La poesía gallega y la brasileña tienen una semejanza importante: ambas son jóvenes, si las comparamos con otras tradiciones.
La poesía brasileña sólo comienza verdaderamente a nacer, así como la gallega, gracias al influjo del romanticismo, que en Galicia fue algo tardío. Galicia, debido a circunstancias muy diferentes, solamente vio florecer su poesía con el Rexurdimento. De esta manera, la poesía específicamente gallega se inicia con Rosalía, Curros y Pondal, los tres, además, importantísimos en la poética de Xosé Lois García.
Igual que la brasileña, la poesía gallega es, en su origen, poesía de colonizados. Pero la semejanza entre la poesía brasileña y la gallega para ahí. Las experiencias artístico-literarias por las cuales los países europeos pasaron a lo largo de siglos fueron todas reproducidas en Galicia, que por entonces se vivenciaba el placer de crear por la fuerza del verso. Y para volver al escenario a un más excitante, expresiones típicamente gallegas surgirán y se sumarán a las vanguardias y a los anacronismos, ambos activos (y productivos) al mismo tiempo, por veces en un mismo poeta o hasta en un mismo poema. Poesía social, neotrovadorismo, poesía erótica-amorosa, surrealismo, poesía rural, poesía urbana, etc
Es en esta maraña de voces, cánticos, gritos y susurros se localiza la poesía de Xosé Lois García, cuya propuesta inicial está marcada por una nítida inclinación social, a la manera de lo que por entonces se tenía como lo mas característico de la poesía gallega. Pero no podemos olvidar que en 1972 García escribió una de sus obras más felices, «Cancioneiro de Pero Bernal», publicada apenas en 1988 debido a problemas con la censura franquista. En ese libro es extraordinario como García comprende a fondo la lección de los trovadores y juglares galaico-portugueses, que a partir de entonces, con mayor o menos destaque, estarán siempre presentes en sus composiciones.
La tierra, el amor, la muerte y la lengua, materias comunes de la poesía gallega, también son compendiadas de forma específica y variada por García a lo largo de tres décadas de trabajo poético. Pero no exageremos. El autor no se olvida del contenido en ningún momento y tampoco deja de preocuparse con el contenido gráfico y formal del poema, sin que su capacidad de emocionar y de impactar fueran reducidas. En su obra hay, por lo tanto, una productiva tensión entre la letra y el aire. El poeta reivindica una plena libertad para sus composiciones. La poesía de García se modula así en el encuentro entre la forma y el contenido, con lo que el poeta se siente libre para inventar: palabra-libertad.
En el universo poético de García se localizan dos preocupaciones universales que asedian a todos los hombres: el amor y la muerte, que en el fondo son una única cuestión que nosotros no podemos descubrir. ¿Cómo no pensar cada día en la finitud, observando el paso del tiempo, el resurgir de nuevos hábitos y la desaparición de aquello que se amó? Todo hombre piensa en la muerte, aún que eso no le ayude a morir bien, como prueba la desunión entre la obra y la vida de un poeta de primera magnitud como Rainer Maria Rilke. ¿Y el amor? Es una realidad incorpórea, sol frío que brilla en nuestras palpitaciones y que rige todo el universo, conforme a la lección final de Dante. No solamente el amor sensual y sexual, sino el sentimiento de pertenencia y familiaridad que guardamos en relación a los hombres y a las cosas, pues también es posible amar una cosa: un río, un paisaje, un recuerdo… El amor es ese misterio que nos hace existir.
Aún que en el común de los días las enormes tareas cotidianas, los trabajos repetitivos y el monótono engranaje de las horas insistan en transformarnos en autómatas, aún así guardamos la exacta medida de lo que somos y podemos ser en una llaga secreta llamada poesía. Es en ella que reencontramos la muerte y el amor. Thanatos y Eros. La misión de la poesía – si es que tiene alguna – es mantener nuestra humanidad, lo que significa conservar la individualidad de cada hombre sin que pierda su carácter como parte de un colectivo que debe ser plural. Y ese encuentro entre amor y muerte es la divisa principal de la poesía de Xosé Lois García, ya lo dijimos.
Al vivenciar el amor y la muerte en sus poemas, inicialmente los trataba como entidades separadas, pero a lo largo de su discurso poético comprende que no son cosas diversas: son caras de la misma moneda, esa moneda a la cual nosotros – lusófonos y gallegos – damos un nombre que puede parecer intraducible para las otras lenguas: saudade, especie de amor universal y abstracto por las cosas que pasaron, que pasan y pasarán. Tener saudade es reconciliar la máxima vida – el amor – con la negación de esa misma vida – la muerte – teniendo como resultado un sentimiento crepuscular de dulce ausencia.
Un poema es como un árbol: tiene que fructificar, si no sólo da sombra. En este mundo de hoy necesitamos de luz y fruta dulce, no de sombra, pues los oscuros imperios ya la tienen generado exageradamente. La lectura de la obra de un autor como el gallego Xosé Lois García es una oportunidad para, más que celebrar las innumerables semejanzas entre culturas diversas, subrayar y cantar las diferencias. En estos tiempos sombríos en los cuales toda diferencia es tachada como peligrosa y, por lo tanto, merece ser destruida, la afirmación de que en nuestra igualdad reside nuestra irreductible diferencia es un acto de coraje. Hacerse humano es ser igual, pero también diferente. Nadie muere dos veces, cada cual tiene su propia muerte, libertadora o terrible. Nadie ama dos veces, el amor es siempre un sol que se expande, pero es siempre el mismo sol. Tenemos nuestros amores, nuestras muertes, nuestras diferencias. Pero es en la saudade universal de un futuro que no llega que aprendemos a ser hermanos, que aprendemos a ser iguales en nuestras particularidades.
Andityas Soares de Moura
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