Miguel Ángel Zapata |
Los muslos sobre la grama Escribo por la muchacha que vi correr esta mañana por el cementerio, la que trotaba ágilmente sobre los muertos. Ella corría y su cuerpo era una pluma de ave que se mecía contra la muerte. Entonces dije que en este reino el deporte no era bueno sólo para la alegría del corazón sino también para el orgasmo de la vista. Al verla correr con sus pequeños shorts transparentes deduje que los cementerios no tenían por que ser tristes, el galope acompasado de la chica daba otra perspectiva al paisaje: el sol adquiría un tono rojizo, su luz tenue se clavaba dando vida a la piel, los mausoleos brillaban con su cabellera de oro, y volví a pensar que la muerte no era un tema de lágrimas sino más bien de gozo cuando la vida continuaba vibrando con los muslos sobre la grama. Un perro negro en Vallarta No sé cómo no estoy muerto por la bruma ahora que el mal es como un dulce para la felicidad. La ventana Voy a construir una ventana en medio de la calle para no sentirme solo. Plantaré un árbol en medio de la calle, y crecerá ante el asombro de los paseantes: criaré pájaros que nunca volarán a otros árboles, y se quedarán a cantar ahí en medio del ruido y la indiferencia. Crecerá un océano en la ventana. Pero esta vez no me aburriré de sus mares, y las gaviotas volverán a volar en círculos sobre mi cabeza. Habrá una cama y un sofá debajo de los árboles para que descanse la lumbre de sus olas. Apuntes para un loro que no conoce tristeza Para mi hija Ana El loro me mira desde su jaula y no me habla, parece que ya conoce la felicidad. No sé quién está adentro ni quién está afuera: él gira su cuello y mira hacia arriba, su cielo es un árbol seco desde donde se descuelga la primavera. Este loro sabe empuñar el aire con sus alas, y aún cuando presiente que no puede volar como quisiera, me mira y no me dice nada. A veces baila con su cuerpo ligero, se mece con el sol que cae a través del árbol que lo mira suspendido en el espacio de la jaula. Como la mariposa que no conoce tristeza, el loro construye un modo de vida ideal para que los geranios silben en la mañana: él sabe silbar y no me habla por algún motivo que desconozco. Es prestidigitador del silencio, y sabe estar callado como la poesía. Miguel Ángel Zapata (Piura, 1955), enseña en Hofstra University, donde dirige la revista de estudios hispánicos. Uno de sus más recientes títulos es A Sparrow in the House of Seven Patios (2005). Vive en New York. |