Para un mártir
No,
no,
no porque hayas declinado
tu sonrisa bautizada de luz, se mustió.
Una banda de gaviotas
levanta tu rostro delicadamente,
y nos aúpa una procesión matrimonial de ceniza.
No,
porque hayas amanecido,
los girasoles se han inclinado,
unos corceles se ascuan,
levantan tu cuerpo,
hecho de diamante y resplandor,
y te difunden en cinco direcciones,
humo y relinchar.
No,
porque hayas apagado
tu fuego de revolución, menor es su extinción,
caravana de ninfas con cuencos llenos,
abrazan la revolución con sus pestañas
y te llevan
salumbres,
relámpagos
y
rocío.
No tenemos marmita que hierva,
nosotros los discípulos exiliados,
no hay hollín con qué manchar nuestras
trigueñas caras, nosotros los auténticos ajenos,
no hay vestidos que dividir sobre nuestros cuerpos,
no hay cabello que mesar en este severo otoño y
la invasión de los extensamente,
emerge, emerge,
en el reino del relincho y de la luz, icono de broza,
en el cuello de los muchachos de la patria, y emerge un ave fénix, y acontece.
¿Cuántas veces se sacian al romper los espejos del alma?
¿Cuántas veces tragamos las ascuas?
¿Por qué morimos?
Nosotros los que venimos del útero de la luz
¿Vamos al reino de la luz?
Emerge,
un viento de sarcente, en un trono te envuelve,
te memorizan los que empañaron un sueño,
un crisantemo único en tierra devastada.
Mariposa de sueño,
en una civilización desnuda, menos de muerte.
Te guardan los que tu sangre han guardado, y escriben,fue,
un verbo de muerte,
y eres,
artículo de vida.
Amor
Soy, mariposa de fatiga y polvo,
eres, la selva de luz violeta.
Cada vez que pinto tus ojos sobre el banquete,
no sé cuántas almohadas de virgen algodón abrazo,
sesiones vacías a pesar del polvo y alcanfor.
Mi niña tiene, la figura del mar,
y el sabor del rocío, y un cabello de viento.
Sus ojos son, ayes de gitanos que roban el alma,
un baile en el espacio.
Sus labios son,
dos ríos de sangre anejados entre las heridas
y carcajadas de uvas.
¿Cuánto marfil necesita dios para que tus dientes sean
dos costas de nieve y secretos?
Mi niña tiene arrullar de paloma, relinchar auténtico,
anuncia la penetración de la diáspora,
extrae desde el reino de la inanición
una primavera para la juventud del amor.
¿Por qué no se desprenden banquetes de mí?
¿Por qué no me divorcia ese polvo?
mientras tú, niña mía,
sigues siendo una rosa de gardenia
sobre el pecho infinito del sueño,
mientras yo tejo
un octavo color para el arco iris.
Cuando la mañana llegue suave
Cuando la mañana llegue suave,
como un albaricoque,
vestiré un ropaje blanco,
unas medias blancas,
unos zapatos blancos.
Cuando la mañana llegue suave,
como los labios de una virgen blanca,
soltaré y peinaré de las ternezas del polvo
mi largo pelo canoso,
soltaré y peinaré la blancura de mi barba.
Cuando la mañana llegue suave,
como una cariñosa patria
montaré un corcel hecho de candor y humo
pondré mi ansiedad blanca
sobre mi hombro blanco
y saldré,
sí…, saldré a recibir el mar.
Ahmad Yacoub (Damasco, 1958), hizo estudios de español en la Universidad de La Habana y ha traducido al árabe a varios poetas latinoamericanos. Palestino, vive en Ralama, donde trabaja en la revista Azzawieha. Traducciones del autor.
<<< Volver |