Edel Morales

Otro color, otras figuras geométricas

Magenta o fucsia,
oro, turquesa, lavanda,
negro, canela, marrón,
amarillo y verde
en el Brasil,
que mezcla iguales elementos
a los nuestros.

Aguamarina o rosa,
cuadros violeta, círculos naranja,
rombos en ciruela,
ocres espirales discontinuas,
línea que asciende recta diagonal oblicua
del claro al vivo mar oscuro olivo,
maíz, manzana y zarza,
hoz y martillo, soles y constelaciones,
medialuna o cruz, águila o serpiente,
un signo inequívoco de la antigua grandeza
que se despliega en el aire,
como en el México de corrientes simultáneas
a las nuestras.

Sí, pudo ser otro color,
otras figuras geométricas
mostradas en la tela
las que tomaran los abuelos
para reconocer las islas,
para avivar la patria,
para escribir sus himnos y cantares,
para estremecer sus vidas
y ofrecerlas;
pudo ser.

Pero
cae la tarde polícroma
en los nuevos cielos de Bahía:
azul y blanco sobre rojo,
cae la tarde dulce y polícroma
en la ciudad de las columnas:
azul y blanco sobre rojo,
cae la tarde dolorosa
en las graves tierras matanceras,
en las villas gastadas del centro:
azul y blanco sobre rojo,
cae la tarde infinita
en Guáimaro y Montecristi,
cae sucesiva la tarde
en Jimaguayú,
en San Lorenzo,
en Dos Ríos,
en Las Damas,
en San Pedro:
azul y blanco sobre rojo,
triángulo y rectángulos y estrella solitaria
en Nueva York y Tampa y Jarao y Baraguá,
en Artemisa y Santiago y La Reforma:
triángulo y rectángulos y estrella solitaria,
azul y blanco sobre rojo,
azul y blanco sobre rojo
en las tardes polícromas de Cuba:
triángulo y rectángulos y estrella solitaria.

Pudo ser otro el color,
otras las figuras geométricas
mostradas en la tela;
sí, pudo ser.

Pero cae la tarde polícroma en los cielos patrios,
la tarde dolorosa y dulce
en las voces de los vivos y los muertos,
cae la tarde infinita y sucesiva de los cayos y las islas
para volver mañana como antes se avivaba:
que no deben flotar dos banderas
donde basta con una:
azul y blanco sobre rojo
triángulo y rectángulos y estrella solitaria.

¿Puede ser otro el color?
¿otras las figuras geométricas mostradas en la tela?
¿acaso pueden ser distintas las palabras
para escribir sus himnos y cantares?
   

En el alto espejo

Ejercita su vientre
y me convida, casi lateral,
a proponer un ciclo
en la geometría del movimiento.

No tan joven,
la muchacha que ejercita su vientre
en los salones colectivos
quisiera también
una mano deslizada, un masaje
en la espalda, una porción de crema
en los intersticios de la piel
que el sudor hace lustrosa.

Cada tarde antes del baño,
ella se sitúa
convenientemente
entre el alto espejo de pared
y los cojines rojos
donde acostumbro leer a Heredia,
Zenea, Martí, Villena, Guillén, Fayad...

Yo recobro las palabras de un país,
los ciclos en que se gesta
el movimiento oculto de la imagen
que después acogen multitudes.

Ella recorre la distancia mínima
entre mi voz y las últimas cremas
importadas de Europa,
ejercita su vientre, pedalea
con las piernas hacia el falso techo.

En el alto espejo que testifica
la caída de los cuerpos
y de los antiguos valores, la imagen
nos convida, nos acoge múltiples,
entre las manchas repetidas del azogue.
   

Con cierta elegancia

Cierta elegancia
en la boca, cierto desacuerdo,
conviene –corresponde bien–
al modelo que predomina
y triunfa. En la ciudad abigarrada.
En los festines –sexuados–
de sus bares y casonas, conviene:
cierta elegancia en la boca,
cierto desacuerdo.

En las playitas privadas,
en los puentes de una sola dirección,
en las antiguas plazas –solitarias– ­
que frondosamente te reciben,
conviene mostrar: cierta elegancia
en la boca, cierto desacuerdo.
En la piel seductora de sus hijas, conviene.
No olvides ese dato.

Te recibe amena. Abre
para ti sus galerías. Se entrega
sin reservas –un cuerpo
arreglado para la especulación.
Pero exige. Se entrega y exige,
un resguardo seguro: cierta elegancia
en la boca, cierto desacuerdo.

Conviene: un poco
de travestismo. En la lógica
virtual de los internautas, conviene.
En las rápidas avenidas luminosas,
conviene: bajar velocidades. En
la extensa tradición comentada
por los libros –que vuelven a ser época–
conviene: cierta elegancia en la boca,
cierto desacuerdo.

No olvides ese dato.
Corresponde bien al modelo
que predomina y triunfa.


Edel Morales (Cabaiguán, 1961), es director del Centro Cultural Dulce María Loynaz y de la revista de literatura y libros La Letra del Escriba. Ha publicado dos libros de poemas Viendo los autos pasar hacia Occidente (1994) y Escrituras visibles (1999).

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