísimo jugo de la tierra, (Gijón, 1988); La hiedra del silencio, (Madrid, 1993). y la traducción de poemas de Andityas Soares de Moura, Lentus in umbra, (Gijón, 2002).
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