Cláudio Willer

Poética

1

Entonces es eso
cuando encontramos que vivimos extrañas experiencias
la vida como una película pasando
o chispas saltando de un núcleo
no propiamente la experiencia amorosa
no obstante aquello que la precede
y que es aire
concreción cargada de todo:
la ciudad refluyendo hacia su hora nocturna y todos yendo a casa o señalando entonces encuentros improbables y absurdos, barullo de multitud circulando por el centro y por los barrios mientras las tiendas cerradas todavía tienen luz, los locos discurren por las esquinas, la unidad de la lluvia que aún no pasó, hasta el recuerdo mismo de la noche anterior en la alcoba revolviéndonos en caricias y además nuestro encuentro en la tibia oscuridad de un bar —hora confesional, descubriendo las capas sucesivas de lo que tiene que ver— donde la proximidad de los cuerpos confunde todo, palabra y beso, gesto y caricia
Todo grabado en el aire
y no lo hacemos por voluntad propia
sino por atavismo

2

La sensación de estar allí mismo
armonía no necesariamente cósmica
plenitud muy poco mística
pero simple proximidad
de la aberrante experiencia de vivir
algo como el calor
sentido al estar junto de una fragua
(tal vez debiera yo viajar, o mejor, ser llevado al viaje, acarrear todo junto, dejarse conducir consigo mismo)
al penetrar en el acuario opalino
(eso tiene que ver con estar juntos)
y sentir el mundo en la temperatura del cuerpo
mientras que allá afuera (lejos, muy lejos) todo es otra cosa
entonces
el poema es despreocupación

Poemas para leer en voz alta

2

Cuando el calor de la noche de verano
y la lluvia de la noche de verano
se encuentran
y son la misma corriente de vida al escurrir por nuestras arterias
entonces
nos reconocemos por las caricias
un arco iris se puede posar en la cabecera de la cama
una nube puede servir de cobija
un paisaje de sol naciente
en una playa empuntillada de tiendas de acampadores
se refleja en el lago luminoso de su vientre
la montaña con su ladera recubierta de matorrales
donde una vez nos extraviamos
entre nacientes de ríos
proyectan su sombra en sus quebradas
planicies removidas por el viento alisio
que atraviesa el continente, el universo
son nuestra imaginación febril

3

La colcha era verde
y la lámpara azulada
acostumbraban oír músicas lentas y suaves
hallaban que el estante repleto de libros tenía un aire solemne
y gustaban de eso
de cualquier cosa
que sugiriese un ambiente sobrenatural
eran rápidos, muy rápidos en sus juegos intelectuales
se servían en tazas desbordantes, burbujeantes
y todo era conversado con una cierta indiferencia
con la naturalidad de hace tanto tiempo
tenernos habituados a estar juntos, a quedar desnudos,
a besarnos en la boca
acostarnos sobre la colcha verde del sofá, a la luz azul de la lámpara
al lado del estante de libros erigiendo un clima de ritual
sugestión de cosa esotérica
seguro se miraban
y quedaban de volverse a encontrar otro día
(las noches pasaban presurosas)

4

Nuestros hábitos delicados y perversos
nuestras diversiones medio delincuentes, medio filosóficas
nuestros placeres íntimos y raros
las pláticas irisadas de memoria
gestos poco a poco entrelazándose
en la plenitud de la familiar desnudez
mientras nos íbamos transformando
en los pulsantes personajes crepusculares
de nuestras historias
rodeados por un silencio vivo, un tiempo latente
de la noche recorrida
para no llegar a lugar alguno
durante el día
éramos simples mortales


Cláudio Willer (São Paulo,1940), poeta, ensayísta y traductor es autor -entre otros libros- de Anotações para um Apocalipse, (1964); Dias Circulares, (1976) y Jardins da Provocação, (1981). Los textos publicados pertenecen a su libro inédito Estranhas Experiências y fueron traducidos por Benjamín Valdivia.

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