iman mersal

Es agradable

volver a contemplar las fotos de mi infancia.
Poder alejar la idea constante de que yo
era un bonito proyecto de convertirme en otra persona,
pero que ha sido descosido por mis acertadas decisiones.
 

La serenidad

Disfrutáis de un salario mensual gracias a que existe el Estado.
Y en tanto que el sol siga alterando vuestros ojos melancólicos,
dispondréis de una excusa para describir la roña de la naturaleza.
Y así os adentraréis en el momento histórico, a través de sus calcetines.
Atended a la serenidad.

La basura, por ejemplo,
proporciona a los cerdos su comida diaria.
Además, todo ha mejorado
con el último mandato presidencial,
hasta el punto de que los cementerios de la periferia
disfrutan de cinco locutorios para llamadas internacionales.

Yo, personalmente, no necesito la voz de nadie.

Atended a la serenidad,
y no os preocupéis por el futuro,
pues no poseéis la libertad suficiente para morir.
 

Celebración

El hilo de la narración cayó al suelo,
y me arrodillé para buscarlo.
Había una celebración nacional,
y solo veía zapatos importados y botas militares.
En un tren una mujer afgana dijo,
“La victoria es posible”,
era una persona como salida de un libro escolar
o tomado de un armario cuyo dueño murió en el fuego.
Hubiera deseado preguntarle ese día,
¿Es esto una profecía? Pero ella parecía tartamudear.

Supongamos que el pueblo llega, en masa, a la plaza,
y que pueblo no es una palabra fea.
Supongamos que no supiéramos el significado de masa,
entonces, ¿cómo han aparecido todos estos perros policía?
¿quién los cubrió con caretas de colores partidistas?
Y lo más importante,
¿dónde cayó el hilo que separa las banderas de la ropa interior,
las melodías de los lamentos, al Dios de sus criaturas,
que caminan por la Tierra para pagar sus impuestos?

La celebración,
como si nunca hubiera pronunciado esta palabra,
como si saliera de repente de un diccionario griego,
donde familias espartanas vuelven victoriosas a Esparta,
cuando la sangre de los persas aún no se ha secado de los escudos y las lanzas.

Es posible que no existiese el tren ni la profecía,
ni la afgana que se sentó frente a mí durante dos horas,
ya que de vez en cuando Dios engaña
la memoria de sus criaturas para entretenerse.
Pero lo más seguro es que desde donde estoy,
entre los zapatos y las botas militares,
no sepa con exactitud quién vencerá a quién.
 

La momia en el nuevo mundo

¿Por qué vino al Nuevo Mundo?
Esta momia, objeto de espectáculo,
yace luciendo sus galas de lino ceniciento:
una vida imaginada en una vitrina de museo.
Creo que la momificación es contraria a la eternidad
porque nunca un cadáver podrá ser parte de una rosa.
La momia no eligió emigrar, pero estos que esperan largamente en
las colas de las embajadas y construyen casas en otros países
sueñan con regresar una vez muertos.
Debéis llevarnos allí.
Este es el encargo que dejan en herencia a sus hijos,
como si la muerte fuera una identidad perfecta
que únicamente se completase en la tumba familiar.
 

¿Por qué no se olvidan de que son de allí?

Fracasados que adiestran los músculos de la boca para librarse del acento.
El acento, esa sutil herencia que los delata e irrumpe
cuando se enfadan y olvidan
cómo traducir sus penas a una lengua extranjera.
El acento no pueden enterrarlo
a pesar de ser hábiles sepultureros.
Anotan en la puerta del frigorífico
los nombres de los familiares muertos
para no equivocarse y telefonearlos por error.
Pagan partes de sus salarios a las telefónicas
para asegurarse que siguen viven en aquellos
lugares a pesar de lo lejos que está ya su infancia.
¿Por qué no olvidan?
 

Lo que sólo necesita un extrañado para redactar una carta a su familia:

Un momento en que no les echa de menos.
Recostarse a un muro o a una pared porque son neutrales.
Prorratear meticulosamente los saludos.
Escribir metáforas y alegorías como os amo tanto como el numero estrellas, o los gramos de arena de los desiertos, y os necesito como la sed de agua del sediento, o el enfermo sus medicinas o el extranjero su patria.
No contar sobre los días del presente porque no está seguro de que puedan entenderlos.
Y repetir Gracias a Dios para que no desconfíen de su fe en Dios.
 

Lo que aprendes por estos lados no es diferente de lo que aprendes allá:

Lees para transitar hacia otras realidades.
Dices tacos para disimular la timidez.
Te dejas crecer las uñas para que te crean fuerte.
Fumas para espantar la ausencia del sueño y también rebujas todo.
Usas variados colirios para hacer nítida tu visión y disfrutar futuras cegueras. Y lo mejor de todo: gozas cerrando los parparos cuando los ojos arden.
Aquí y allá, la vida solo existe para que la observen desde lejos.
Lo que aprendes aquí no es diferente de los que allá aprendiste.
 

El amor estalla cuando no lo esperas

Tras años mirarle desde la ventana
y ponerlo junto a los tranquilizantes en la mochila
de repente, estalla el amor cuando no lo esperas.

El asunto no está exento de intención poética,
por ejemplo, eliminar el óxido de la palabra amor
y a expresiones como abandono, unión o agotamiento
limpiarles la saliva que humedeces al cantar.

Si fueras un poeta árabe habrías escrito antes sobre ello.
Habría sido necesario te perdieras
en el desierto de la pasión durante años,
que buscaras al animal mitológico
que se adueñó del único manantial
y le dieras muerte.

Luego, que lloraras tu irrevocable crimen por beber agua.
Y que incluso después de regresar a la protección familiar,
siguieras siendo poeta.

El amor tiene mala reputación.
El amor es sin duda el peor tema sobre el cual escribir.

    [Versiones a partir de traslaciones de L. Salguero y, M. Osorio]

 

Iman Mersal (1966), licenciada en Literatura Árabe de la Universidad de El Mansura, sus poemas han aparecido en The New York Review of Books, Paris Review, The Nation, American Poetry Review o Parnassus.