Edith
Goel |
Amor a la ciudad vieja Nunca quise vivir pisé el aire bíblico crucé la frontera y me interné las aguas jamás se separaron bajo mis plantas y la antártida se convirtió en un viejo almacén de mentiras frías el Titanic recuperó su mirada atónita la punta del iceberg surgió de un mar salado y muerto las siete plagas las siete vacas flacas los huesos trizados de una hamaca cruzaron sin volver sin preguntar los nombres la hora ni el color de los ojos que aún me quedan las callejuelas mudan el encanto en un espanto en una turbia producción de terror televisada entrevistada prime time de las culpas apoltronadas en un cómodo sillón de escandinavia o boston o amsterdam el miedo que sentimos en la boca antes de empezar el día afuera es un bello item muy feng shui en el paisaje de CNN o BBC o NBC o esas siglas que nunca desnudan los pequeños nombres del dolor de cuerpo y alma llegué a mi isla de especias hubo explosiones Las piedras taparon los labios de nuez Bajé a la costa La espuma del Mediterráneo bendijo mis sentidos No somos los favoritos de Dios los mártires las víctimas diablos ni ángeles somos de piel y semillas fundemos en los sueños el color irrevocable y venoso de este gran dolor sin patria ya no soy espuma nostágica soy mar soy mar soy mar la intifada corre en mí como el pedregullo dormido en el seno de un río unívoco alguien se balancea roza mi seno mis vísceras un curandero filipino extrae la sangre de la tierra y la mezcla con la entraña mi vientre se unta de un río que no cesa En esta oscuridad la vida nos repite no escuchamos no tocamos no vemos dónde esta la compasión Jerusalén Dónde está la ruta Bañar los panoramas con el ardor de un himno Un homenaje a esta encrucijada La estación de los transportes y las mudanzas las lejanías los huesos se transladan vagan por mapas y estaciones sin luz hacia dónde cuándo la canción grasosa plagiada pirata resonará en los oídos en los cuerpos quién se ofrecerá esta tarde desde el oro de ukrania agitada desde el muro de la supervivencia ella sabía no sabía quería no eligió este burdel eligió este burdel decenas de cuerpos desfilan y ruegan y ellas transladan sus vísceras hacia cercanías terminales con cargamentos de billetes intocables resbaladizos tardes pringosas de tajaná mercazit * siempre en las vísperas de una sensualidad la carne ajena siempre ajena tan ajena tan ajena siempre algo se roba a los cuerpos el cuerpo se envuelve en un sudor que no acompaña ninguna mejoría no hay curación en el andén llegará otro cuerpo otro cuerpo otro andén otra cortina roja otra puerta vaivén otro tren de lejanías Quiero apoltronarme en la ciénaga de un hogar Vagan por el espacio sin frontera por fin su mano su alma Quién defiende mis tejidos blandos de los golpes de las explosiones del alma de la lluvia sobre mi torso demasiado expuesto a los lobos a los hombres Si un rayo cayese en la mitad de este mensaje Al borde del vacío las teclas vuelven Me imagino devorando todas las hostias repitiendo hasta el cansancio el antiguo testamento un versículo una letra Imagino un mar de trigo Edith Goel (Buenos Aires, 1952), emigró muy joven a Israel, donde vive y donde hizo estudios de Lengua y Literatura Española y Latinoamericana en la Universidad de Jerusalén y un postgrado en Ciencias de la Información en la Universidad de Haifa. |