Gabriel Jiménez Emán

Bolero

Aquel amor le salía de las cejas
como un susurro bañaba sus pestañas
y se derramaba en mi rostro
entonces yo lo absorbía con una cucharilla
para dar de comer a mi dolor

me le iba por el centro, por los lados
le tasajeaba un pedazo de tiempo
de dulzura para mi pecho un poco amargo
y de todas maneras él seguía bajando

hasta las piernas y los pies y luego
por las costillas me subía un calorcito
tan agradable, como de mariposas crepitando
como ayeres, como cálidas cascadas

de ternura me iban desayunando
el pecho, y hasta me sonrojé al comprobar
que mi rostro había cambiado de color
estaba azul en una parte y en la otra amarillo

brillaba como una sombra iluminada
como un agua sideral y cotidiana
como una melodía que de tan triste
se parecía a la alegría, a la dicha

de vivir con esos ojos que se abrían y cerraban
para mí nada más, o al menos así lo parecía
cuando yo le besaba el centro
del pasado, hasta el presente conjugado

en el tiempo sin nombre más allá
de toda circunstancia, de las fechas
que se ofrecen y parecen cada vez más
al temblor, a la infinita sed de los amantes

Cuarto

Entras al viejo cuarto
a organizar cosas
objetos
libros roídos donde descubres
tu letra adolescente
tu sueño de escritor
siempre ahí tu camino quieto
abierto y borrado

Ahora vuelto a tocar
la madera del tocadiscos que tantos sueños te brindó
El escaparate de leves telarañas
de donde penden las viejas corbatas
de tu padre
Por todos los rincones descubres
un signo una imagen desnuda
un olor
un polen finísimo cubriendo la vida

Creíste haber olvidado ciertas cosas
pero ahora esas cosas
se han acordado de ti.

Canción de navidad

Tengo desde hace varios días
una canción de Navidad
metida en la cabeza
como una cascada.
Es algo raro
que me circula adentro
en los oídos y las sienes
me habla de la alegría de compartir
o de la pena de marcharse.
Hago viajes cortos entre el pueblo y la ciudad
o entre la ciudad y la noche
y mientras voy en la carretera
la melodía sigue ahí
Merry Christmas Merry Christmas
con coros y trompetas
voces dulces atraviesan mi alma
y la cuartean para cicatrizarla
absorben la sangre del espíritu
a una especie de cielo
al agujero pleno de diciembre
que se aleja y acerca como un fantasma
al final y al comienzo de esa cosa trémula
que se llaman los años.


Gabriel Jiménez Emán (Caracas, 1950) hizo estudios de literatura en la Universidad de los Andes de Mérida, traductor, narrador, crítico, ensayísta y poeta, algunos de sus libros son Los dientes de Raquel (1973), Narración del doble (1978), Baladas profanas (1993) y Proso estos versos (1998). Dirige la revista y las ediciones Imaginaria, dedicadas a lo inquietante y lo fantástico. Es colaborador de los principales diarios y revistas venezolanos, donde escribe artículos de opinión y ensayos sobre cine, arte y literatura.

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