JENNY XIE

Cartas a Tu Fu

Visité tu provincia el año pasado
ayudada por una botella de vino
la humillación crea un destino
casi cualquiera puede cruzarlo

Mis necesidades son tan díscolas
quién se confesaría frente a ellas
Sólo un tonto trataría de imitar la flecha
antes de soltar el arco

II.

Tu Fu, no intentes este viaje
con un rebenque de energía
para acelerar tu trayecto
quédate atrás en el amplio olvido

Dicen que la incubación excesiva
alarga la mente
Donde sea uno aterriza
el tren llegará tarde o temprano a la estación

III.

Es inútil tratar de comparar
tus líneas de búsqueda
con la espuma pesada de la lluvia
tomaré mejor la afeitada superficie de la luna

Nos limpiamos la edad en la primera
hora de la mañana
dormir es un lavado ligero
y no lo sabemos
estamos escurriendo y escurriendo

                                  [Adalberto García López]
 

Desarraigada

Entre Hanoi y Sapa solo hay vestigios
de campos de arroz
y ni dos casas seguidas son de adobe.

Es decir, ni tres.
Ya ves, es difícil contar cuando estás medio dormida
y la lluvia tiende un velo sobre las cañas de azúcar
y sus perezosas hojas.
Hace unas horas me crucé con un hombre
que en una motocicleta llevaba un puerco
atado a su asiento trasero,
que visto desde lejos era del tamaño del hueso de un dátil.
¿Puede esta soledad estar desterrada, desatada del suelo?

No importa. La mente está dentro y fuera.
Puede pensarse a sí misma y pensar en la existencia.

Me restriego tanto los ojos que se diría parecen nuevos.
Mi parca boca dilapida las únicas
palabras extranjeras que posee.
Por el momento, en este coche-cama, no hay donde llegar.

¿Y Yo? Aquí estoy con mis ropas de viaje,
catando la talla de cada pueblo que pasa.
 

Díptico de Phnom Penh: estación de lluvias

Agosto, depresivo. Una ciudad con un
millón de rostros jóvenes.
Una mujer está sentada al borde
del sillín en una motocicleta.
Otra, masculla un pan duro y unos ajos.
¡Y qué peinada la lluvia!
El calor rabioso alcanza los bajos
del río antes de alcanzar la oscuridad.

*

Hay dinero de nuevos ricos lamiendo estas calles.
Y mucha sed bajo las cortezas de los rascacielos.
El Boulevard Norodom, sitiado por bulbos marchitos,
confluye en un tropel de coches.
En el asiento de atrás de un Lexus dorado,
está acostado el hijo de un predicador,
los ojos cerrados,
enmudecido en un sueño melifluo.
Menaje: labios fofos por los bártulos,
duchas templadas hasta tres veces al día.
Picaduras de mosquitos en muslos y brazos,
colocadas como puntos de un dado.
Una hora antes de la medianoche,
las esquinas de la ciudad se descascarán.

Un callejón con putas, canciones populares
lanzadas a través de altavoces.
Bares de karaoke entre corchetes
de vendedores que pregonan grillos salados.
¿Cómo pueden los ojos y los oídos mantener el ritmo?

*

Los ruidos fulminantes de las motocicletas
penetran por una fisura en mi sueño.
Y debido a ello, mis sueños chisporrotean.
Es inútil describir el fango de la humedad
o la alegría de un manojo
de arroz acunado en curry,
pero no porque me falten palabras.
Bebo Coca-Cola todos los días
y escribo textos publicitarios.
Me dedico al negocio de multiplicar necesidades.
Hoy, se trata de una loción facial,
espuma de baño, crema solar blanqueante.
Al otro lado del océano,
en la publicidad sólo se lee iluminadora.
Pero aquí, las cosas palidecen.

*

El deseo nos hace mendigos a todos y a cada uno.
Una cavidad que no se cierra.
Que va abriendo más y más distancias.
Un hombre cuya silueta reconozco
se sumerge en la piscina de una azotea.

Abre en ella un agujero del tamaño de un cuerpo.
La necesidad me salpica. Pesado atuendo.
Después de fichar al salir del trabajo,
un grupo de gerentes de telecomunicaciones
parecen como frutos del durián.
Y ahora que la luz se vuelve viscosa,
hay una recién casada con un extranjero
en el hotel Himawari.
Alguien barre cucarachas gordas,
alguien pide ostras con hielo.
Incluso la lluvia suda, desaliñada como el resto.

*

Entro y me siento en Wat Langka.
Para unificar la respiración.
Apaciguarme espirando e inspirando,
espirando e inspirando.
Todavía, en este país,
donde hay algo en lo que ni siquiera puedo entrar.
 

Díptico de Chinatown

I.

El vaho de las industrias en verano
rescatan el color del rostro de Chinatown.

¡Seca la taza!
Así lo hacemos.

Cuatro tiendas de fideos en el East Broadway
emiten sus eructos colectivos
y avivan mis deseos de una vida en familia.

Aquí no tiene lógica que melones
y cebolletas intercambien manos.
No hay ritmo en los calzones de los hombres
colgando de tirantas al salir de los incendios.

Los jubilados que viven bajo el
Puente de Manhattan chismorean.

La mujer del apartamento número
18 de Bayard, antes de acostarse,
se lava los pies en una olla con agua hervida,
pero unas semanas mas tarde deja de hacerlo.

Me inclino hacia la degolladero del verano.
Sentada sobre estas calles con quien
comparto verbos y adjetivos.

II.

Rostros de liados, con flequillos
suavizados por la grasa.
El East River empuja un hilo de sol.

Mientras llega el domingo,
otra vez con esos pantalones humildes.

Cómo se desvía el calor de su trayectoria
¿Cómo se pueden distinguir las vocales
depuradas de los puentes?

¿Quién lleva la cuenta de lo que se da,
frente a lo que se roba?

No hay nada que no pueda rastrear hasta
mi cruda sangre de inmigrante.

Mis parientes beben vino en las calles Mott y Bayard.
Los turnos de noche se unen a los turnos de día.

El sudor sacia el cuerpo del que trabaja.

Y en cada tienda de fideos,
escudillas esparcidas con sal.

                                                      [HAT]
 

Noches eternas

Hielo, pasteles íntegros.
Los cuervos se alimentan de arena.

Tan pobre es esta temporada
El suelo roba el color
de las sombras de los árboles.
            •
¿Puede ser nada?
¿Hasta aquí?

¡Sólo mira!

¿Cuánto pasado tenemos?
Para cubrir esta noche–
            •
Ahora que lo pienso
No te olvides de escoger
de este yo y de aquel otro
a lo largo del camino.

Aunque eso no esté bien…
Los arrojaste como si fuera a socavones.
            •
Si hay una partición entre
el mundo exterior e interior,
¿Cómo es que un poco de agua en mí se agita?
¿Entre las cadenas montañosas?

¿Cómo es que nos absorbemos tan fácilmente?
por el suelo—
            •
Largas noches para palabras sencillas.
            •
Rima oblicua del pensamiento actual
y el pensamiento pasado.

Una hora masticada, tarde.
Donde el pasado lejano
y el futuro viene
para ajustar cuentas.
            •
Viajando y viajando,
pero tanto interior
deshecho por los ojos.
            •
Nada queda tan lejos como aquí.

                                               [HAT]

 

Jenny Xie (1989), licenciada en artes de Princeton University, Eye Level (2018), su primer libro, mereció el Walt Whitman Award de la Academia de Poetas de Estados Unidos. Enseña en Bard College. Vive en Nueva York.