El centenario de Salvador Novo
por Daniel Balderston

Hace unos meses en ciudad de México se celebró en grande, en el Palacio de Bellas Artes, el centenario del naci- miento del poeta y cronista Salvador Novo (1904-1974).
El gran crítico cultural mexicano Carlos Monsi- váis, quien publicó en 1998 las memorias escandalosas de la adolescencia y juventud de Novo, La estatua de sal, y el libro crítico más importante sobre Novo, Salvador Novo: lo marginal en el centro (México, 2000), fue de los que hablaron en el homenaje. En una entrevista con Luís Tovar, dijo Monsiváis: «A estas alturas, el personaje y el escri- tor ya no son escin- dibles y, en la medida en que es conocida, la leyenda siempre se añade a la lectura de la obra, lo que reite-radamente lleva a recordar la leyenda» («El desafío literario de Salvador Novo, La Jornada semanal no. 493, 15 de agosto de 2004).
Lo que llama la atención en la poesía de Novo –una poesía pulcra, cuidada, muy escasa en comparación con los miles de páginas de sus crónicas— es la manera en que la escritura autobiográfica (La estatua de sal sobre todo) obliga a leer la poesía de Novo en tono directo.
A diferencia de la poesía de los otros «contemporáneos» (José Gorostiza, Xavier Villaurrutia, Jaime Torres Bodet entre ellos) la de Novo no aspira –o no aspira solamente— al estatus de una «poesía pura» marcada por Paul Valéry: objetos verbales pulcros, autónomos, cerebrales. La poesía de Novo marca la irrupción del cuerpo: el cuerpo masculino, en contacto con los de otros varones. Si Nocturno de los ángeles de Villaurrutia (1936) marca tal vez el momento más alto de la poesía homoerótica latinoamericana, es también una poesía donde los cuerpos varoniles de los californianos son observados no por Villaurrutia sino por los visitantes celestiales del título del poema, que al final del texto «cierran los ojos para entregarse mejor a los goces de su encarnación misteriosa,/ y, cuando duermen, sueñan no con los ángeles sino con los mortales» (Villaurrutia, Obras, México, 1953, pág. 57). En cambio, un texto de Novo de la misma época está dicha claramente en primera persona:

Junto a tu cuerpo totalmente entregado al mío
junto a tus hombros tersos de que nacen
las rutas de tu abrazo,
de que nacen tu voz y tus miradas, claras y remotas,
sentí de pronto el infinito vacío de tu ausencia.
Si todos estos años que me falta
como una planta trepadora que se coge del viento
he sentido que llega o que regresa en cada contacto
y ávidamente rasgo todos los días un mensaje que nada
contiene sino una fecha
y su nombre se agranda y vibra cada vez más
profundamente
porque su voz no era más que para mi oído,
porque cegó mis ojos cuando apartó los suyos
y mi alma es como un gran templo deshabitado.
Pero este cuerpo tuyo es un dios extraño
forjado en mis recuerdos, reflejo de mí mismo,
suave de mi tersura, grande por mis deseos,
máscara
estatua que he erigido a su memoria

(Novo, Poesía, México, 1961, pág. 86)

Aquí la relación del yo con el tú (y con el «el» recordado que parece habitar el cuerpo del «tú») se narra sin ambages: también sin indicios de género gramatical, pero la reiteración de «tersura» que los describe a los dos («tus hombros tersos», «mi tersura»), y la presencia del «él» ausente en el tú presente definen un mundo masculino.
Esto ocurre también en Seamen Rhymes (1933), donde el título del poemario ya anuncia no sólo los marineros, objetos de deseo, sino el derrame de semen. En la segunda parte de ese breve poemario, uno de esos marineros, Neville Charles Rogers, le habla (en inglés), y la conversación está claramente marcada por el voyeurismo de las dos partes:

You are one of them passengers
You’re traveling [sic] on this boat for some reason,
For business
Or just because you want a vacation
And you enjoy yourselves thoroughly.

We see you at night
Dancing on deck
Or having swell drinks at the bar
Or may be you stare at us
Because you wonder
About real life
And men who work for a living
As we do.

(Novo, Poesía, pág. 101)

Y el marinero le confiesa a su interlocutor –al poeta— «Sometimes at night/ I feel kind o’ lonesome» (pág 103), que es una especie de invitación.
Otro texto de 1933, Romance de Angelillo y Adela, es una versión ficcionalizada del encuentro de Novo con el gran poeta del momento, Federico García Lorca, en Buenos Aires. En una crónica de viaje Novo describe las circunstancias de su encuentro con Lorca (véase mi libro El deseo, enorme cicatriz luminosa: ensayos sobre homosexualidades latinoamericanas, Rosario, 2004, págs. 57-58); el poema alude a ese encuentro con humor camp:

Porque la Virgen lo quiso,
Adela y Angel se encuentran
en una ciudad de plata
para sus almas desiertas.
Porque la Virgen dispuso
que se juntaran sus penas
para que de nuevo el mundo
entre sus bocas nacieras,
palabras de malagueño
—canción de mujer morena—,
torso grácil, muslos blancos
—boca de sangre sedienta.

(Novo, Poesía, 105-06)

En 1954 Novo publicó una plaquette con sonetos pornográficos, los XVIII Sonetos, para circulación privada entre sus amigos. Este libro, reeditado primero en 1986, se incluye como apéndice a la edición de La estatua de sal que publicó Monsiváis en 1998. Quisiera terminar citando un par de esos sonetos, notables no sólo por lo que nos revelan de las costumbres sexuales en México (y en específico de relaciones entre hombres de élite con choferes, policías y elementos del hampa) sino por la revelación –teatral, patética y cómica— del poeta, maquillado «con productos Rubinstein» (La estatua de sal, pág. 127), recordando con nostalgia al amado «porque hace una semana que no cojo» (pág. 132), masturbándose (págs. 123, 133), y asegurando al otro que «cuando partas/ te llevarás un poco de dinero» (pág. 134). Porque Novo –viejo, decrépito, famoso— se hace muy presente en estos poemas:

II
Si yo tuviera tiempo, escribiría
mis memorias en libros minuciosos;
retratos de políticos famosos,
gente encumbrada, sabia y de valía.

¡Un Proust que vive en México! Y haría
por sus hojas pasar los deliciosos
y prohibidos idilios silenciosos
de un chofer, de un ladrón, de un policía.

Pero no puede ser, porque juiciosa-
mente pasa la doble vida mía
en su sitio poniendo cada cosa.

Que los sabios disponen de mi día,
y me aguarda en la noche clamorosa
la renovada sed de un policía.

(Novo, La estatua de sal, pág. 124)

XVIII
Nos volvemos a ver. Año tras año
soñé con encontrarte en mi camino.
¡Sol de mis ojos, luz de mi destino!
¿No quisieras, mi bien, tomar un baño?

Nos encontramos uno al otro extraño:
Gordo tú, flaco yo —¡mundo mezquino!
Y me complace ver —¡oh, desatino!—
que hay cosas que no cambian de tamaño.

Te quiero como antaño te quería:
con pasión, con dolor, con amargura,
cual si este siglo hubiese sido un día.

Quiero corresponder a tu ternura:
Levanta tu barriga, vida mía,
que me voy a quitar –la dentadura.

(Novo, La estatua de sal, pág. 140)


El texto de homenaje que publicamos, fue escrito para esta edición, por Daniel Balderston, profesor titular de la cátedra de literatura latinoamericana en la Universidad de Iowa y Presidente del Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana.

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