La bañista
Sola... con una desnudez permitida
con una desnudez inocente
como si los vellos estuvieran ausentes de su piel
la presiento en un dominio claro y transparente
desprevenida de cualquier mirada intrusa
la sonoridad del chorro
imita con un glogló de nana
el ancestro del lenguaje humano
y cuatro notas
de las Escenas Risueñas de Schumann
acunan la vivacidad
de un nacimiento
que quiere apropiase del Universo entero
con la fuerza lúdica
de un despertar en la frescura
La espalda se estremece
los brazos tiemblan como ramas
y luego
superando las primeras impresiones
el cuello se extiende lo mas largo posible
y la cabeza se mueve dulcemente complacida
la esponja saturada de jabón
va y viene palpitante por la piel
y con cuidado
se desliza por los pliegues tras el talle
sin alterar el goce rítmico del agua
las huellas plantadas en los pies
se elevan lentamente
y las reservas de limpieza
acentúan su entusiasmo
el cabello arremolinado
desciende como seda desflecada
sobre la frente huida de conciencia
y las orejas
se presentan lustrosas
a su tacto
La bañista es el agua y su energía al mismo tiempo
su alma está en la periferia
y no en el centro
su libertad de momento parece redimida
El círculo mágico del agua
impuso el mimetismo:
su fluido fue eficiente
ante la imagen satisfecha
de confundir el cuerpo
con el medio que lo envuelve
La ducha se acalla
la exaltación aparece empañada en el espejo
y el cuerpo regresa secretamente con la sombra
a la música estridente
a la autonomía imperfecta
a la realidad a ‘secas’
las entradas reales
al juego libre y fantástico
de una bañista
distante de ninfas y de Ledas
se está desvaneciendo
pero alcanzo a preguntarle a Diógenes
-el único filósofo que merece ser nombrado-
por qué tomaba baños de sol y no de agua
y las aristas del cristal en el reloj
le sugieren a mi interior una respuesta:
porque el cuerpo es leve
si el espíritu halla el solaz perfecto.
La exploradora
Es fácil partir de modo horizontal una pera
y tropezar en su centro con una flor anticipada
por la distribución de sus semillas
es fácil ver en su corola mutante
un planeta girando más cerca del sol que de la tierra
es fácil expandir
en esa superficie imaginaria lodos rebosantes
de anfibios blancuzcos y marrones
desiertos brillantes como mares cubiertos por aceite
océanos de rocas con cumbres lisas
donde se posen gotas de fuego
en moldes de astronaves
es fácil acomodar en unos bordes
clementes y asequibles de grietas acuosas
musgos y mohos que persistan en dominar sus reinos
Es fácil sentir al Universo quitando formas
para darnos otras
El punto de atracción que sacia mi visión mágica
del cosmos y la comunión con un planeta hermano
excluye la fuerza de la técnica en tales percepciones
mis ojos siempre se mueven hacia dentro
A mi mano podría tener una aluvión de informaciones
pero una intuición quiere encontrar lava en mi saliva
anhídrido carbónico en mis huesos
volcanes microscópicos en mis poros
ventanas errantes de absorción
que quizá algún día se empaparon
en energías descargadas por una luna hospitalaria
Es fácil sentir
en las rugosidades de mis codos
la existencia lejana de guerras nucleares
donde millones de hombres fueron víctimas
hombres anteriores a Adán felices como árboles
y a quienes les dieron -por fortuna-
un medio pensado para ellos
tal vez por eso la historia los tenga en el olvido
Es fácil adivinar los nuevos modelos de naves espaciales
que serán vistos como reliquias
o como capas de polvo levantadas en terrazas
Todo será una historia de aventuras
igual a la que hace mi corazón de exploradora
con figuras de artificio o cubilete
a fin de retrasar la seducción que brilla sin sentido
con una voluntad de ‘Creación’ extraña.
Las definiciones no existen
las palabras se adoptan
Tú sólo escuchaste la exclamación y la risa
de esa mujer desconocida cuando entró al taller
con el rollo de tela bajo el brazo
pero yo la observé desde el instante en que la modista
le alcanzó la muestra ella la miró y se dirigió a los estantes
sobrepuso el retazo a cada pieza con aire tónico pasó de la primera a la segunda a la quinta... a la octava
meneaba negativamente la cabeza y al llegar a la décima
desapareció su tensión la muestra se esfumó
¡la magia de la visión dio con la tela!
Antes del hallazgo muchas sensaciones de esfuerzo
se acomodaron en torno a sus ojos: cuanto más observaba
la duda más crecía un hechizo al parecer
encadenaba al retazo a su condición de guía
logrado el encargo la ayudante se relajó
y en su dicha de respirar su corazón sintió –tal vez-
acordes nerviosos de palabras como si fueran artesanos sólidos que acudieran a abrazarla
porque en voz susurrante decía:
“comparar” “comparación” “comparativo”
Por eso te dije al oído
que las definiciones no existen
los quehaceres diarios son quienes las adaptan y las adoptan de acuerdo a un flujo y a un reflujo que la luna alienta
La ayudante de la modista evidenció la alianza doméstica
que con ella hicieron las palabras
“parar” es necesario -dijo-
si se quiere “comparar”
y se rió al entregar al tela.
Olga Malaver (Armenia, 1941), hizo estudios de derecho en la Universidad Externado de Colombia. Ha publicado Más Poemas sobre el amor (1985), El mismo poema (1998), Esa sustancia tenue (2001) y Mudanza a sentidos nuevos (2002).
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