José Miguel Ullán era hombre de apariencia bronca y aún esquiva, aunque en su intimidad era cordial y con mucho sentido del humor. Poco dado a los encuentros plurales, había dejado crecer alrededor suyo la leyenda de poderoso sombrío dispuesto a arrollar a sus enemigos. Por eso, en su época más activa, la gente del mundillo literario le conocía como el Malo. Creo que a él le gustaba esa aureola de hombre difícil. Era esencialmente poeta (aunque no sólo) y sus tres primeros libros estarían en la estela de la poesía social: El jornal, Amor peninsular (1965) y Un Humano Poder (1966) , el año que se exilió en Francia.
Nacido en Villarino de los Aires en 1944, en 1966 se marchó a París por desacuerdo con el franquismo y por no querer hacer el servicio militar. Allí estuvo 10 años, haciendo cursos en la École Pratique des Hautes Études y dirigiendo las emisiones en español de France Culture. Al regresar a España comenzó una tarea muy variada a menudo relacionada con las artes plásticas. Fue subdirector de la revista Guadalimar, dirigió un programa en TVE llamado Tatuaje y otros dos programas en RNE. En 1972 -en Las Palmas de Gran Canaria- había publicado Maniluvios.
Por entonces era ya muy amigo de José Ángel Valente, al que antologaría tiempo después. Al volver a España, publicó De un caminante enfermo que se enamoró cuando fue hospedado (1976) y ese mismo año Alarma. Como finalmente fue obligado a hacer el servicio militar, de ahí saldría el poemario Soldadesca (1979) que ilustraron muchos artistas plásticos amigos. Desde Enrique Brickmann o Eduardo Chillida hasta Antonio Saura, Tàpies o Zóbel. Además de colaborar con músicos, hizo ediciones de poesía -frecuentemente, de sus propios libros- ilustradas por pintores y escribió libros sobre otros artistas.
Su poesía raramente es convencional. Un tratadista la haría entrar en los apartados de poesía experimental o poesía visual: abundan los tachados, las frases cortadas, las imágenes, los ideogramas que a veces no lo son, etcétera. Como en Manchas nombradas (1984), Rumor de Tánger (1985), La dictadura del jaykú (1993) y varios más, entre los que destacó Tardes de lluvia/Animales impuros, editado en México en 1995. Órganos dispersos (2000), Ni mu (2002), Con todas las letras (2003), hasta llegar a la reunión de su poesía completa, editada este año, bajo el título de Ondulaciones. De cuando en cuando con ráfagas meditativas o líricas.
Además de su labor literaria y de colaboración plástica, ilustraciones y poesía visual, Ullán fue subdirector de Diario 16, donde fundó y llevó el suplemento literario Culturas, lleno de colaboraciones mexicanas, pues tuvo siempre estrechas relaciones con México, tanto que el recientemente desaparecido Rafael Conte (que era amigo de Ullán) solía decir: «Culturas, el primer suplemento cultural de México en España».
Fue en ocasiones columnista de El País, y fundó dos colecciones de poesía: Poesía/Cátedra, de esa editorial, y Ave del Paraíso, enteramente propia. Casado y con dos hijas, Ullán se divorció -singular en todo- para vivir con Manuel Ferro, que conocía desde los primeros años 80, y que era su compañero silencioso e inseparable y con el cual contrajo matrimonio recientemente.
Aunque a Ullán no le importaba acercarse a temas de muchos (así la copla, dicen que llegó a hacer alguna canción para Rocío Jurado), lo suyo era la continua indagación en una poesía y un arte esencialmente para pocos. Le viene bien por ello el título que él mismo puso a su prólogo a la antología de Valente Noventa y nueve poemas (1981): De la luminosa opacidad de los signos. Por cierto, su amistad con el hipersensible Valente, terminó truncada.
A Ullán le gustaba aparecer como raro y difícil, aunque no sería extraño encontrar entre sus líneas o grafismos un deseo oculto de proximidad. En cualquier caso resulta evidente que hizo muy bien lo que hizo, y que en las formas exclusivas y apartadizas de su trobar clus fue un maestro, un hombre de innegable y arduo talento. Fue uno de los caminos de la modernidad plural, que quizá él mismo no reconocía.
José-Miguel Ullán murió en Madrid el 23 de Mayo de 2009.
Luis Antonio de Villena |
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