Final de una pareja
Adiós
Uno aparta sus objetos
el otro sus emociones
Hacen sus maletas
Ponen sus recuerdos
sus momentos de alegrías y dolores
los sacrificios consentidos
y las mentiras
que quisieron creer
Los entierran profundamente
bien ocultos bajo las horas
de los días que creyeron nuevos
con las fotografías amarillentas
en blanco y negro
de antes del color
que pensaban inalterables
Colocan la maleta
en un lugar inaccesible
La olvidan
Ahí son preparados
para una nueva vida
no sabiendo aún
el lugar que se les concederá
Vuelven la espalda
se exilian en la Siberia
de su indiferencia
Se van sin darse vuelta
magníficos fingiendo ignorar
que la vida es redonda
como la tierra
y que se termina siempre
por dónde se empieza.
El inesperado
Vendrá el Inesperado
el leñador del otro repecho
Su sombra cubrirá la ciudad
Surgirá debajo del zócalo de la vida
cuando menos le espere
Alas abiertas como guadañas
volverán arriba de mi cuerpo
gozando del olor generoso
de mi sudor y mi sangre
mis humores y mis secreciones
Surgirá de mis heridas
Quemará mis vendajes
Encenderá sus fósforos en mis polvos
Más duro que un cuchillo
para abrir la ostra
perlera de la noche
cortará el nudo
que me liga al presente
Entonces romperé mi cáscara
Descartaré mis paréntesis
Me liberaré de los límites
Lanzaré a las ortigas mi disfraz de globo
Vestiré el cuero del cuerno de los elefantes
y no temeré mas las picaduras
de los enanos que me examinan
como se observa caer
la nieve en verano
Sé que surgirá
el Inesperado el instrumento del destino
el grifo cabeza de efebo
el Gran Inquisidor que desentierra los ídolos
Entonces como uno se desembaraza de la bolsa vacía
de un golpe de hombros en una esquina
renunciaré a mi mismo
Me desharé de mi peso
Negaré mi raza de empresario
Quemaré mis papeles
Sé que vendrá
Ya que si no tuviera
fijada en mi esta punta
la certeza de ser germen
sería mejor rasparme
rasparme hasta el hueso
Sería mejor entregarme
a la tierra que deshuesa
No pido la felicidad que adormece sino el éxtasis que consume
No pido el placer que sumerge sino la angustia que atenaza
No pido el olvido que alivia sino la inquietud que penetra
No pido la renuncia que pavimenta sino la impaciencia que estropea
No pido la indiferencia que elude sino la indignación que molesta
Guardan para ustedes los regalos de la vida
la tierra prometida y sus espejismos
las arpas de la lluvia la blancura que fascina
la chispa del gusano reluciente
Pero déjenme la sonda y el taladro
Déjenme la duda y el descontento
el dolor que despabila y la angustia que excava
Soy un erizo de mar al acecho de aquel que se mueve en mi sueño
que me roza de su ala
que va a volar con un trozo
de mi hígado en su pico Poesía
No busques la poesía
dónde crees poder encontrarla
No esta allá
La poesía odia el ruido
Es una casa abandonada
que se encuentra al desvío
de la senda donde se extravía
La poesía es la frase olvidada
que surge de repente en la memoria
para recordar al adulto
que en él duerme un niño
La poesía es este alcohol
que no se puede definir
ni su sabor ni su efecto
La poesía es un fuego
que quema sin consumir
Es la visitadora de la noche
que surge sin anunciarse
La poesía es una imagen
que una sola mirada halaga
Es la pasarela frágil
echada sobre el abismo
entre dos cumbres inviolables
La poesía es indomable
muere pronto si se enjaula
pero sus pasos son indelebles
Oculta su fuga de sepia
antes de secarse la tinta
Las cuatro estaciones Primavera verano otoño invierno
Hay de la gracia en la llama
de la generosidad en la brasa
del sueño en el humo
y del remordimiento en la ceniza
Jean Dif (Saint-Sandoux, 1934) viajero impenitente, ha publicado, entre otros libros, La Voix Publique (1956); Kaléidoscope (1996); Variations (1999) y Eglogues Printanières (2005). Sus poemas fueran traducidos, con la ayuda de su autor, por Umberto Cobo.
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