oileau
Cuando el aire es homogéneo y casi rígido
y las cosas que envuelve no están entremezcladas
el paisaje no es un estado de alma
sino un sistema de coordenadas
Jorge Cuesta
Los dones de la vida son para todos los
que tienen garras fuertes y dientes
aguzados, astucia y vigilancia, destreza y osadía.
Saturnino Restrepo
*
sobre una lámina blanca el cuerpo extendido de
algún animal.
sus ojos asestando a sus opuestos. el pico atento,
mástil de la cabeza.
mediación y contacto tanto sea probable el ala,
cualquier ala.
el firmamento como extensión de la tierra;
en esta hojarasca y grama seca fundidas.
envoltorios y yerras fibras se combinan en retazos,
exhumación y texturas simples
entre las que todo acontece—incidencia en la tierra:
plumas. todas las vocales en un solo animal / la unidad del principio en una sola bestia infinitas veces.
qué define a un pájaro sino es el pico, las alas
el aciago rebote de rama en rama,
el fallido intento de arrancar la superficie mustia de una tierra plagada por gusanos grasos, inquietos y lisos; así su marcha por la escoria y flujo encabritado entre los pasos de algún otro animal que amanece al aire, las alas y picos
desde cierta figura cercada de sí misma
(deshabitada en sus rescoldos)—en los patios donde
el trazo de la lluvia delinea sedosamente el filo de nuevas alas, perecederas.
*
y las patas de los pájaros—fibrosas tibias de piel esbozada en nudos.el origen de ciertos garfios ínfimos, acaso
invisibles—no serán el rastro de alguna estrella
hecha pedazos, esparcida en las copas por una aletada monstruosa que genera enlaces, núcleos rugosos desde la hiedra enjuga y cierta grieta amoratada por el musgo,
entre los roquedales, pronunciada por los folios de alguna otra rama que no cesa en su caída.
*
un gorjeo bruno aquieta la grama.
el chasquido y cuadratura de livianos zopos
refresca mientras filtra luz hacia las húmedas yemas:
un estrato de satélites que oscilan agitados bajo pleno día—y pierde resonancia; se torna escueto en marejadas de polvo. entorpece la espuma que discurre por una lengua trunca y reverbera, abierto el pico, calando los cepos de otro inerte mañana.
*
el cielo expande sus fauces y reclama producción, certeza—distinguimos en el resto de habitantes una gama perfecta de instrumentos flácidos. el ala recta de algún animal sugiere la reformulación de lo que hasta entonces llamamos distancia—todo lo que avanza pierde su sentido de origen.
*
si acaso el ala rozara el nudillo del ojo
y la noria a pleno descenso, a suerte de arrastre
desglose o consistencia del mismo vuelo apaciguado
y perdido a la lucha, al lánguido contacto de un otra ala mayor, acaso perfecta, tan enorme que el aura propague sus ventrículos infinitamente, así cercenada la noria, descubierto acaso el brazo invertido primero, mientras todo lo que se toca y junta muere, presa en las contiguas
cepas que declinan al error de nuestra inútil progenie,
desde esta cavidad estrecha contra el mismo poniente,
donde apenas el ala recta de algún animal
cerciora la vida faltante de dios,
el segundo final del día.
*
breves criaturas con alas que se arrastran sobre cuatro patas y además
tienen dos para saltar por tierra en tanto que otro animal
de alas que no tiene patas descompone el sonido haciéndose trizas acerco el ala fulminante al fuego.
bajo el intento resumo nuestro aprendizaje:
una pálida gesta de hierba y estambres, lapidaria sobre un flanco celeste de carbunclos y el nudo que a todo libera,
coherente sucesión de despojos hacia el flujo
ordinario de sentidos contra el universo.
andamiaje es el aire de nuestras fosas por sobre espinas y bulbos, la hierba encrespada rige al vidrio que cuela
esta luz armoniosa de extraña naturaleza.
*
error es origen, principio.
*
y en la hora de nuestra muerte,
los postigos del cielo integran una cúspide inversa, informe, soterrada por matrices abiertas al augurio, devuelta parece
la estancia primera cuando el cuerpo sabotea sus goznes—perdida la calma
sucede al milagro—séanos dado partir una sola vez para siempre, así jamás dispuesta
la profunda inmersión en lo que nos hace contrarios,
sucesores de la primera masa de gusanos grasos que plagaron esta tierra lisa,
inoperante argamasa, ala recta de algún animal fundido
a la orilla de todas las estrellas. Renato Gómez (Lima, 1977) es Bachiller en Literatura por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Dirige la revista de poesía Girabel. Ha publicado El Hueso de la Órbita (2002) y traducido a William Blake, Lenore Kandel, Delmore Schwartz, Adam Zagajewski, Diane di Prima y William B. Yeats.
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