Rolf Dieter Brinkmann

Rolf Dieter Brinkmann, (Vechta, 1940-1975), considerado uno de los precursores de la literatura pop y/o underground alemana, tras la prematura muerte de su madre abandonó los estudios de bachillerato y comenzó a trabajar como aprendiz en una librería de Essen. A comienzos de la década de los años sesenta se trasladó a Colonia, donde estudió pedagogía y comenzó a escribir poemas y textos para oponerse a la restauración del catolicismo en su región, así como a las concepciones literarias anteriores a los años 50, a su modo de ver, represivas. Hizo parte del grupo neorrealista de Colonia, en torno a Dieter Wellershoff. Después de un breve periodo en el que publicó en revistas y pequeñas editoriales su libro de poemas Lo llamáis lenguaje [Ihr nennt es Sprache] (1962) y los ensayos de En la cueva [In der Grube] (1962), se dedicó por completo a la literatura. Sus textos provocativos, que intentaban derribar prejuicios y clichés, fueron rechazados por la crítica, en especial su novela, inspirada en le noveau roman francés, Nadie sabía más [Keiner weiß mehr] de (1968), sobre la vida familiar reciente. Brinkmann logró fusionar textos e imágenes en unidades artísticas que debían transmitir nuevas sensaciones, inspiradas en la poesía de Gottfried Benn y William Carlos Williams, Frank O'Hara y Ted Berrigan, como acontece en sus libros de versos Pilotos [Die Piloten] (1968) y Fotos de pie [Standphotos] (1969). También hizo algunos cortometrajes. Al disiparse los últimos ecos de las revueltas estudiantiles, dejó de lado todos sus intentos de innovación. A partir de entonces vivió de becas y trabajos para la radio. En 1972 recibió una beca de la Villa Massimo en Roma. En su obra Roma, Impresiones [Rom, Blicke] (1979), publicada póstumamente, se recogen sus opiniones sobre Italia. En ellas analiza las deformaciones del individuo en la sociedad de masas, donde intenta encontrar su condición sumida en la creciente pérdida de identidad. En 1974 fue invitado a la Universidad de Texas en Austin por un año, y la experiencia de vivir a caballo entre el viejo y el nuevo mundo quedó plasmada en los poemas de Hacia el oeste 1 & 2 [Westwärts 1 & 2] de (1975), uno de los poemarios líricos más leídos en esa década, después de haber prácticamente sido ignorado e inadvertido toda su vida.  Esos poemas fueron leídos por primera vez en público en un festival de poesía de Cambridge, un par de semanas antes de morir, un 23 de abril, en un accidente automovilístico en Londres, el mismo año en que le fuera concedido el Premio Petrarca.

 

Oh, mediodía de paz

En medio de la ciudad, con los distintos
olores del almuerzo en las escaleras.
Las bicicletas están en la entrada, cerradas,
junto a los cochecitos de niños, no se oye una mosca.
Ya han quitado y han tirado
los prospectos de los buzones, que están vacíos.
La familia turca ha desconectado incluso la televisión,
la ventana de cuya cocinada a un hueco de luz.
Oigo porcelana, platos y cubiertos,
detrás hay jardines, claros y frescos,
en una pálida luz de primavera.
Por todas partes se oyen los cuentos
de una vida habitual sin sustos el miércoles,
lo mismo que hoy.
El día está claro de lluvia, sonidos perdidos:
oh, pacífico miércoles con cebolla, en la mesa,
con tomates y ensalada.
Los proyectos y los trabajos duros han desaparecido
y se piensa cuán pacífico es el miércoles,
nubes sobre el tejado azul,
y silencio en la habitación, pacífica
y silenciosa y tan abierta como puerro,
como es verde el perejil
y están calientes los guisantes.

[José Luis Reina Palazón]


Una vez más

Mi mujer apoyada en una
pierna, desnuda, la otra
pierna apoyada en el
borde de la bañera,
quiere saber qué
hora es y veo
la pequeña
mancha de vello entre sus
muslos para ella
un lugar como otro cualquiera
que lavarse
y pienso por qué no
mientras que ella vuelve a
preguntar, desnuda, y cambia
la pierna de apoyo.


La máquina de zumo de naranja

Gira & está bien que el barman
mire primeramente las partes desnudas
de una muchacha que bebe un vaso
de té frío.
«Qué calor hace aquí,
¿verdad?», dice él, pregunta que
decora un poco el local.

¿qué más? Ella tiene un cuerpo
rotundo, y al extender
el brazo para volver a colocar
el vaso en el mostrador,
una mancha sudorosa de vello
en el sobaco, que cambia
un momento el local, no los
pensamientos.
Y cualquiera ve
que le agrada moverse
así, lo que pone a noventa por hora
al barman tras un largo
intervalo, en el que sólo se oye
el ventilador, como
siempre, o casi siempre, a
esta hora del día.


La estampa elemental

Una muchacha con
medias
negras, qué delicia, cómo
se acerca sin carreras
en las medias.
Su sombra en el suelo,
su sombra
en el muro.
Qué delicia, cómo se aleja
con medias negras sin carreras hasta debajo
de la falda.


Oír uno de esos clásicos

Tangos encanallados en Colonia, a fines de
agosto, cuando el verano tiene ya
un dedo de polvo, poco después del cierre
de los comercios, un tango que llega desde
la puerta abierta
de una taberna que ha puesto
un griego, oírlo es casi
un milagro: por un instante una
sorpresa, por un instante
un suspiro de alivio, por un momento
una tregua en esta calle
que nadie ama y que
atosiga cuando se pasa por ella. He
escrito todo esto rápidamente, antes
de que el instante vuelva
a esfumarse en la maldita
despoblación brumosa de Colonia.


Una fotografía muy ampliada de Liz Taylor

Bebo mi café como todo el mundo bebe café
pero las imágenes son diferentes.
Uno piensa en alguna cosa
y yo pienso
en alguna cosa, Liz Taylor sonríe sin cesar.

Si hay algo que valga la pena todavía, pues
es esto.
La curvatura de un rizo del pelo y
el encrespamiento natural del

vello púbico
como el vello púbico se
encrespa en mis sueños, ya es
tarde.

y Liz Taylor sigue
sonriéndome. Qué es eso? Supongamos

que nada
que valga la pena, entonces quedará ese residuo
después que termine de beber mi café.