Enrique Santos Calderón y Antonio Caballero se sentaron a desmenuzar la realidad nacional
Entrevistar a estos dos personajes, juntos o por separado, para que hablen del mismo tema no es fácil. Es casi imposible. El pretexto es el libro a cuatro manos que están haciendo por iniciativa de editorial Planeta, que logró sentar en la misma mesa a estos dos pesos pesados de la pluma y el periodismo para que discutieran sobre las encrucijadas de la Colombia de hoy.
Por primera vez y en exclusiva para Revista Credencial, tanto Santos como Caballero aceptaron -por separado- esta entrevista en donde hablan de lo que están haciendo y donde, sin duda alguna, encontraremos planteamientos tan controversiales como la legalización de la droga, en la que ambos coinciden, y las relaciones de Colombia con los Estados Unidos, en la que tiene planteamientos totalmente diferentes.
Pocas personas como ellos han tenido la oportunidad de estar cara a cara con personajes tan antagónicos como Tirofijo y el presidente Álvaro Uribe.
Han sido periodistas desde que tienen uso de razón y en una época donde estaba prohibido prohibir, a finales de los años 60's. Ambos, jóvenes y de extracción burguesa, dieron un viraje hacia el marxismo y, en general, hacia todas las formas de rebeldía posibles contra el establecimiento.
De ahí, de su rebeldía y la identidad con el periodismo, conservan una amistad que se mantiene hoy día. Aunque, como reza el dicho, a la hora de opinar sobre el país, lo que ayer los unía hoy los separe. Según Caballero, en el fondo están de acuerdo en casi todo. “Lo que pasa concluye Caballero es que yo pensaba que iba hablar con el editorialista de El Tiempo y resulta que no, que estoy hablando con Enrique Santos, que es distinto”.
Santos comenta que no están de acuerdo en muchas cosas y que todo lo que ha opinado con Caballero lo ha escrito en los últimos años en sus editoriales, pero que “como Antonio vive en España y no usa Internet, no se entera de los que hoy piensa el periódico sobre muchos temas claves”. Coincidentes o divergentes, basta con ver la definición que hace cada uno de ellos sobre el otro para darse una idea de cuán compatibles o diferentes son.
¿Cuál es su opinión de Enrique Santos?
Antonio Caballero: Para empezar, es una opinión muy influida por el hecho de que somos muy amigos, amigos íntimos desde hace cuarenta años. Aunque hayamos discrepado en muchas cosas y sigamos discrepando en muchas otras, Enrique me parece un tipo muy inteligente y muy frívolo.
¿Cuál es su opinión de Antonio Caballero?
Enrique Santos: Antonio es un viejo amigo a quien he disfrutado tanto como he padecido. Muy leído, muy informado y con una memoria endemoniada. Respeto sus posiciones, aunque no las comparta en muchos temas. Su condición ya institucional de niño terrible del periodismo y de iconoclasta irreductible es parte de su personalidad... y de su vanidad.
¿Cuál es la Colombia de Uribe?
A.C: Esta Colombia espantosa que estamos viviendo. Una Colombia en guerra, por una parte, una guerra crecida, pero eso no es porque sea de Uribe realmente. El problema de Uribe es que ha inspirado la esperanza de que su método de guerra va a acabar trayendo la paz a Colombia y lo que va hacer es aumentar la situación de guerra y profundizarla.
E.S: La que lo eligió, porque sintió que personificaba el hastío y la exasperación de los colombianos con los abusos de la guerrilla. Y la que cree que Uribe puede ofrecer seguridad y honestidad frente a la violencia y la corrupción que carcome al país.
¿Cuál cree que ha sido la peor crisis que ha tenido Colombia?
A.C: La que estamos viviendo ahora. La crisis social, política y económica. Económicamente estamos incluso peor que en los años 30, en el sentido de que hay todo un empobrecimiento, proletarización de las clases medias, un empobrecimiento hasta la miseria absoluta de las clases bajas y nunca en Colombia tanta proporción de la población había pasado hambre.
E.S: La historia de Colombia es la una sola y larga crisis. ¿La peor? No
sé. Depende del momento histórico. ¿La Guerra de los Mil Días? ¿La pérdida de Panamá? ¿El asesinato de Gaitán y la violencia bipartidista de los años 40 y 50? ¿El Palacio de Justicia? ¿El asesinato de Galán? ¿El exterminio de la Unión Patriótica? ¿El narcoterrorismo de Pablo Escobar? ¿El Proceso 8.000? ¿El fracaso del Caguan?... Todas han sido, en su momento, las “peores crisis”. Y todas van generando, porque no se resuelven, el germen de la que sigue. Y si Álvaro Uribe no contribuye a resolver la crisis que lo volvió presidente, la que vendrá después puede ser la “más peor”.
¿A qué cree que se deba la cifra del 80% de popularidad del presidente Uribe que nos muestran las encuestas?
A.C: Yo no sé qué tan cierta es la popularidad de las encuestas. ¿Un presidente se la juega toda en un referendo y lo pierde? Yo no conozco a nadie que haya sido interrogado por una encuesta de opinión. Yo no lo he sido nunca.E.S: Fundamentalmente, a los avances en el campo de la seguridad. Uribe es percibido como un líder que ha asumido el reto del orden público y que está produciendo resultados. También por su disciplina, dedicación y capacidad de trabajo.
¿Qué fortaleza tiene este gobierno?
A.C: La de hacerle creer a la gente que va a ganar la guerra y yo creo que no la va a ganar. Pero efectivamente como promete ganarla, tiene la mano muy firme y el corazón muy grande para con los narcoparamilitares y con nadie más. Yo no veo que tenga el corazón grande con los mutilados de la guerra cuando les baja las pensiones. Y en cambio a los narcoparamilitares les ofrece, a cambio de nada, ni siquiera de que entreguen las armas, eso que llaman ahora la alternatividad penal. E.S: En la capacidad de liderazgo y seriedad de propósito que hasta ahora ha demostrado el jefe del Gobierno.
¿Qué opinión tiene de Francisco Santos como vicepresidente?
A.C: Me sigue pareciendo lo mismo que antes: un tipo muy querido que ahora, como vicepresidente, tiene que estar dándose cuenta de que está ahí, de adorno, puesto que su función principal, que se supone que era la de defender los derechos humanos, consiste simplemente en defender la política contra los derechos humanos que aplica este gobierno.
E.S: Lo esta haciendo mucho mejor de lo que imaginé, me parece que ha asumido su tarea con mucha seriedad y entrega. Con motivo de su nombramiento escribimos un editorial muy crítico de esta decisión. Nunca me ha gustado y siempre he cuestionado que directivos del periódico o miembros de la familia Santos estén en el gobierno o metidos en política. Pero cada quien es dueño de sus ambiciones.
¿Qué le espera a Colombia de aquí a diez años?
A.C: Bastantes cosas malas. La situación tiene que empeorar antes de que pueda por fin empezar a mejorar. Tenemos una clase dirigente tan ciega y tan egoísta, que sólo ve las cosas a corto plazo. Esto es una caldera que está apunto de estallar. Está estallando realmente, estamos en la mitad de la explosión, donde la explosión social de este país ya comenzó y la estamos viendo en todos los semáforos.
E.S: Quisiera creer que el problema de la violencia y el conflicto armado estuviera en vías de solución. No va a estar resuelto, e incluso puede agravarse en el futuro inmediato, pues fenómenos como las FARC o los paramilitares no puedan desmontarse así no más. Pero, en diez años, Colombia ya deber estar viendo una clara luz al final del túnel.
¿Para usted cuál fue el factor principal con el que empezó la descomposición de este país?
A.C: Por miles de razones que tienen que ver realmente con el descubrimiento de América. Y cada vez ha venido a peor. No empezó con la droga ni empezó con la guerrilla. Todas esas cosas son consecuencias de unas realidades. La realidad fundamentalmente es la historia del despojo. Esa historia de despojo no ha cesado en ningún momento y lo que ha habido es una continuación de una guerra de auto defensa de los despojados frente a los despojadores.
E.S: Creo que el factor fundamental de la descomposición de los últimos 20 años es el narcotráfico. Con su culto a la muerte y el dinero fácil, socavó valores, pervirtió la ética de trabajo, corrompió instituciones públicas y privadas, ha sido un factor atroz de violencia y es hoy el mayor combustible del conflicto armado.
¿Qué opina de la relación tan estrecha que tiene Colombia con Estados Unidos?
A.C: Mi posición es que podría ser un vínculo positivo y no solamente negativo. Pero una cosa es aceptar la realidad y otra además agravar las relaciones de dependencia deliberadamente y darlo todo a cambio de nada. Por ejemplo, el TCL sólo puede ser negativo para Colombia en particular, porque va a terminar de destruir por completo el campo colombiano.
La guerra colombiana nace en el campo, crece en el campo y desde ahí se traslada a la ciudad. ¿Con qué se alimentan los paramilitares y las guerrillas? Con los muchachos campesinos. Y entonces, esos muchachos campesinos a quienes ahora vamos a lanzar al desempleo absoluto, cuando entren en vigor el TCL con los Estados Unidos y vengan la agricultura y la ganadería gringa, ultra protegidas, ultra subvencionadas, a competir con una agricultura y una ganadería sin protección y sin subvenciones, como es la colombiana, desaparecerá por completo. E.S: Tener buenas relaciones con la primera potencia militar y económica es, obviamente, positivo. Siempre y cuando se sepa aprovechar en términos de ayuda y cooperación y no se preste para la imposición de políticas ajenas al interés nacional. Estados Unidos suele dejar a sus fieles aliados colgados de la brocha. Es algo que Uribe debe tener muy en cuenta para saber marcar distancias cuando las circunstancias lo aconsejen. Me preocupa, por ejemplo, la avalancha de extradiciones que está aprobando el Gobierno, que podrían generar una imprevisible reacción conjunta de paras, narcos y guerrilla.
¿Qué solución, entonces, le daría usted al problema de la droga?
A.C: Legalizarla. Pero eso naturalmente es una cosa que tiene que hacerse mundialmente y a eso se oponen los gobiernos de los Estados Unidos, porque a ellos les conviene esta guerra inútil y absurda contra el problema de la droga.
E.S: Legalizarla. Dentro de un cuidadoso e inteligente proceso de despenalización, diferenciación y educación. Única forma realista de impedir que el tráfico ilícito de droga siga siendo la mayor fuente de violencia y corrupción en el mundo.
¿Cuál es su posición sobre el problema de la guerrilla en Colombia?
A.C: Digamos que la guerrilla sigue siendo la continuación de la lucha por la tierra de los años 20 y 30. Después eso se confundió con la guerra entre liberales y conservadores, que fue una guerra artificial, política, desencadenada desde arriba, particularmente por los gobiernos conservadores, pero alentada, también, por los dirigentes del partido liberal. Luego, cuando hicieron las paces, nuevamente, por arriba, entre liberales y conservadores, hubo un sector de la guerrilla que siguió como autodefensa campesina al frente, en Marquetalia: ‘Tirofijo’ y cincuenta hombres. Hoy son ‘Tirofijo’ y ciento cincuenta frentes.
E.S: Una mezcla de decepción e indignación. Una guerrilla que en los años 60's encarnaba, de alguna manera, ideales políticos y planteamientos sociales, convertida hoy en una maquinaria de dinero y terror, dedicada al secuestro, involucrada con el narcotráfico, matando civiles inocentes a diestra y siniestra... ese envilecimiento sólo puede producir un sentimiento de rechazo. La guerrilla, sin duda, tiene raíces históricas en las condiciones de miseria y marginalidad campesina, pero ha perdido toda perspectiva y credibilidad política.
¿Cuál fue su último encuentro con 'Tirofijo'?
A.C: Mi última reunión con 'Tirofijo' fue antes de ser elegido Uribe. Es más, cuando ni siquiera se suponía que Uribe tuviera posibilidades de ganar. Y ellos estaban decididos a continuar la guerra y a ganar la guerra. Cosa que yo no creo que consigan, pero continuarla sí pueden perfectamente hacerlo.
E.S: Fue hace muchos años, en la época de los diálogos de las montañas de La Uribe bajo el gobierno Betancur. Yo formaba parte de la Comisión de Negociación y Diálogo con el M-19 y con el EPL, pero también fui a un par de encuentros con las Farc. Eran tiempos de tregua, cese al fuego y brindis por la paz en las gélidas cumbres de Casa Verde. Pero desde entonces ha corrido mucha agua y demasiada sangre; bajo el puente.
¿Usted qué cree que significa para la guerrilla “llegar al poder”?
A.C: Llegar al poder por la vía armada. No es tan absurdo, si se piensa que en los últimos años varias guerrillas han llegado al poder por la vía armada: en África, en Asía, en América Latina. La más reciente fue hace unos quince años, con la guerrilla sandinista. Las clases dirigentes y la prensa colombiana tienden a explicarlo así: “Es que no se han enterado que se cayó el muro de Berlín”. Eso no tiene que ver absolutamente nada. Se cayó el muro de Berlín, pero las injusticias económicas y sociales en Colombia se han agravado y no se han aliviado desde entonces.
E.S: Una vieja obsesión que no se va a cumplir. La lucha armada se planteó en los años 60 como una opción de toma del poder para movimientos guerrilleros que surgieron en toda América Latina inspirados en la revolución cubana. En Colombia se fundaron el Eln, las Farc, el Epl, entre otros grupos. Pero, salvo en Nicaragua y El Salvador, donde existían extrema miseria y opresión política, en ningún otro país la guerrilla obtuvo respaldo popular para llegar al poder. Hoy esta perspectiva es impensable.
¿El problema de Colombia puede deberse en parte a heredar el poder por un apellido?
A.C: Ese es uno de los problemas de Colombia, por supuesto. Lo que pasa es que yo he puesto mis privilegios heredados no al servicio egoísta mío, para hacerme más y más rico y más poderoso, sino al contrario. He usado mis privilegios para intentar acabar con los privilegios, no para fortalecer los míos.
E.S: La perpetuación de los mismos apellidos en la política refleja un problema de estancamiento y falta de movilidad. Aunque en política, lo de los apellidos que se reproducen es común a muchos sistemas y sociedades. En Estados Unidos están los Kennedy, o Bush padre y Bush hijo. En México, la mujer del Presidente Fox aspira a sucederlo. En Panamá, el candidato presidencial más opcionado es el hijo del general Torrijos. Y en los sistemas marxistas, ni hablar: a Fidel lo sucederá en Cuba su hermano Raúl… Corea del Norte es una autentica dinastía.
¿Cuál cree que ha sido el aporte suyo a este país desde sus escritos?
A.C: Pues le he dado a mucha gente la satisfacción de ver que alguien se está dando cuenta de lo que efectivamente sucede, y no tratando de disfrazar o de negar la verdad, que es lo que efectivamente ha sucedido con la gran prensa en Colombia.
E.S: Lo que he pretendido siempre es aportarles a los lectores elementos de juicio críticos que les permitan comprender mejor la realidad que los rodea. Tomar posiciones sobre temas que exijan posturas claras frente a una realidad tan compleja y contradictoria como la colombiana. Es lo que hice 27 años en Contraescape, y lo que trato de seguir haciendo, ahora desde los editoriales de El Tiempo.
Revista Credencial/jueves 29 de abril de 2004 / Claudia López Garzón