Hans Magnus Enzensberger
Por Juliane Bambula Díaz

Hans Magnus Enzensberger nació el 11 de Noviembre 1929 en Kaufbeuren, en un hogar burgués. Su padre era un funcionario de la empresa estatal de correos. En 1931, dos años antes del ascenso de Hitler al poder, la familia se trasladó a Nuremberg, donde transcurrió gran parte de la infancia del futuro poeta, hasta 1942, cuando a raíz de los bombardeos de los Aliados, fue evacuado a Franconia.

La tradición renacentista y humanista representada por Nuremberg, decisiva en su momento para la formación de la cultura nacional alemana y presente hasta hoy, debió ser muy evidente y circundante durante la infancia y escolaridad de Enzensberger, aunque bajo un signo diametralmente opuesto a las posiciones que el poeta un día adoptaría. Los nazis y su sistema educativo solían sesgar la interpretación del pasado histórico en un sentido nacionalista, magnificado y románticamente glorificado.

Justamente durante la época del nacionalsocialismo, que coincide con la infancia de Enzensberger, Nuremberg se encontraba por segunda vez en un primer plano de la historia, en esta ocasión sin embargo con un papel muy diferente: Nuremberg y sus tradiciones antiguas se convirtieron en el compendio de algo que los nazis concebían como “alemanidad” y en la sede de los eventos y megalomanías del ”Imperio de los mil años”. Doce años después la guerra había cobrado 60 millones de vidas humanas.

El nazismo había llegado al poder mediante elecciones. Multitudes de ciudadanos libres, pertenecientes a una nación considerada como culta y que había aportado a la humanidad algunos de los más grandes músicos, filósofos y científicos, aclamaron a Hitler y sus copartidarios como salvadores de la crisis económica de finales de la década de los veinte. La falta de capacidad crítica de estas mayorías, su credulidad ante la retórica discursiva y ante las demostraciones propagandísticas de poder, disciplina, orden y eficiencia, la facilidad con la que se dejaron guiar y entusiasmar por una utopía demencial, su incapacidad para relativizar los propios valores culturales y su oportunismo al cerrar los ojos ante los señales del terror subyacente que estaban perceptibles en la cotidianidad condujeron en solo doce años a la hecatombe más grande de la que tiene memoria la humanidad.

Con su destrucción aún no había terminado este capítulo en la historia de la ciudad. Después de la guerra, en 1948, los vencedores instalaron allí, teniendo en cuenta el significado simbólico que esto tenía, los Juicios de Nuremberg.

La idea de la culpa - de la que Nietzsche libera – es algo muy arraigado en la cultura de occidente y en la mentalidad de los alemanes. Esto es aún mas fuerte donde hay tradición protestante luterana ya que en ella no existen la confesión y la indulgencia. En medio de su bienestar material los alemanes no han podido, como colectividad, llegar a un final con este pasado. Unos caen en la xenofobia, otros en la xenofilia. Lo pasan de generación en generación. En uno de sus poemas dice Enzensberger:

“ .................
y que somos culpables
y que no tenemos la culpa de ser culpables
y que tenemos la culpa de no ser culpables
..................
eso ya lo sabemos “

En primavera de 1945 Enzensberger tenía 15 años. La guerra se acercaba a su fin, los Aliados habían cercado al país. El régimen llamó entonces a un último esfuerzo suicida de resistencia: dio la orden militar de “arremetida popular”, llamando a filas a ancianos y niños, también a Enzensberger.

En medio del caos, del hambre y la confusión el joven que no había cumplido aún los 16 años se ganó la vida a veces como traductor y bar man para la Royal Air Force, a veces vendiendo contrabando. De allí datan sus primeros intentos literarios. Luego terminó el bachillerato (1949) y estudió ciencias literarias, lingüística y filosofía en diversas universidades alemanas y en la Sorbonne. En 1955 hizo su tesis de doctorado sobre la poética de Clemens Brentano, un poeta del romanticismo

Esta primera fase de su vida intelectual, que se extiende desde los años cincuenta hasta el comienzo de la década de los sesenta es caracterizada por la orientación hacia la problemática de los medios y su lírica que ha sido calificada de “iracunda” .En ella expresa con vehemencia su inconformidad con la sociedad germano-federal acomodada en el llamado “Milagro Económico”. Manifiesta en ella su enfado ante el vértigo del consumo, la autosuficiencia, la indiferencia y la hipocresía sociales, la “mortífera y suicida alianza entre lobos y ovejas”. En forma muy particular esta lírica combina brillantez de ideas con un tono agudo y sarcástico que raya a veces en la agresividad, una sobriedad lacónica que alterna con metáforas plurivalentes casi barrocas y una forma de argumentación dialéctica que recuerda a Brecht. Su versos, de ritmo libre y una musicalidad áspera, revelan el conocimiento de la poesía vanguardista del siglo XX.. Hacen uso novedoso de un amplio repertorio de recursos que incluye el montaje, los juegos de palabras, la paradoja, la utilización refinada e inteligente de lenguajes triviales empobrecidos y de elementos de juerga. Considera los poemas “objetos utilitarios, como armas o sombreros”***. En 1957 publica su primer tomo de lírica, “defensa de los lobos”, al que siguen “lenguaje del país” (1960 ) y “escritura para ciegos”( 1964 ).

Ya en la década de los cincuenta había trabajado en la radio y en diversas revistas y periódicos. Esto dio inicio a su obra ensayística con textos que enfocan críticamente el tema de los medios. Acuñó el término ”industria de la conciencia” como instrumento para reflexionar sobre la función del intelectual en el tejido de la comunicación masiva . Con base en las ideas de Adorno se planteó el problema de la relación entre política y poesía como una tensión dialéctica entre poder avasallante y resistencia crítica. **** Junto con Günter Grass, Heinrich Böll, Peter Weiss y muchos otros hizo parte del Grupo 47, pero se retiró cuando éste se convirtió en representación de la escena literaria oficial del país. Inició igualmente – y esto será otra constante en su vida - sus actividades de editor y traductor . Vierte magistralmente al alemán la poesía de César Vallejo que fue publicada en 1963.

En 1965 fundó la revista “Kursbuch” .Con ella se proporcionó el medio para dar a conocer los textos políticos , literarios y filosóficos más candentes no solamente de Alemania sino de todo el mundo, tratando de oxigenar el ambiente intelectual germano que solía tener una tendencia a cerrarse sobre si mismo. Negaba en esa época la utilidad social de la literatura como un arte autónomo, ubicándose de esta manera en una tradición que tiene su origen en la vanguardia rusa de los años veinte. El interés literario de Enzensberger, consecuentemente, se orientaba hacia lo documental.

Esto coincidió con el boom de la literatura latinoamericana y con la atención y esperanza que despertó la Revolución Cubana en todo el mundo, especialmente en la joven intelectualidad. Cuba jugaría, durante varios años, un papel central para Enzensberger quien ya antes, en uno de sus numerosos viajes y estadías en diversos países del mundo, había conocido América Latina,. En 1968 viajó a Cuba y permaneció allí hasta 1969. Un año después se estrenaron dos obras destacadas: la ópera “El Cimarrón”, con libreto de Enzensberger según la novela testimonial de Miguel Barnet (1966) y con la música del compositor alemán de vanguardia, Hans Werner Henze. La otra obra es “El interrogatorio de La Habana”, drama documental basado en los protocolos del proceso que en Cuba se hizo a los prisioneros de Playa Girón. Una puesta en escena que la autora vio en 1972 había sido montada en la sala de audiencias de un juzgado en vez de un escenario convencional: así los espectadores dejaron de ser el público de una función de teatro para convertirse en auditorio de un proceso casi real. La obra sale de los parámetros del teatro occidental tradicional y adopta otro funcionamiento estético, similar al de los misterios de pasión medievales del sur de Alemania o los auto sacramentales.

Pronto, sin embargo, la esperanza puesta en Cuba se ensombreció con el viraje de 1971 en la política cultural de ese país. Fiel a su conciencia y su compromiso humanista, incompatibles con cualquier forma de tutelaje ideológico, una vez más tomó distancia sin entregar sus posiciones radicales. Trabajaba en aquel momento en una película sobre el anarquista español Buenaventura Durruti y publicó en 1972, sobre el mismo tema, una novela construida mediante el montaje de innumerables citas documentales,”El corto verano de la anarquía. Vida y muerte de Buenaventura Durruti.”

La vida literaria e intelectual de Enzensberger entraba en su tercer y hasta el momento último período. Sin abandonar la ensayística sobre los temas políticos y sociales y la edición de libros, regresó a la poesía. Después de una prolongada temporada en Estados Unidos en 1974 y su retiro de la redacción de “Kursbuch” publicó un nuevo libro de poesía, “Mausoleo. Baladas de la historia del progreso”(1975), que trata de la imperante amnesia histórica, del olvido. El género de esta obra es el reportaje lírico, una nueva forma literaria que Enzensberger crea y sustenta como “herramienta cultural, científica y política de los tiempos modernos”.

En 1978 escribió “El hundimiento del Titanic. Una comedia”. Tiene treinta y tres cantos en las que se integran lo lírico, lo épico y lo documental. Es una epopeya moderna, sobria en su lenguaje pero con pathos. Ya el título hace alusión a la Divina Comedia, ese poema remoto que expresa la cosmovisión del final de una época. Dante no podía saber lo que hoy sabemos: que aquel final era también un comienzo, que la entrada a un nuevo círculo estaba inminente.

Seiscientos años después Enzensberger escribió el poema del final de nuestra época, a sabiendas que una nueva era se acercaba y su naturaleza dependía en gran medida de las determinaciones que tomaría la humanidad. El “Titanic” es una metáfora premonitoria sin ilusiones, se encuentra más allá del optimismo y del pesimismo; es la condensación poética de una cosmovisión, ganada en franca lid intelectual contra el maniqueísmo y el triunfalismo del establishment político-ideológico y estético que dominaba el escenario mundial en las décadas posteriores a la Segunda Guerra .

La escritura del poema es precedida por una decantación intelectual consecuente que Enzensberger parece haber iniciado en la primera mitad de los setenta, cuando sólo las mentes mas lúcidas, críticas y sensibles lograron captar las primeras señales del iceberg. Esto fue década y media antes de los “Sueños” de Kurosawa y todavía faltaba por vivir la cuarta parte del siglo XX . Los temores apocalípticos aún no se habían apoderado de las mentes y la fe en el progreso tecnológico estaba intacto. La palabra “postmoderno” se utilizaba solamente en la arquitectura y como adjetivo, términos como “caos” y “entropía” todavía no se habían convertido en lugares comunes y las dudas respecto al omnipotente paradigma de la ciencia, fundamento de la “civilización”occidental moderna, no eran tema de debates públicos. Los estados del “socialismo realmente existente” - así se denominaban a si mismos para justificar la diferencia que los separaba de la utopía que una vez había apadrinado su creación y para enmascarar el pragmatismo del sobrevivir que gobernaba su estancado desarrollo - no habían entrado aún en la agonía final; faltaban quince años para su derrumbe. La conciencia ecológica, ya entonces en auge, se consideraba asunto de soñadores aislados y generalmente ajenos a la política. Los dueños del poder en el oeste y en el este no creían que las ideas de aquellos ilusos podrían convertirse en serios cuestionamientos de sus respectivos sistemas sociales y económicos, que en realidad eran uno solo aunque ni ellos ni aquellos tenían plena claridad al respecto.

Su producción literaria de los años ochenta y noventa es prolífica. El tono sombrío, que prevalece en la segunda mitad de los setenta y en los ochenta, cede durante la última década del siglo a una serenidad irónica. En 1980 funda la revista “ TransAtlantic”, de la que se retira en 1982; en 1995 inicia la edición de la serie “ La otra biblioteca” con la que trata de contrarrestar las tendencias editoriales fáciles y comerciales impuestos por los mecanismos del mercado, haciendo accesibles al público textos poco conocidos, olvidados o no suficientemente valorados. Mucha atención merece una de sus más recientes publicaciones, la colección de ensayos hasta la fecha inéditos “Los elíxires de la ciencia. Atisbos laterales en poesía y prosa” (2002).

Enzensberger, es ante todo un poeta– él mismo lo ha subreayado a raíz del reciente otorgamiento del Premio Príncipe de Asturias. Pero también es un dramaturgo, cineasta y ensayista, traductor magistral, editor a la vez que teórico de los medios: intermediario entre la galaxia Gutenberg y la galaxia de las telecomunicaciones y medios electrónicos, y un crítico incorruptible del stablishment, tanto del literario como del político y social. Lo prueban no sólo sus escritos sino también el hecho de que una y otra vez en su vida se retiró de las organizaciones y agrupaciones a las que se había vinculado cuando empezaba a percibir indicios de acomodamiento en ellas. Y no se dejó atrapar ni polarizar en esta aparente dicotomía equilibrada de bloques mundiales que mantenía alineadas y cómodas en sus posiciones a las fuerzas ideológicas en pugna mientras los que sostenían las riendas llevaron nuestro mundo al borde del abismo.

Tomó en cambio partido a favor de una utopía, la de un futuro mejor, más democrático, más libre, sin alienación y en el que se hiciera justicia a los desheredados y marginados, por fuera de la bipolaridad imperante. Sobre todo durante los agitados años sesenta se dedicó a un activismo literario-político y editorial tratando de construir conciencia crítica y buscando alternativas ideológicas y estéticas, tanto para una Alemania dividida y enajenada en el consumo, como para sus vecinos europeos. Se comprometió con las luchas del llamado Tercer Mundo, estuvo muy cerca de la cultura española y sobre todo la latinoamericana, en la que creía poder ver – como muchos jóvenes intelectuales europeos en los sesenta – una esperanza dinamizadora de aquellos procesos que harían posible un mundo más justo y habitable.

En la década de los setenta este panorama optimista empezó a oscurecerse y cambios en el pensamiento se anunciaron: las utopías se esfumaron y la inevitable teleología, que caracteriza siempre hasta cierto grado el modo de pensar de los activistas, se disolvió. Esto dio lugar a una mirada nueva, despejada de ilusiones. Enzensberger ni renunció a su compromiso ético con el humanismo activo ni cayó en el fatalismo; confrontó su ideas de allí en adelante directamente con las implacables fuerzas objetivas de la historia en su relación recíproca con la subjetividad del individuo.

En una de las entrevistas que concedió recientemente por motivo de su galardón, hizo explícito algo que es evidente cuando se lee su obra. Respondiendo una pregunta del periodista, alusivo a su escepticismo ante el progreso y particularmente la ingeniería genética, dijo: “Creo que la continuidad de un escritor no radica en sus opiniones, sino en las experiencias que determinan cómo se sitúa en el mundo. En mi caso sería la época del nacionalsocialismo y la Segunda Guerra Mundial. Si como niño se ha visto cómo un mundo tan aparentemente poderoso se derrumba cual castillo de naipes hasta que solo queda una montaña de escombros, eso marca. Da una conciencia de la precariedad.”


Juliane Bambula Díaz (Dresden, 1946), profesora titular de la Facultad de Artes Integradas de la Universidad del Valle, ha traducido poesía quechua y de otros autores latinoamericanos al alemán. Es autora del libro Lo estético en la dinámica de las culturas (1993).

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