Paisaje
La tarde cansina, sin aquelarre
la tarde indecisa,
región caótica, de irremediable
desconsuelo.
La tarde sin cuervos.
Sin ríos, sin gnomos.
Sólo esta doncella paralítica en su silla,
esta pálida muchacha sin sus piernas
que ha venido a descansar con su perrito
del paseo colegial.
Carta
Amigo, todo esto es una despiadada pesadilla:
en este pueblo los reyes son cerdos,
por cientos los cerdos se pasean,
en su basura ideal.
Todo el pueblo es su estercolero.
El pueblo entero es de ellos.
Las orejas de los asnos son su manjar predilecto,
ningún asno tiene orejas en el pueblo.
Ayer en la tarde, un inmenso cerdo blanco
seguido por una corte de cien rosadas lechonas,
todas eructando magistralmente,
asomadas desde su reino humeante,
con guantecillos blancos en las pezuñas,
contemplándome con altanería,
un inmenso cerdo blanco me preguntó
que cuándo iba a marcharme
abandonar mi casa y atravesar las calles
salir de esta pequeña casa como un alma que todavía me protege, y después lanzó un bostezo pestilente.
Su hambre es como él, descomunal.
Desde entonces no me atrevo a partir, amigo.
tienes que venir pronto, y trae una venda,
Alguien tiene que vendarme los ojos para salir de aquí.
El matadero
El matadero, ascua de chillidos.
Seis hombres subidos a lomos de una marrana caída.
Uno la patea en el hocico,
el otro la aferra por la cola.
Humean. Los siete animales humean.
Niños como cuervos en las tapias de cemento
contemplan la muerte y su gritería.
Una vieja enciende su cigarro y enjuicia la escena:
Nos van a sacar muertos, dice,
Muertos por los muertos, por los obligados.
La sangre brota como un surtidor, los ojos patalean,
los niños se sonríen extasiados como una mueca feroz
los seis hombres buscan el cielo
–la misericordia de su lejanía:
“¿A qué horas acabará el día?”
Envío al señor K
Un día, sólo un día
un amigo te vio llorar,
sombra secreta de las calles de Praga.
Indagan todavía tus ojos la habitación del mundo,
se oyen buscar tus pasos, tu voz ya libre
pero tus manos debieron ser frías
como papeles de nieve, porque ningún circo, al fin
te llevó consigo, y ningún amor. ¿Cuándo
acabaremos de encontrarte, invisible y desolado
vampiro de luz?
En cada ventana de cada ciudad de la tierra
asoma tu rostro inexplicable, y a veces, cualquier mañana
despertamos con el corazón hecho un insecto horrible.
Evelio Rosero (Bogotá, 1958), es autor de varias novelas, entre ellas Juliana los mira (1986), traducida a varios idiomas nórdicos. Hace unos meses se ha publicado su ultimo trabajo narrativo, En el lejero (2002).
<<< Volver |