Todo escritor, debe partir de una concepción del mundo, que esté basada en una filosofía. Me atrevería a decir que un trabajador de la cultura sin formación ideológica, es un ser que no comprende su pasado histórico, y que no verá el reflejo luminoso o claroscuro del futuro. Eduardo Gómez está imbuido en la dialéctica. En su poesía, vista como un todo unitario, se refleja un prisma de colores diversos, enriquecido por una concepción contundente del mundo, que hace de su poesía una muestra clara de su capacidad conceptual:
«todos devenimos hacia un Agujero Negro
primero como pequeña historia irrepetible
y que para siempre
pasa dejando apenas huella
y luego fundidos con la inmensidad anónima
como circulación secreta por el infinito».
Existe uniformidad de criterio y secuencia lógica en su obra, producto de la erudición del poeta quien asimiló la literatura alemana, así como la francesa, con tanta emoción que estas, lo han subyugado hasta la saciedad.
«Pronto los sueños de la noche huirán a sus cavernas/ con sus increíbles aventuras de pálido diseño». Poesía que emerge del fondo de los «sueños» del hombre. Hay una angustia vital por la actuación contemporánea del ser, una visión que solemniza la capacidad del mismo para construir la búsqueda en otros estadios donde se pueda encontrar o recrear la felicidad.
«Quizás impregnaremos un rayo de sol/ y flotaremos sollozando con el viento y la lluvia/ alguna vez fue nube la materia/ que luego de milenios devino en nuestro cuerpo». Su poesía tiene forma material, es palpable, riñe con el facilismo tan en boga entre poetastros de otrora y de hoy. Gómez nos mete de lleno en su poesía para sacar la conclusión que nos define palpablemente su intención, la cual, no es divertir, es hacer pensar, penetrar. He ahí la misión del poeta que registra su intensidad de una manera metafórica, pero entendible a todas luces, dentro del marco de las situaciones preceptivas.
Eduardo Gómez nació en un pequeño pueblo boyacense, a la orilla de un pie de monte, que insinúa el paso hacia la llanura. Pueblo de aire caliente, refrescado por las brisas montañeras de onda raíz bucólica, pródiga en vegetación. De adolescente se inició en lecturas serias de poetas y escritores que le insinuaban sus mayores: Tolstoi, Ruben Darío, Neruda, mas tarde Marx, Nietzche, Sartre, Goethe y Thomas Mann. También los simbolistas a partir de Baudelaire. Como admirador de Brecht, se inició en la crítica teatral, después de estudiar seis años literatura y dramaturgia en Alemania. Ha sido duran te mucho tiempo profesor de literatura, director de revistas, y poeta, esencialmente poeta.
Jorge Ernesto Leyva <<< Volver |