Esta noche
Van a dar
las doce y cuarto.
De nuevo
cuando menos lo piense
rodarán los astros
y la ley zodiacal de la íntima mecánica celeste.
Un jugador pudiera voltear su mano
como si fuera un aforismo
calcular el peso de los dados inexplicables
al caer y precipitarse sobre la mesa imantada del destino.
La joven taciturna
con una prenda de oro en el futuro
nacida para ser bella por derecho
se hunde como un lagarto en un duelo indecible.
Una voz gitana en el costado
más vegetal que pura
se empina y mantiene sus escamas
en la honda melancolía de los límites.
En la baranda junto a la prosa porosa del pasado
alguien sueña con París y se recrimina con malhumor sin saber que las últimas metáforas son ciudades.
Los mosquitos
olvidarán la injusta obstinación
y es posible que los cetáceos y el mar también reposen
y le den paso a los cuentos a los barcos
a la orfebrería del verbo de los viajes
al resplandor del mundo en la cubierta de los libros.
Esta noche
cuando sean
las doce y cuarto
y silben
las lechuzas solitarias
sería imperdonable dormir no caer en cuenta
de la desnudez del aire
de las oscuras islas encendidas de los largos recorridos de las frases alrededor de la noche cuando es por fin la noche espesa y la daga del agua cristalina.
Los amantes
siempre pasarán de largo preñados de signos y con el
firmamento entero en una flor despreocupada.
Ellos no deben aprender ni estar de pie
ante el aullido de la luna menguante.
Hoy
los locos
con el acento dubitativo en la penúltima sílaba
hablarán del color blanco enroscado en el diamante de las cejas de hienas burlándose del cosmos
y el hielo partirá en dos el corazón de la tierra
y el líquido amarillo de la rajadura de los ojos
regará su esperma y el vidrio astillado
cortará el pie quebrado de los pronombres.
Esta noche
una antigua luz
venida a menos con el polvo del templo de Osiris
visitará descalza a los mendigos
a los leprosos y en sufrimiento enamorada
limpiará la pus la mierda como quien cuida de verdad y paños limpios la raíz etimológica del alma.
Esta noche
cuando den las doce y cuarto
alguno de nosotros debería escuchar el delirio gramatical de los colores su emplumada transparencia
atento dúctil disponible no vaya a ser que den las doce y cuarto y se nos diga que estábamos dormidos
como quien no siente que no ve lo que toca al momento de llegar la hora esa hora donde la sacra fecundidad dará las gracias la humilde y honrosa abdicación desamparada
pero con las manos hacia el cielo innombrable.
Miguel Márquez (Caracas, 1955) es Licenciado en Filosofía de la Universidad Central y cofundador del grupo Tráfico. Dirige actualmente la sección de literatura del Conac. Ha recibido el Premio Paz Castillo de Poesía.
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