Carlos Jiménez Moreno

Amanecer sin cortinas.

A Perla.

El aire todavía liviano del día
libera con un sólo golpe de ventana
ll olor
el sudor
y el sopor de nuestros cuerpos.
La noche no tuvo pausa.
La inició la diáfana alegría del reencuentro
y la siguieron los cantos de Gardel
Andrés Falgás
Magaldi
imponiendo al más viejo de los bares
las penas del desasosiego y los aplazamientos.
La tercera parte de la noche fue la vencida.
Trajo el inventario digital de las evidencias
y los pormenores cálidos de nuestros sexos.
Las lenguas ávidas
las manos
las erecciones
la húmeda delicadeza de los pliegues.
La complicidad completa y fugaz
que en la brevedad de tu cuarto sin cortinas
nos oprime y libera.

En la balanza.

Me quedan el exilio y la mezquita.
La puerta que no está
y la casa que se quedó sin palmeras.
Tu figura que apenas discierno
entre las que regresan atropellándose a mi memoria.
Las persianas entreabiertas del ocaso.
La dura prosodia de mil motores en marcha.
Músicas azules y
músicas blancas.
La ola que un día me arrastró al mar
y la ola que me devolvió a la playa.
El tacto de tu mano liviano y a la vez urgente.
Mis huellas borradas por tantas otras huellas.
Un puñado de rosas rojas
apagándose para siempre en un bar.
El amor de una hija troquelado en hueso de cabra.
La cal y el canto.
La fibra y la grasa.
El cine Doré y los hermanos Melies
Ráfagas en una oscuridad diáfana.
La certeza de unos pocos días y
la incertidumbre sin remedio de los restantes.
Los alcoholes eufóricos.
Los alcoholes humillantes.
Me quedan el dolor y la alegría
las ganas y el fracaso.
Me queda el yo
y por él no me queda nada.

El ángel.

Agoniza como agonizan las quimeras
las alas abatidas
la mirada opaca
el aliento rancio
las uñas caídas de las garras.
Oye las campanas y comprende
que siempre le fueron ajenas.
Quisiera conservar la voz
quisiera conservar el vuelo
y es demasiado tarde.
El mundo le ha reservado un crepúsculo
detrás del cual no están más que sus despojos.

USA

Quien nos ingresa en su contabilidad demente
quien al vacío y la banalidad de un destino máquinas.
Quien se da prisa en pisotear a alguien
quién en someterlo e ignorarlo.
Quien libera los gases
y vierte sin control sus residuos
quién enciende fuegos que nada extingue.
Quién que no es Dios envía postales enfermas
y quién las padece.
Quién quitó las lápidas
y afiló las agujas desaforadas de los relojes.
Quién confundió de muerte a los delfines
y quién a las ballenas.
Quién atropella y se da a la fuga.
Quién dispara a quemarropa
y quién a la distancia.
Quién/Qué/Cuando/ Cómo/Donde.


Carlos Jiménez (Cali, 1947 ) estudio arquitectura en la Universidad del Valle donde es Profesor Titular de la Cátedra de Teoría e Historia del Arte. Es Maestro en Teoría e Historia del Arte y la Arquitectura de la Universidad Nacional de Colombia. Ha ejercido la crítica de arte, en los semanarios españoles Cambio l6, Tiempo, El Europeo, y en los diarios El Sol y El Mundo. Actualmente escribe para ArtNexus, Third Text y Lápiz, y sostiene una columna semanal en El País de Cali. Entre sus libros figuran Extraños en el paraíso: ojeadas al arte de los ochenta; el poemario Travesía del ojo; Arquitectura, subdesarrollo y revolución (con la colaboración de Emilio Pradilla) y Del espacio arquitectónico a la arquitectura como mercancía (con la colaboración de Hugo García).

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