Víctor Mantilla

De la ciudad

Miremos esta tierra
que ha dado nuestros frutos de asfalto,
viviendas construidas con el humo
de antiguos manantiales
donde duerme el cuicapicque
áspero de un nopal hirviente
que recuerda la nostalgia
de haber sido camino.

Mira como circula
el pulso irregular de su marasmo:
la ciudad ha brotado desde el centro
y se adhiere al común de las pisadas,
mide con paso duro el horizonte,
se comprende en la voz de una mirada,
alimenta su aliento
con todos los escapes,
los incendios de fénix carbonado
predicando con gritos multiformes
los sofismas del dios de lo gerundio.

Si toda existencia fuera eterna

Si toda la existencia fuera eterna
la mosca haría un hueco en la ventana,
un árbol crecería hasta las nubes,
en una sola rama
cabrían los jardines babilónicos
y nunca construiríamos pirámides.

Si la vida siguiera para siempre
quedaríamos sordos con el llanto,
alumbrar fuera rito de los túmulos,
el recuerdo sería un lujo raro.

Si estuviéramos juntos para siempre
nos haríamos costra de la mano,
me escondería en mí para no verte,
te olvidaría al fin, para acordarme.

Si fuéramos eternos e inmutables
nos tragaría el mundo de la nada,
estaríamos sólo diluidos.
Seríamos solubles en el tiempo.

Entropía

¡Que nadie vino al mundo para nada!
Ni siquiera hay metáfora del hombre,
ni infinito continuo que lo nombre:
no es el cosmos de lágrima anudada.

Se ha buscada en el filo de la espada,
en el lánguido escudo del renombre,
pero nunca hemos visto que se asombre
un pedazo de tierra enamorada.

Si las cosas carecen de sentido
la metáfora reina el universo
y la música inicia todo ruido

para vernos nacer desde algún verso
y contarnos la historia de un sonido,
pero nunca hay razón en el esfuerzo.

Arcanos

¿Cómo, coño, se encuentra la sustancia
de un aliento que hoy busca hacerse canto,
cómo cubre el impulso (agreste manto)
tenue o caleidoscópica fragancia?

¿Es preciso saber de nigromancia
para ver en los túmulos el llanto,
en las huestes del verbo el esperanto,
o en las yemas del tiempo la distancia?

¿Cómo ser el sin fin de madrugadas,
el desván de los cuerpos disecados,
un tañer de silencio en los candados

o una lluvia de voz en marejadas?
¿Cómo ser una parte de los muros?
¿Cómo ver en las piedras los conjuros...?

Minucias

Un sonido que, pálida la frente,
pretende ser escucha de sí mismo.
Callando sólo encuentra
el canto de ese grillo que no duerme,
el viento que le zumba a los rincones
de la calle, tormentas
de minucias oscuras que acometen
a esa noche y a un verso desvelado.
Entonces silba y se comprende un poco,
se sabe, se es y palpa en una mueca
capas de llanto o risa.
Se cubre en su sonido, que es él mismo,
se vuelve otra minucia de la noche
y acomete de pronto a un escribano.


Víctor Mantilla (Ciudad de México, 1983). Los poemas que publicamos pertenecen a su libro inédito Tropos y entropismos. Es coautor de la Antología histórica de la poesía mexicana del siglo XX que aparecerá próximamente bajo el sello del Fondo de Cultura Económica.

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