María Antonieta Flores

1

Sardónico

¿qué hombre vendrá esta noche
a requerir mis sabios haceres?

gesto que encierro
hasta la llama de un incendio
agotada

¿quién vendrá y sabrá que mi piel ha sido sazonada
con especies ardientes y azúcares oscuros?

¿quién entenderá que la que aguarda
noche tras noche
es el cadáver de la derrota
que lleva un collar de perlas
justo un hilo
en el cuello
para los ejercicios de la seducción?

¿qué boca obrará hasta el gemido
y será dulce amarga ácida penetrante?

¿habrá alguno que entienda
que la sal no dejará su labor

su amorosa labor
de otorgar la larga permanencia
y que un día en el agua del recuerdo
irá apareciendo la apariencia
de lo que soñaste ser?

2

El día se desnuda
en la insistencia

cierras los ojos
y caminas hacia el mercado

los intensos olores

el viaje del deseo

el sol puede desprenderte la piel

el calor no deja que te olvides de tu cuerpo

3

Permanencia

las palabras se escapan a las piedras
sólo con su sonido de agua
con su relámpago encerrado
con su secreto que te habita

directas tus manos sobre el fuego
mirando el resplandor que te enceguece
la polvorada del camino labrando

escarbas el miedo y tu estar sola
ese sonido despojado de hojas secas
de pasos

anudas el amor y el deseo
para que viajen juntos por el río

deleitas el aire seco
juntas las manos

y ni siquiera llega el silencio

4

Pero te encuentras destejida
sin señales ni palabras
sobre el silencio de aquellos que te ignoran

amados

en terrores nocturnos

asilada en un lugar inexistente
te vigilan ojos asiduos a la sangre

eres una mujer cauterizada

y bajo la taza de té
tus palabras

5

Las ruinas de la violencia

¿en dónde se está quedando
tu desplazado corazón

y ese rumor obscuro que va rompiendo el silencio?

el amor
desnudo y a tres voces

tu cuerpo estremecido
roto en hallazgos

un deseo que cruza
en el imposible territorio de una carne malversada

querubines que dibujas en paredes viejas
escalas de jadeos

secuestrados los alivios
la mirada constante bajo amenaza de muerte

una larga lista de caídos

tu deseo se eleva a las altas montañas de santa fé de bogotá

camina por las plenas calles de lagos
se detiene en una residencial zona de la caracas del este

y en un rosario rojo desgrana la violencia

evoca el amor
se rasga en apetencias

ve el caudal que todo arrastra
las víctimas
el degüello

la sólida piedra de la destrucción

6

Siempre serán cuatro
te decía la mujer que lanzaba los huesos
para el porvenir

desde un tiempo muy viejo se han reunido
y hoy están desperdigados

eres un nudo, la oquedad que atrae lo lejano

ellos te han acompañado por siglos
por ellos has sufrido

ahora tu cuerpo es devastado erial
una súplica abierta que ningún dios escucha

aquí lo dicen los huesos cruzados en este extremo de la derecha
si escribes tu nombre en una piedra y la lanzas al río
regresarás
siempre atrapada

7

Vereda camarón

Pero ni toda esta odisea ni los violentos ni el olvido (...) harán que salgamos

De aquí somos, que no se nos olvide. Nos vamos a quedar, aunque sea solas

porque llevo la huella insensata del primer olvido
mientras insisto en las siembras

me han hecho escarnio
he sido

van esculpiendo mi cuerpo


María Antonieta Flores (Caracas, 1960), hizo estudios de maestría en literatura latinoamericana y se ha desempeñado como docente en el Instituto Pedagógico y la Casa de la Poesía de su ciudad. Ha publicado, entre otros, los libros de poemas El señor de la muralla (1991), Canto de Cacería ( 1995), Presente que no en ausencias (1995), Agar (1996), Criba de abril (1998), Los trabajos interminables (1998), La desalojada luz de la tarde (1999) e Índigo ( 2001), con el cual obtuvo el Premio Anual Fundación para la Cultura Urbana.

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