Los nuevos poetas chinos

Yu Jian

Xi Chuang

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Aunque la cultura china remonta alrededor de cinco mil años atrás, lo cierto es que la literatura china moderna no tiene más de cien años de historia. Su momento fundacional remite al Movimiento del 4 de mayo de 1919, y concretamente a la introducción en la literatura china del baihua (la lengua vernácula) por parte de Lu Xun y otros intelectuales influidos por la cultura occidental. El baihua, la lengua realmente hablada, vino a sustituir al chino clásico y de esa manera a cortar con una tradición que se había mantenido casi inalterada desde la época de Confucio.
Al tiempo que adoptaban la lengua vernácula, los poetas chinos modernos como Xu Zhimo y Li Jinfa, influidos por sus lecturas del romanticismo inglés y el simbolismo francés, dejaban atrás las formas y estilos de la poesía clásica china y experimentaban con el verso libre y el soneto. Así, la poesía china moderna nacía en medio de un abismo: separada de su propia tradición milenaria, se encontraba con un vacío que sólo parecía poder llenarse por medio de la tradición occidental.
Con la llegada del comunismo se produjeron grandes cambios en el campo literario y en el sistema editorial en general: el primero quedó subsumido bajo la órbita de la Unión de Escritores y el segundo fue centralizado y quedó en manos del Estado. La censura contra los que no seguían la línea del Partido se fue haciendo cada vez más fuerte, llegando a su pico durante la Revolución Cultural, cuando escritores e intelectuales en general fueron enviados al campo como parte de un programa de reeducación. Sin embargo, en medio de la Revolución Cultural se estaba gestando el nacimiento del segundo gran movimiento poético en la China del siglo XX.
Así, hacia finales de la década del 70, algunos jóvenes poetas que habían sido Guardias Rojos pero luego se habían sentido decepcionados por la política maoísta, se agruparon alrededor de la revista Jintian (Hoy) y formaron lo que después fue llamado, despectivamente, Menglong shiren, algo así como poetas oscuros, un nombre que hacía referencia al carácter hermético y alegórico de sus poemas.
Jintian fue prohibida en 1980 y la mayoría de los poetas oscuros se exiliaron después de los suce­sos de 1989 en Tiananmen. Sin embargo, la década del 80 fue una época de oro. Los recitales de los poetas oscuros convocaban salas llenas y ellos eran en cierto modo como estrellas de rock. Según se dice hoy en chiste: si en los ochen­ta una persona en la calle gritaba "¡Eh, poeta!" había cien que se da­ban vuelta. En esa época, también, surgieron una gran cantidad de revistas no oficiales que crearon redes de poetas a lo largo de todo el país, mantenidas a través de la correspondencia escrita.
Durante esa década, surgieron vo­ces de una generación más joven, a los que ya no les seducía la figu­ra del escritor-héroe enfrentado al sistema, propia de los poetas os­curos. Son poetas que hoy tienen entre cuarenta y cincuenta años y varios libros publicados. Algunos escriben una poesía más ligada a la vida cotidiana y al lenguaje co­loquial, como Yu Jian, un poeta de la provincia de Yunnan, ubicada al sur de China, que durante la Revolución Cultural pasó cinco años en una cinta de montaje, o Han Dong, un poeta de Nanjing, cuyos poemas hablan de situaciones co­tidianas, como el entierro de un gato, en un lenguaje sencillo, des­provisto de alegoría.
En los noventa, a medida que se expandía la sociedad de con­sumo, la poesía se retrajo frente a una industria cultural y de en­tretenimiento con la que no podía competir. La poesía había estado en el centro de la cultura china al menos desde la época Tang, pero ahora de golpe comenzaba a que­dar cada vez más acorralada en los márgenes. Esto, por otro lado, no era necesariamente negativo pa­ra los poetas, que con la pérdida de visibilidad ganaron al mismo tiempo mayor libertad.
En un medio así cada vez más chico donde los lectores se evapo­raban, los poetas, paradójicamen­te, proliferaban cada vez más: poetas como Xi Chuan, del grupo de los "intelectuales" o como Xiao Kaiyu, de Sichuan, que introdujo en la poesía china un tono narra­tivo, o como Yang Jian, un poeta budista de la ciudad de Maanshan cuyo proyecto, crítico del paisaje social y cultural generado por la modernidad y las políticas comu­nistas, busca crear un puente con la tradición de la poesía clásica chi­na. Muchos de estos poetas publi­can en pequeñas revistas y libros que circulan fuera de las librerías, de mano en mano, de manera subterránea, o en innumerables sitios y revistas de Internet. En los márgenes tanto del circuito oficial como de las editoriales en busca de rédito comercial, está pasando lo mejor de la poesía (y de la lite­ratura) china.

Poemas inéditos

Xi Chuan
(Xuzhou, 1963)
Mi abuela

Mi abuela tosió,
y mil gallos se despertaron.
Mil gallos cacarearon,
despertaron a diez mil personas.
Diez mil personas salieron del pueblo,
y los gallos del pueblo aún cacareaban.
Tosiendo aún,
mi abuela hablaba de su abuela,
su voz cada vez más débil.
 Parecía la voz de la abuela
de mi abuela cada vez más débil.
Mi abuela habló
y habló hasta que se detuvo,
cerrando los ojos.
Pareció como si la abuela
de mi abuela
hubiera muerto recién entonces.

Han Dong
(Nanjing, 1961)
Duelo por un gato

Enterramos al gato.
Enterramos también a las hermanas del gato.
Sacudimos la bolsa de papel para esparcir el polvo
Llevando una pala caminamos hacia la montaña del otoño
 movemos una piedra de lugar y nos ponemos al sol.
Vamos de viaje
visitamos el mercado de He Ping
y en un mostrador con conservas
vemos un gato muerto a la venta.
Te contamos por carta
la noticia magnificando la muerte,
pero en el momento
en que alcanzamos tal grado de conciencia
ya estamos completamente recuperados.


Yang Jian
(Maanshan, 1967)
Templo Zhen Shan
 
¡Qué distendido parece el banano!
 
Un perro ladra, mordiendo sus propias pulgas,
y cansado de ladrar más tarde se tira a dormir.
 
Una chica da vuelta las hojas de loto,
mientras su hermano va con un balde hacia la huerta;
todo alrededor, montañas, montañas,
como el hábito abierto de un monje.

Unos campesinos cavan en el campo de ajo,
y la luz penetra en la tierra:
así es cómo los muertos obtienen la felicidad.
 
El barro extraído del fondo del estanque
se apila junto al borde:
vivimos en una época llena de revelaciones.

Darío Rojo

Traducciones de Miguel Petrecca