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Según todas las crónicas, Jesús García Sánchez, conocido con el alias de Chus Visor, uno de los vendedores de poesía con mayores gananciales en varios continentes y el apoderado de una aglomeración de premios de poesía financiados con dinero público, [Premio Casa de América (6.000 Euros, más la edición del libro; Premio de Poesía Generación del 27(15.000 Euros, más la edición del libro); Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla (18.000 Euros, más la edición del libro); Premio TIFLOS de Poesía, Cuento y Novela (36.000 Euros, más la edición del libro); Premio de Poesía Jaime Gil de Biedma (16.000 Euros, más la edición del libro); Premio Internacional de Poesía de la Fundación Loewe (27.000 Euros, más la edición del libro); Premio de Poesía "Fray Luis de León"(12.000 Euros, más la edición del libro); Premio Emilio Alarcos(15.000 Euros, más la edición del libro); Premio "Cáceres Patrimonio de la Humanidad"(6.000 Euros, más la edición del libro); Premio de Poesía en Lengua Castellana. Viaje del Parnaso (18.000 Euros, más la edición del libro)] fue al fin sorprendido en flagrancia tras descubrirse que ha manipulado los jurados y el ganador de una gema de 25.000 depreciados dólares americanos, en uno de esos premios, el Viaje al Parnaso.
Jesús García Sánchez, uno de los pocos impresores de poesía que ha logrado enriquecerse en el mundo, come y cena, los escasos días que pasa en Madrid, en el famoso restaurante Belarmino, de la Calle Castelló del barrio Salamanca, donde imparajitable pide boquerones y liebre, mientras tose y se incorpora otra cajetilla de Malboro, que aparte de la bronquitis crónica que ya padece, sin duda le conducirá a uno de esos enfisemas, que ni la poesía de la experiencia, que tanto privilegia, logrará apartar del camino de la parca, gran benefactora de los poetas pobres.
García, hijo de un viejo estalinista, muy afecto a la clerecía, quiso que su hijo llegara a Obispo, pero un cura medio pedófilo lo puso en el camino del comercio con la erótica declamándole al oído poemas de Clodoveo y Alcuino, Marŷ al-Kuhl y Álvaro de Luna, hasta que le hizo tropezar con una piedra del camino que le daño la dentadura. Con su hermano Miguel, sin embargo, frecuentó durante los años cruciales del franquismo los antros y trapicheaderos de la poesía del estraperlo y la perratería de la Cava Baja y la Corrala, donde recibieron la iluminación de hacer, a partir de unos libritos de poetas de izquierda que vendían en El Rastro, una colección de poesía, que pagada por los propios poetas hispanoamericanos, les dejara algo con qué vivir. Hoy, gracias a la colaboración de políticos como Edward Fenech Adami, Miguel de la Madrid, Belisario Betancur, Néstor Carlos Kirchner, Raúl Castro, Hugo Chávez o Marc Ravalomana, la editorial Visor de poesía es una de las mejor distribuidas entre los empleados de los gobiernos de los países del Tercer Mundo.
Chus Visor, quien según sus propios cálculos ha impreso unos setecientos títulos en cuarenta años, --libro y medio por mes--, y que según sus más enconados detractores, “nunca se ha leído un libro, ni siquiera de autoayuda”, también da a luz antologías sectoriales y nacionales, viaja y en compañía, habitualmente financiado con dineros de los gobiernos amigos o sobre el lomo de los versos de los infortunados poetas, fue acusado por Juan Manuel Roca, el premiadísimo bardo colombiano del Festival de Medellín, de haber puesto en circulación una antología de la poesía de esa república, supuestamente confeccionada por uno de sus testaferros, a quien ha premiado y publicado en varias ocasiones, Ramón Cote Bonald, que es “desastrosa porque se mutilan los poemas. Hay poemas míos donde aparece publicada sólo la mitad, el resto no se sabe qué duende, qué fantasma los escamoteó, a lo mejor los mejoraron. Y cosas tan raras como que un poema de José Manuel Arango aparece como si fuera de Luis Vidales.”
Chus Visor que ha exprimido más de dos centenares de poetas latinoamericanos y controla con rigor adamantino las actividades político literarias de la llamada Casa de América, la nueva caja de Pandora colonial de los empresarios peninsulares, odia no obstante a los poetas. "Los editores de poesía somos unos gilipollas, dice. Los poetas no agradecen nada a nadie, siempre se creen el ombligo del mundo"
Harold Alvarado Tenorio |