Ai Weiwei

Ai Weiwei

Es el artista chino más conocido en el circuito internacional, pero también un influyente bloguero al que el régimen trata de acallar. La última vez, con una golpiza que él incluye en su última muestra.
 


Quería ser artista y dejó Beijing, en los ochenta, prometiéndole a su madre que se convertiría en un Picasso. Regresó, una década más tarde, porque su padre, un conocido poeta que había sido desterrado durante la Revolución Cultural, estaba a punto de morir. Weiwei no se había convertido en Picasso, pero había estudiado arte en Nueva York, había tomado más de 10 mil fotos y había aprendido a ganarse la vida en distintos oficios. Para encontrar su lugar en la opresiva Beijing de los noventa, montó galerías alternativas, escribió manifiestos y organizó una exposición que haría de prolegómeno de su producción posterior: alternativa a la debutante y súper controlada Bienal de Beijing, inauguró una muestra de artistas jóvenes y críticos que fue clausurada por la policía. Hoy, una década más tarde, Weiwei goza de una posición que podría de calificarse de privilegiada entre los opositores al régimen. Dice lo que piensa -entre otros, que China se convertirá en un monstruo porque allí se ha perdido toda moral- y lo sube a Internet. A diferencia de otros blogueros, a él lo dejan vivir. Al menos hasta la última vez, cuando le cerraron la página con golpiza de por medio. En Beijing, Weiwei no se convirtió en Picasso, pero sí en Weiwei. Se hizo conocido por sus instalaciones y esculturas, a la vez que por una serie de fotos que lo documenta arrojando una jarra de la dinastía Han al suelo.
Él dice que fue una forma de llamar la atención sobre cómo el régimen trata el patrimonio histórico. Esa es una de sus líneas de trabajo: pinta con llamativa pintura industrial vasijas neolíticas y ensambla muebles antiguos en esculturas. Esas obras, marcadamente conceptuales, llamaron la atención en Europa, donde Weiwei tuvo su primera retrospectiva el año 2004. En paralelo, desarrolló una carrera como arquitecto. No tenía título, pero la construcción de su propio taller le dio una notoriedad que se multiplicó exponencialmente cuando fue contactado por los arquitectos suizos Herzog & de Meuron para que le ayudasen a diseñar el estadio olímpico que se convertiría en imagen de los juegos. Weiwei estuvo detrás del famoso "Nido de pájaro", pero un año antes de su inauguración aclaró a quién quisiera escucharle, que él veía el evento como un circo montado por el régimen y que no pensaba asistir a la inauguración. Su denuncia fue reproducida en diarios internacionales y desde entonces la prensa local se cuida de reconocer su trabajo en esa obra arquitectónica.
Hoy, Ai WeiWei es uno de los personajes más entrevistados en China. Se le pregunta por su obra o por sus opiniones sobre cultura y los corresponsales extranjeros recurren a él como un activista de los derechos civiles. Según el New York Times es el Warhol de China. Cuando le preguntan cómo es que consigue decir lo que piensa sin temor, él dice que ayuda su reconocimiento en el extranjero y, también el publicar la menor amenaza en Internet.  "Si no reaccionase sería más peligroso", explicó al inaugurar una intervención en el pabellón de Mies van der Rohe en Barcelona.
Para su última exposición, una amplia retrospectiva en Munich, tuvo que entrenar la capacidad de reacción. En las salas de Haus der Kunst, emblemático museo construido por Hitler para mostrar "el verdadero arte germano", Ai Weiwei aúna su yo artista con su yo activista. Que la inauguración de la muestra haya estado precedida por una golpiza de la policía china, es un hecho desafortunado que Weiwei transforma en artísticamente productivo.
Por causa de su Blog, un dia la policía llegó en medio de la noche a la pieza de hotel donde se alojaba. "Somos la policía", le dijeron y él preguntó cómo iba a estar seguro de que lo eran. Por toda respuesta recibió un puñetazo. Después de eso se los llevaron detenidos. El objetivo del operativo era impedir que ese día atendiesen un juicio contra otro activista de los derechos civiles en el que iban a testificar.
Al día siguiente, Weiwei inició la investigación sobre quién y por qué los habían mandado a detener. La investigación es directa: cámara en mano, consultando a las autoridades.
No consigue más que documentar con cuántos muros se encuentra el hombre que pregunta.
Mientras preparaba la exposición en Alemania, Weiwei no se sentía bien. Le dolía la cabeza y le costaba concentrarse.
Fue al doctor y lo dejaron internado. Tenía un hematoma, producto de la golpiza de la policía, que había que extraer con cirugía.
Cuando fue dado de alta, unos días después, la noticia había recorrido el mundo. Él mismo se había autorretratado en la cama de hospital y había subido la foto. Volvió a hacerse cargo de los últimos ajustes de la muestra y para cuando la inauguró, todavía tenía un pelón. La organización del museo repartió el diagnóstico médico con timbre del hospital y firma del doctor. A la entrada de la muestra, junto a la gigantesca escultura "Template", que construyó con paredes de antiguos templos chinos, está ahora su parte médico. También la foto que el mismo se tomó, en el reflejo de un ascensor, cuando se los llevaban detenidos. Adentro están sus monumentales instalaciones, sus ensamblajes de muebles antiguos, sus fotografías y los videos en que registra los cambios que vive Beijing.
También hay computadores conectados a un blog del museo, donde Weiwei ha posteado por primera vez en inglés. Ahí se puede leer su última intervención, a mediados de enero, cuando Google anunció que iba a cerrar sus servicios en China, ante la evidencia de que el gobierno interviene las cuentas de sus usuarios. Weiwei tiene una cuenta Gmail, pero aplaude a Google. Dice que el mundo tiene que darse cuenta de lo que pasa en China.
Según The New York Times, Ai Weiwei es el Warhol de China
.


Macarena García