¿Antanas Lockus?
Se cree que [Antonio] Antanas [Moises] Mockus es honrado y culto. No hay tal. Es corrupto e ignaro como Turbay Ayala. Es reaccionario, autoritario, libidinoso y avivato.
Mockus llegó a la primera de sus alcaldías (1995 -1997/ 2001-2003) gracias a los concejales del liberalismo de Ernesto Samper y Horacio Serpa, a quien arrojaría agua durante un debate en Agosto de 1997, mientras Misael Pastrana Borrero permanecía, insepulto, en el Capitolio.
Debe la gloria a sus patanerías como vice y rector de la Universidad Nacional (1988-1993), mudadas en diversión de masas, cuando luego de mostrar su culo a cientos de estudiantes, mearse en otros [“Antanas, jipi recién bañado con tu reforma a otro lado”, gritaban los estudiantes de Manizales] y graduar a una terrorista muerta en acción, con férrea mano y determinaciones verticales privatizó la universidad pública [“Aquí sólo podrán entrar quienes puedan y tengan capacidad”], negó los incrementos salariales a los profesores que no le favorecían, prevaricó con los millonarios fondos para investigación, incrementó las primas de los administradores aceitando las gildas de la facultades , satisfaciendo los apetitos neo-liberales de Alfonso Valdivieso, Ministro de Educación del aperturista César Gaviria Trujillo.
Otras de sus ejecutorias fueron la permisividad [“El que quiera drogarse, que compre y se drogue… el que no, pues que no compre ni se drogue”] con que trató las bandas de narcotraficantes y sicarios que habían invadido la universidad. Aliados y protegidos por las FARC y los ELN [“La universidad es una representación del país”], vendían toda clase de estupefacientes [bareta, basuco, ácido, pepas, mandrax, lemon, metacualona] y armas, asesinaban estudiantes y profesores [Humberto Peña Taylor, Jesús Antonio Bejarano] mientras en los jardines universitarios, en especial el que frecuentaba el satiríaco Mockus, era una fiesta los fines de semana, atendido por una licorera que funcionaba en las mismas barbas de la rectoría.
La reforma universitaria de AM consistió, en últimas, en la legitimación de unas camarillas insaciables de dinero y poder que no existían antes de la Constitución del 91. Ahora nadie puede controlarles porque el único que puede ordenar una investigación sobre la vasta corrupción que impera en la universidad pública es el mismo que la gesta: el rector de turno, llámese Mockus Sivickas, Páramo Rocha, Moncayo Cruz, Palacios Rozo, Fayad Nafah o Wasserman Lerner. Hoy, cientos de mediocres que en la anterior universidad terminaban en la calle, conducen programas cuyo éxito descansa en los millones de pesos que reparten entre los miembros de la secta, llamada ahora grupo de investigación, programa, carrera, etc., que en honor de si mismos han levantado dos “templos ceremoniales” que pueden “disfrutarse” cerca del estado Alfonso López y tras de la capilla.
Vendrá a renglón seguido su elección como alcalde, pretendiendo que lo había sido con independencia de los partidos, pero como demostró Jorge Child, quienes eligieron a Mockus, con escasos 500 mil votos, fueron los acérrimos enemigos [Gaviria, Serpa, Navarro, etc.] de Enrique Peñalosa, que había frecuentado en los talleres que el M-19 llevó a cabo durante las sesiones de la Constituyente de 1991. Inexperto y en poder de otro “tirano” de apellido Barragán, que había sido su ideólogo durante la rectoría, Mockus se vio acosado por los virtuosos chanchullos de su ex secretario general en la universidad y futuro alcalde en el Instituto Distrital de Cultura desde donde se llevaron a cabo los grandes negociados de sus administraciones y por las dificultades para conciliar con los políticos que controlaban el Consejo Distrital debido a sus constantes depresiones en lituano, que aliviaba disfrazándose de superhéroe, comiendo zanahorias, prohibiendo la rumba bogotana, acosando a los taxistas, imponiendo alzas y aparentando un religioso control del dinero público.
Porque a él no iba a sucederle lo mismo que a Juan Martin Caicedo Ferrer o Hisnardo Ardila o Diego Pardo Koppel. Quien iba a pagar los platos rotos eran otros o ninguno, para algo habían ideado la gran maniobra financiera del siglo: la inoculación de millones de millones de pesos en la mente de los bogotanos, allí donde era imposible rastrearlos, porque la educación es más etérea que la fe y la virtud o la moral. La Cultura Ciudadana, una operación diseñada por infalibles según la cual es más costoso descubrir el robo que producirlo. El mismo mecanismo que aplicaron los corruptos en los días finales del comunismo en la Unión Soviética, en Alemania Oriental o en la actual China, donde cada negocio se hace mediante innúmeros contratistas, fragmentaciones, y se usan claves numéricas para las asignaciones de los despilfarros, como ya lo habían practicado en la universidad.
¿Qué ha sucedido para que un personaje de esta calaña obtenga tantos adictos como decían las encuestas, antes de la estruendosa derrota que le ha propinado Juan Manuel Santos Calderón? Estamos recogiendo, nada más y nada menos, que los resultados de las políticas educativas del Frente Nacional y los gobiernos posteriores, incluido el que está acabando. Se trata de una o dos generaciones de colombianos que como el mismo Mockus y sus adláteres nada saben de la historia de su país y mucho menos de los partidos que los han gobernados, todo ello cobijado por la mas inmensa corrupción creada por la paridad de Alberto Lleras Camargo, la milimetría de Guillermo León Valencia y medio siglo de narcotráfico. Y hay quien afirma ahora, que sus 3 y medio millones de votos provienen de los estudiantes y la clase media que está sumamente enojada con el fin de la dosis personal aprobada por el gobierno del Doctor Uribe Vélez.
Moisés habla, precisamente, para ellos y por ellos. Son los hijos de unas familias cuyo único propósito ha sido vivir lo mejor posible dando la espalda al dolor de los inocentes y los desheredados. Mockus es su ejemplo. Hijo de una pareja de emigrantes perseguidos por las guerras imperialistas del nazismo, sometido a las tradiciones católicas de un país aplastado por Stalin, con el látigo de su maestro, Jousas Zarankas, un lituano que controló con férrea mano y alucinado por el licor la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional por medio siglo, vinculado desde su juventud a extraños grupos de poder inspirados en las sectas religiosas ilustradas que eligieron como papa a Juan Pablo II y todavía controlan vastos sectores de la educación privada en Colombia, Mockus-Moisés sólo encontró en la ecolalia y la excentricidad ["Cuando las palabras se agotan, queda el arte"] la escalera para alcanzar el poder que su ego ambicionaba. Por eso su peor enemigo son los debates públicos con gentes que conocen la historia, la lengua y la cultura de una nación que Moisés ignora, porque su patria es el Lituano, una lengua sin asidero entre nosotros.
Mockus es un iluminado, un lelo que puede conducir la nación a una catástrofe. Nada sabe de las ciudades, nada de sus habitantes, nada de sus ríos, nada de sus campesinos, nada de nada. Su mundo es la elucubración por la elucubración, el alivio que producen en un atormentado como Kant los alucinógenos, que nunca ha abandonado.
Por ello mostró su culo a un grupo de estudiantes, se orinó sobre unas muchachas, se burlaba del general Harold Bedoya, entonces Comandante General de las Fuerzas Militares, casó sobre un elefante en un circo, se viste de superhombre, mandó hacer un chaleco blando con un hueco en forma de corazón, canta rap tap rap, se hace azotar de un chamán para recibir castigo por dejar la alcaldía en manos de otro, despidió a 3.200 policías de tránsito que cambió por mimos, iba en calzoncillos y bicicleta a los consejos distritales, dice que hay que acabar con el ejército, negociar con las FARC intercambiando girasoles, exalta a Chávez, promete extraditar a La Haya al ex presidente Uribe, Juan Manuel Santos y el General Padilla de León mientras erradica la corrupción, él que se inventó el método para no poder detectarla hablando, dia y noche, como cualquier predicador desde el pulpito, de perdón, culpa, tentación, lo sagrado y lo profano.
Antanas Mockus es un Hamelnita que se ahogara junto con las miles de ratas que oyen su flauta.
Harold Alvarado Tenorio
Organizadas como grupos de investigación por, digamos: Carlos Augusto Hernández, Guillermo Hoyos, Guillermo Páramo Rocha, Gustavo Montañés Gómez, Jorge Hernán Cárdenas, Paulo Orozco, Raúl Barragán, artífice de sus bufonadas y rector y alcalde en la práctica, Rocio Londoño, Rubén Sierra o el cura Alfonso Rincón.
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