Naturaleza muerta
En verdad no hay historia.
Desde la madrugada todo está quieto
y la niebla oculta los caminos.
A través de los árboles
las palabras
sigilosamente
se transforman en dibujos crueles,
signos cerrados de erotismo
que aparecen rodeados de miedo y de misterio.
El gris destierra el día,
pero yo sé que es temprano.
Me duele el cuerpo de andar a ciegas
y toco la fuerza de los troncos que no hablan.
No es un cuento:
las letras me recorren ávidas,
con rabia
y huyen de mí sin revelar razones.
¡Infelices palabras!
No hay trama ya en el parque.
Soy yo, sin follajes,
y bajo el farol del centro
la luz
en precipicio
se apropia de mi boca.
Walt Whitman
Porque en algún momento mencionó las fronteras
sabiendo que no existían fronteras
y que nada era seguro, ni las cosas sencillas que no existen,
celebro a Whitman y en su voz me pierdo
porque conviene más saberlo cerca para poder abandonarlo
inventando otro diálogo de dejaciones que avancen,
o proximidades más propias para celebrar el tiempo
Canto de sí mismo, yo me canto
y me apropio de mí, de los que vienen
porque así lo pediste y yo me creo
y creo en mi época de tristezas vanas y de muerte,
y en el futuro tan vano de tanta vida que no tendré.
No soy original, tú lo dijiste, y no he de serlo porque no significa nada.
Porque hablamos del mar, y tocamos el mar, y viajamos el mar,
porque todo es sequedad
y vemos lo que podemos ver del pasado y del presente.
Porque no conocimos el verdadero río ni al verdadero hombre,
y saltamos sobre el estiércol y construimos sobre él.
Porque arrojamos discursos sobre la tierra mojada y sobre la tierra seca,
y nos hacemos preguntas para pensar el tiempo, porque incomoda el tiempo.
Entonces, yo lo digo para que tú lo celebres.
¡Incorregible melodía!
Tocas mi oído aunque no te pedí.
La sé desde siempre y no me hace feliz.
Tú te hiciste feliz invitando a tu alma a observar un tallo de hierba del verano.
Nosotros observamos los tallos de la única estación
y somos con el misterio débiles.
No tenemos tu aplomo, Walt Whitman.
Te hemos ganado en muerte.
Fin de fiesta
Entonces, di vueltas y dije en voz alta:
Yo,
que combatí sin venganzas los horrores del día
tan ciertos,
que renuncié a descifrarme en el sol, en su tiempo,
que accedí a perpetuar el deber, la pereza.
Para cada trayecto una versión de mi rostro,
una conciencia suelta
que aprendí a brincar desde adentro
cuando puse los pies en la tierra.
Podré tener la noche ?
Y traspasé con la mano una puerta.
Del otro lado
la puerta
con la sola esperanza sin ojos de cada nube negra,
adoré a mis demonios sintiendo el temor de saberlos
tan cerca.
Y así estuve presente en el silencio rojo
sin señas
de las cómodas sillas que no tienen regreso,
en el exilio suave, los bares que cuentan.
Tallulah Flóres (Barranquilla, 1957) ha publicado Poesía para armar (1988); Voces del tiempo (1993); Cinematográfica (1997). Actualmente prepara un cuarto poemario titulado Nombrar las voces. Hizo estudios de Filología y Lingüística en la Universidad Popular de Bucarest, Rumania.
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