Monólogo de los cuatro elementos
El fuego
No me hablen del fuego.
Esa noche mientras dormía
sentí como si alguien agitara unas sábanas afuera
y cuando desperté
vi entre las cañas del rancho
el bailoteo amarillo de la candela.
Y luego la paja y las vigas ardiendo, crepitando, doblándose.
Era grande el chispero que subía por el cielo oscuro
cuando estuve afuera con mis hijos.
El agua
No me hablen del agua.
Llovía esa noche cuando me lo trajeron.
Creo que todavía estaba vivo.
Fueron muchas horas en canoa por el río.
Iba serio, con esa cara de seriedad que ponen los muertos.
Salía agua por su nariz,
y cuando calentó el sol,
comenzó a salirle agua por las heridas.
Y por la boca que alguna vez besé,
salía también agua.
El aire
No me hablen del aire.
Desde esa noche todo me huele a chamusquina.
Y al hedor de los muertos arrumados
en el suelo del hospital.
Aquella quietud.
Y después el tierrero.
Ese alboroto aplanando los árboles y la hierba,
ese vendaval del helicóptero
que hacía que las lágrimas
le humedecieran a uno las sienes.
La tierra
No me hablen de la tierra.
Sé que en estos días de abril
el arroz está niño
y están florecidos los caimitos.
Ya la tierra se tragó la sangre y las cenizas.
Pero yo no quiero volver.
Ni estar aquí.
Yo no quiero esta tierra.
Ni esta vida, tampoco.
Fernando Herrera Gómez (Medellín, 1958), ha recibido el Premio Nacional de Poesía de la Universidad de Antioquia (1985), el Eduardo Cote Lamus (2002) y la Beca de Creación de Colcultura en 1993. Entre sus libros figuran En la posada del mundo (1985), La casa sosegada (1999) y Sanginas (2002).
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