Gilberto Cerón

Mientras duran sus alas de cera

Ausente
no percibe
por donde huye el magma del ensueño
en el fragor de una noche cerrada en sus ojos.
Pero un instante de pronto son ríos
agolpa hirviente
abraza
da a luz en la noche de los rostros.

Un rumor de ojos pasa se contempla.

Es el nítido brío
irradiando las colinas fugaces
los valles ocultos entre los miembros
grito feraz
del que nunca ausente nunca escindido.

Recorre las laderas del olvido
encumbra ceniza vuelo pendular
y mientras duran sus alas de cera
recuerda que caerá a un más candente
socavón a la sombra de su cuerpo
volverá su grito a llamar:
en las manos o en la llama
mientras el látigo articula para oradar agudas letanías.

Naufragio

En medio del campo la voz grave
cubierta por un olvido de tierra
saluda en ojos de plomo bruñido
al naufragio rendido en arreboles.

Una ceniza arquea en la garganta
mientras un golpe devuelve obituarios
que ciernen el espinado pecho
con lluvia anuncia arsénico y el humo.

Un hueso cristaliza en la ventana
un camino se reseca en la huida
como ansia trabada entre confines.

Camino de regreso está en la huella
apenas si visible minuciosa
asombra lustros y rostros en la mano.

Imposible nombrar

No es posible escribir
el dolor pendular que emana un patio
sabor sombrío en las esquinas
en medio de una brisa expósita.

Ni es posible reunir el tiempo
que riela en las campanas
torres de calcinado albor
ceniza en los ojos
durmientes
acercan
ondas
el sonido trabado en el pecho;
inunda y desagua la noche
hiela
un pasmo anuncia
que no se explica
cómo los cangrejos desean nuestros ojos
descansan
con sus vientres boca arriba
miden los hilos que unen las estrellas.

Es imposible nombrar
a los que escapan mutilados por los ductos del horror
y a los que impasibles mascan sus propios dientes

Signo

Miras por la cesura de tu mano
como único habitante del poema.
Lector, caminas hacia la muerte.

Tú, signo, que se borra y se reescribe.

Es otra estrofa la espera en algún libro.

Un Dios enfermo

Herir cada doblés de hierba
mantiene un Dios enfermo.
Así queramos
lucir la armadura que nos protege
brillante, rodará vacía.


Gilberto Cerón (Girardot, 1956), pintor y poeta, ha realizado numerosas muestras de su obra tanto individuales como colectivas. Los poemas que publicamos pertenecen a su libro inédito Suspensión de la duda.

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