20 años de lo mismo
1.
Sin remedio es una de esas novelas de las que todo el mundo habla pero que muy pocos han leído completa. Sobre ella se ha dicho mucho y aún hoy, 20 años después de su publicación, se siguen rumorando algunas cosas. Unas son ciertas y otras no pasan de ser chismes. La más común, la que todo el mundo repite sin haber leído una sola página, es que se trata de una novela en clave: que Antonio Caballero la escribió inspirado en la vida de un grupo de amigos que en los años 70 fundaron la revista Alternativa. Que en la novela no hay personajes sino personas, bastante conocidas además, de la sociedad colombiana. Otros dicen que el personaje principal, Ignacio Escobar, es el mismo Caballero. Que Sin remedio es una especie de autobiografía novelada en la que su autor revela sus más oscuros secretos: que fuma marihuana, que se masturba, que es infiel y, peor aún, que es poeta. Si esos son sus secretos, entonces todos podríamos ser Ignacio Escobar.
También hay chismes literarios. Algunos afirman que Carmen Ballcels, la agente literaria responsable del boom, dijo que Sin remedio podría haber sido la gran novela de la literatura colombiana, pero que le sobraban 200 páginas. Otros oyeron decir a García Márquez que era como La Divina Comedia bogotana. Y que si Dante había tenido el infierno, Caballero había tenido a Bogotá. En realidad, todos estos son comentarios al margen, puras impresiones.
El problema con Sin remedio es que todos quieren ver en ella lo que no es. Los lectores quieren encontrar en sus páginas al periodista consagrado, al comentarista taurino, al crítico de arte o al valiente columnista que insulta a presidentes, guerrilleros y paramilitares. Y sí, sin duda hay un poco de todo esto. Pero ante todo el Caballero que se descubre en la novela es el Caballero caricaturista.
En 2001, cuando recibió el Premio Simón Bolívar a la vida y obra de un periodista, Caballero dijo: "Creo que todo escritor es un caricaturista, sea cual sea su intención al escribir: hacer caricatura de humor, o caricatura de horror, o caricatura de solemnidad, o caricatura de propaganda, o caricatura de realidad. E inclusive cuando su intención no es hacer caricatura. Lo hace siempre, inevitablemente, porque inevitablemente simplifica". Y es eso lo que hace en Sin remedio: una caricatura de unos personajes muy representativos de una época. Ese es para mí el verdadero sentido de Sin remedio: que es la gran caricatura de un genial caricaturista.
De hecho, por años esa ha sido la actividad que ocupa la mayoría del tiempo de Caballero: burlarse de los personajes que son fundamentales, para bien o para mal, en nuestro país y en el mundo. Él mismo lo reconoció en el discurso que acabo de citar: "Ese ha sido, desde los 14 años, mi primer y más constante oficio. Caricaturista en el sentido estricto: uno que hace dibujos chistosos y grotescos; y caricaturista también en un sentido más amplio: uno que describe la realidad, simplifica y exagera", dijo. Todos sus textos se pueden leer de esa manera, como retratos desmesurados y exagerados de la política, de los toros y del arte. García Márquez también lo entendió así y dijo, cuando leyó la novela: "No son caricaturas de personajes conocidos, sino que cada cuadro es una caricatura completa de toda la sociedad colombiana, que a Antonio Caballero parece parecerle pervertida y condenada, y que a su modo de ver no tiene salvación, como el protagonista de la novela, tan parecido a él mismo".
2.
Para una persona de mi generación leer Sin remedio es muy revelador. Porque se da cuenta que desde su publicación pocas cosas han cambiado.
Bogotá, por ejemplo, sigue siendo la misma horrible y triste ciudad. Ahí está Chapinero, donde vive Escobar, el lugar donde estaban y siguen estando los jóvenes bohemios. También aparecen los barrios del norte con sus casas grandes y jardines aún más grandes, donde vive la mamá de Escobar y donde el tiempo parece estar detenido. Y Rosales con sus enormes apartamentos que desde arriba miran el resto de la ciudad con cierto desdén y desconfianza. También están la Perseverancia, los moteles del norte, los bailaderos de la Trece y de la zona Rosa. El sur de la ciudad aparece en la novela y aunque Escobar no lo visita, sí le dedica un desastroso poema épico llamado La Bogoteída.
En fin, la Bogotá de entonces es la misma de ahora. Para la prueba esta pequeña descripción: "Una tristeza sórdida de buses y busetas, de semáforos muertos, de edificios a medio construir en medio de charcos amarillos, de parques de los que se han robado los columpios, de vacas pensativas, que pastan al pie de las estatuas de los próceres, de basurales, de desempleados, de niños vestidos con uniforme militar". Podría estar hablando de cualquier calle de la Bogotá de hoy.
Las caricaturas que Antonio Caballero ha hecho durante toda su vida cobran vida en la novela. Aparece la clase alta con toda su frivolidad, su elitismo, su racismo y su desprecio por lo colombiano. Ellos están representados por la familia de Escobar: una manada de señores divinamente y de señoras elegantísimas que se reúnen todas las tardes a comer pastelillos y a recordar lo sensacional que es Miami.
También están retratados los intelectuales mamertos, como el profesor Diego León Mantilla. Este personaje nefasto puede recitar fragmentos enteros del libro rojo de Mao, pero a la hora de la verdad no sabe nada sobre su país. Junto a ellos están los militantes comunistas, liderados por el temible Jefferson Calarcá Marroquín. La doble moral de la iglesia está representada por monseñor Botero Jaramillo, que después de cumplir con sus labores religiosas, sagradamente asiste a un burdel muy exclusivo, donde le da rienda suelta a su homosexualismo. El poder político está representado por el senador Pumarejo, corrupto -sobra decirlo- y que sólo es fiel cuando se trata de su asistencia a los mismos burdeles. Este hombre está a medio camino entre un senador de la República y un narcotraficante. Esta ambigüedad se debe a que Caballero considera que ambos tienen las mismas ambiciones.
Los militares a su vez están muy bien representados por el coronel Aureliano Buendía, que en las noches alquila, de nuevo, los mismos los burdeles para él y sus amigos.
Pero no sólo están ellos. Vemos también a los rumberos bohemios, a las modelos, a las prostitutas. Incluso están los poetas de Cafetín. Aquí vale la pena mencionar a Edén Morán Marín, poeta y pederasta, que después de recitar poemas de Rubén Darío trata de violar a Escobar en el baño de un bar de mala muerte. En fin, están los mismos personajes que nos encontramos todos los días y que seguirán por ahí por años.
Cuando Caballero escribió Sin remedio sabía que nada cambiaría a pesar de los años y que todo seguiría igual de podrido, de hecho lo dijo en una entrevista con Daniel Samper entonces: "Temo que en el año 2003 nada haya cambiado y Colombia esté embarcada en la misma guerra en que yo la he conocido toda la vida".
Tal vez por eso es que no ha hecho una nueva novela: porque teme volver a decir lo mismo.
3.
Dije, al principio de este texto, que Escobar no era Caballero. Es cierto, no lo es. Pero lo que sí es Escobar es una caricatura del propio Caballero. Es tal vez la mejor caricatura que ha hecho en su vida: la de él mismo. Ambos son rumberos, ambos son perezosos, ambos son donjuanes, ambos son lúcidos... en fin, la analogía se puede prolongar hasta el infinito. Pero en lo que más se parecen es en su visión de la vida, que es como el título de la novela: sin remedio. Se podría utilizar una metáfora taurina -que tanto le gustan a Caballero- para explicar al personaje: es como un toro en el ruedo y pase lo que pase está destinado a deambular sin un rumbo fijo y a encontrar la muerte.
En una columna en SEMANA hace unos años, Caballero dijo: "No es que no haya remedio, sino que tiende a no haberlo: todo lo que puede salir mal saldrá mal, toda situación por mala que sea es susceptible de empeorar. Hay que saber que lo peor es siempre cierto. Además si miramos el entorno -el horror político, el horror económico, la destrucción acelerada del planeta-, no hay razones para el optimismo".
El problema de Escobar como personaje es el mismo de Caballero como autor: es que ya no cree en nada. De ahí su obsesión con que el mundo es una constante repetición, donde no hay nada nuevo que hacer ni que decir. Escobar es la víctima de una terrible trampa: vive del lenguaje, pero no puede creer en él. Desde las primeras páginas de la novela esto queda claro: "Cada día pasaban menos cosas, y cosas más iguales, como si solo sucedieran recuerdos. [.] Pasaba días enteros durmiendo, soñando vagos sueños, sueños de sorda angustia, persecuciones lentas y repetidas por patios de cemento encharcados de lluvia".
Lo único a lo que aspira Escobar es a escribir poemas en los que quede claro este sentimiento. Gasta páginas y páginas enteras tratando de hacerlo con sonetos, poemas épicos, poemas cortos e incluso ingeniosos haikús como el que aparece en la página 15:
Desde antes de nacer
(parece que fue ayer)
estoy muerto
También prueba suerte con un poema descriptivo dedicado al sol de Bogotá:
Sol puntual, sol igual
Sol fatal
Lento sol caracol
Sol de Colombia
Otro intento fallido. Más tarde escribe un poema-experimento que busca resumir su miedo:
A
a
a
ah
a
h
h
h
a
g
Es un grito que es también un poema. Pero es un pésimo intento porque no es ni un grito ni un poema.
En fin, Escobar trata y trata y hacia el final de la novela logra escribir su Cuaderno de hacer cuentas, un extenso poema que habla sobre la repetición y la inutilidad de escribir poemas sobre la repetición. Desde sus primeros versos queda clara la idea:
Las cosas son iguales a las cosas
Aquello que no puede ser dicho hay que callarlo
Y luego continúa:
El mal es sin remedio: toparnos cara a cara
Con la muerte
El mal es sin remedio
Se nace para eso:
Toparnos cara a cara con la muerte
Finalmente, el poema y la novela dicen lo mismo: que la única literatura que vale la pena es la que parodia la realidad y no la imita. En otras palabras, la literatura que hace caricatura.
4.
Hay tantas y tan distintas cosas que decir sobre Sin remedio. Pero lo fundamental es que esta novela busca ponerse a ella misma en una situación límite, es decir, cuestionar la importancia de su propia escritura. Es la narración de las aventuras de un hombre común que experimenta una crisis, de un hombre que vive un caos y busca una respuesta. Escobar hace un recorrido en búsqueda de un sentido para la creación artística, pero el resultado es un fracaso absoluto porque sus poemas son ignorados y mal entendidos y su vida termina en una muerte absurda. A medida que avanza su búsqueda, su vida y su poesía se van vaciando de sentido y llenando de angustia. La novela es una analogía sobre la impotencia creadora de los artistas. Sin remedio es un texto literario que propone la imposibilidad de escribir un texto literario. Es una novela que juega a destruirse y desvirtuarse a sí misma.
REVISTA SEMANA , domingo 2 de mayo de 2004 / Felipe Restrepo