La poesía de Iosiph Brosky se ocupa de asuntos metafísicos y religiosos sin desvincularlos de situaciones concret as en la vida y la historia individuales.
Son, en su mayoría, poemas irónicos que miran los actos y el significado de ellos para desacralizar los gestos y pretensiones humanas. Es la vida individual, los problemas de cada uno lo que interesa a Brodsky, para con la poesía, crear nuevos comportamientos, nuevas éticas.
Para Brodsky el lenguaje constituye la materia vital de la eternidad y la poesía, la mas alta expresión de los lenguajes, un regalo de esos cosmos expresivos que hacen que el hombre traspase los tiempos a pesar de la muerte.
La poesía, lo sabemos, no hace al hombre mejor o peor, pero sí más libre, y la libertad es el único instrumento contra los poderosos y sus cantos de sirena.
El poeta es un instrumento del lenguaje, dijo Brodsky al recibir el Nobel, un artesano de la palabra, un maestro de la lengua. Pero además, es la mas perdurable forma de la vida, porque está hecha de tiempo y de las modulaciones que este imprime a seres y cosas haciendo llevadero nuestro tránsito hacia la muerte.
Arte de la memoria, la poesía congela el paso del tiempo, eterniza los instantes de una vida, la arquitectura o la historia y ofrece al futuro lector las varias interpretaciones que sobre gentes y vidas sabrá inaugurar quien lea de nuevo. De allí que sus asuntos sean hondas respuestas y preguntas sobre lo pasajero, la inseguridad de la vida, la incuria del tiempo, la vida creciendo hacia la muerte, los sueños y las roturas.
Aun cuando la árida y desencantada poesía de Wystan Hugo Auden fue una de sus más notorias influencias, su estilo fue una reacción contra los simbolismos y peripecias sintácticas, misticismos, teosofías y ocultismos que ahogaron la poesía rusa de posguerra. Brodsky rechazó con los Acmeístas -(Akhmatova, Tsvétaieva, Mandelstam, Kuzmine y Gorodesky)- el mundo como un sistema de signos, y se enfrentó a la realidad con plena conciencia para no caer en el juego surrealista de la escritura automática.
Brodsky fue un poeta de lo material y lo palpable. El cuerpo y el ánima, la infinita complejidad de nuestro organismo, es el sujeto primero de sus poemas. Por ello su poesía se convierte en otra forma de la vida porque la lengua, como ha dicho Antonio Ortega, con sus cesuras y silencios, tensión subordinada y atrevidas anáforas conforma nuestra identidad y nuestra voz.
Otra de las virtudes de Brodsky fue su habilidad para trabajar, como hiciera Xavier Villaurrutia, con modelos, sometiendo la inspiración a los rigores de la técnica. Pero como poeta del siglo de las vanguardias, Brodsky también levantó su obra a partir de esos fragmentos de la realidad que acumulaba en su memoria. Muchos de sus poemas, líricos y rimados, ofrecen una textura construida de despojos, de desperdicios que el poeta ha ido recogiendo en el vasto e inutil mundo. Quizás por eso Auden llegó a calificarle de artesano. Brodsky trabaja con variados metros y rimas. Pero no es sólo artesanía, pues ha bebido con eficacia en las fuentes de la poesía contemporánea. En su obra es evidente el conocimiento de la poesía europea desde la Grecia clásica a Kavafis y Eliot y de autores estrictamente contemporáneos como Auden o Miloz.
Brodsky nació en San Peterburgo, entonces Leningrado, en 1940, hijo de un marinero judío y de una secretaria. Pasó su niñez en su ciudad natal, pero a los quince años abandonó la escuela y tuvo más de una docena de variados empleos. Cuando tuvo dieciocho comenzó a escribir sus primeros poemas, que fueron elogiados por Anna Akhmatova. A los diecinueve conoció la cárcel, tres años más tarde fue de nuevo puesto en prisión y a los veinticuatro fue condenado, -por "parásito social",- a cinco de trabajos forzados en Arkhangelsk, al norte de Rusia, pero pagó sólo dos hasta Noviembre de 1965. En 1972 abandonó la Unión Soviética y viajó a Viena y Londres.
A pesar de ser una figura conocida en Leningrado y Moscú, -cuatro de sus poemas habían sido incluidos en antologías rusas a mediados de los años sesenta-, su poesía fue mejor difundida en Occidente, especialmente en los Estados Unidos, donde fue considerado uno de los grandes poetas del siglo veinte. Antes de recibir el premio Nobel en 1987 sus poemas ya habían sido traducidos a mas de diez idiomas, y publicados en grandes editoriales como Penguin, Harpe & Row, Gallimard, Piper Verlag y Versal.
Quizás sus libros mas celebrados sean End of the Beautiful Era (Ann Arbor, 1976), A part of Speech (Ann Arbor, 1977), New Stanzas to Augusta (Ann Arbor, 1983), To Urania (Ann Arbor, 1987), y Wiew with a Flood (Dana Point, 1996).
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