Johannes Bobrowski

Hijo de un operario de trenes, de tradiciones conservadoras y miembros de la iglesia Bautista, Johannes Bobrowski nació en [Tilsit, 1917-1965], pasó su infancia en Memel, hizo el bachillerato en el Altstädtisches Gymnasium de Königsberg y largas temporadas en la granja de sus abuelos, a orillas del río Niemen, entre Rambynas y Jura. Ya antes de la secundaria había tomado clases de órgano y de armonía. A los veintidós años fue reclutado, mientras su padre y su hermana menor se instalaban en Berlín, en cuya universidad inició estudios de Historia del Arte, sólo un semestre, por haber rechazado hacer parte del Partido Nacional Socialista Obrero y fungió como capatazen el regimiento de telecomunicaciones durante la invasión a Polonia, al norte de Francia y en la Operación Barbaroja en Kaunas, Porchow, Novgorod e Ilmensee, cuando cayó prisionero de los rusos que le retuvieron cuatro años trabajando en minas de carbón.

Los comienzos de su poesía datan de los años de la guerra, su primer poema apareció en la revista Das Innere Reich, pero luego siguió un largo silencio, roto cuando en 1957 Sinn und Form, la revista de Peter Huchel, publicó una nueva selección de ellos, que harían parte de su primer libro, Sarmatische Zeit [Tiempo de Sarmacia], de 1961, impreso en la República Federal Alemana.

Desde su liberación hasta su muerte residió en Friedrichshagen, un barrio de Berin. Trabajó como lector, primero con una empresa especializada en literatura infantil, y luego con una editorial cristiana. Hizo parte del Gruppe 47. Debido a su creciente popularidad, y a que era un autor que se publicaba en las dos Alemanias, fue vigilado por la Stasi, la policía secreta del régimen.  En 1963 se recibió como miembro de la Deutscher Schriftstellerverband, la asociación de escritores de Alemania Oriental, heredera de la Liga de protección de los escritores alemanes que Hitler reorganizó entre 1933 y 1945.

Su poesía es una celebración de las grandes llanuras, ríos y bosques, las antiguas aldeas y sus gentes en las tierras del Este, un territorio de alemanes, rusos, lituanos, polacos, judíos y gitanos, que han vivido entre el Vístula, el Volga, el Báltico y el Mar Negro. Los esfuerzos literarios de Bobrowski tendieron a una aproximación espiritual entre esos poblados de la Europa Oriental, donde la historia y el presente están marcados por querellas y compromisos. Su poesía pretende recuperar el mundo perdido de Sarmacia y establecer contactos con los grandes de la cultura. Hay resonancias de canciones bálticas, de mitos y leyendas y un pasmo en el tono de estos versos, a veces fragmentados, una mezcla de interrogación y sugestión.

Con sobriedad, fuerza y naturalidad, Bobrowski llega a unas innovaciones formales aún más arriesgadas que las de sus predecesores. Sus poesías describen paisajes pero no son un idilio con la naturaleza, sino advirtiendo en los paisajes la huella de la historia, a veces muy sangrienta, del exterminio de pueblos, de los horrores de la guerra. También su prosa refleja esa temática de la difícil convivencia de pueblos fronterizos y la influencia del pasado en la actualidad. Mundo, hombre y devenir forman un todo fragmentario pues cada ser es sólo un segmento, pero una parte que no se dispersa. Vigor es la palabra que puede definir su poesía, ímpetu y belleza que a pesar de los obstáculos, los mismos de la vida, nos impulsa. 

Recibió los premios Alma Johanna Koenig, Grupo 47, Heinrich Mann, Charles Veillon y el  F. C. Weiskopf.

 

 Ciudad
 
 Lo ven, los que exigían
 su sangre, lo ven:
 la herida supura.
 Sobre los bordes agudos
 se asientan nieblas.
 Pasa por la polonesa
 de las lámparas con la cabeza calva.
 También llega sobre la nieve.
 Aquí saltan las piedras,
 paredes pintadas,
 la escalera se rompe,
 alrededor de los cadáveres de palomas
 —sus estandartes—
 se sitúan los ejércitos de ratas.
 Aquí, se dice,
 verdecerá un árbol
 y sostendrá el cielo, se dice,
 con ramas y hojas.
 
 [J.L.R.P.]
 
 
 Dios del bosque
 
 Mellada boca,
 matorral, los ojos
 torcidos, la cabeza
 agitada sobre la joroba.
 A través de los helechos
 patea, maltrata los abedules,
 las ramas dispersas de los de alisos,
 sobre los nidos de cornejas
 que arrastra el viento.
 Pero sin descanso
 lo persiguen los hombres
 que él mata, de pronto,
 en medio del gozo.
 ¡Oíd! En la niebla vacila,
 ebrio de carne de bayas.
 Golondrina corre a su grito,
 mi animalito de dolor.
 
 [J.L.R.P.]
 
 
 Llanura
 
 Lago.
 El lago.
 Hundidas
 las orillas. Bajo la nube
 la grulla. Blancos brillan
 los milenios de los pueblos
 de pastores. Con el viento
 subí monte arriba.
 Aquí viviré. Un cazador
 era yo pero me venció
 la hierba.
 Enséñame a hablar, hierba,
 enséñame a estar muerto y a escuchar,
 largamente, y a hablar, piedra,
 enséñame a permanecer, agua,
 y por mí, viento, no preguntes.
 
 [C.J]
 
 
 De las corrientes
 
 Ce n’était pas assez que de tant de mers,
 ce n’était pas assez que tant des terres
 eussent dispersé la course de nos ans.
 
 Saint John Perse

 
 De las corrientes
 del mar venido, ido
 a través de dientes y garras, oleaje,
 costas, esos bosques de tembloroso aire-,
 en pie está con arrugada piel
 la alta llanura, morroñosa
 con fisuras, precipicios –aquí
 una nube es el tiempo,
 grande, que asciende
 al cielo y bebe aires puros,
 respira
 las lluvias de la luz.
 Isla siempre, lo sabes,
 más allá de las aguas, más allá
 de la lejanía, allí naciste,
 titubeante, allí naciste
 en una época que era un ave
 con plumas de innumerables
 colores entre
 ocre y rosa,
 era un ave, lo sabes.
 Pero tú llegaste ante la llanura,
 fuiste montaña arriba,
 tras los portadores, te pusiste
 ante el sueño, ante la llanura
 que despertó bajo blancos
 párpados al canto de un verde
 animal morador
 de bosques en vuelo, que no conoce
 sus alas.
 Vive
 allí, tus ojos atisban
 el mar, una corriente,
 blanca, aun cuando oscurece,
 blanca, sin vehemencia, reposando
 muy cerca del corazón,
 hablando, tinieblas, de
 voces las velas, sostenidas
 por hombres vestidos de plumas,
 de mechones rojos, al atardecer,
 bajo el viento.
 
 [C.J]
 
 
 Rutas de pájaros 1957
 
 I
 Dormí en la lluvia,
 en los juncos llenos de lluvia desperté.
 Antes de que caigan las hojas veo la luna cercana,
 oigo el grito de las aves migratorias,
 que hace temblar el aire, el blanco
 grito, que destroza el aire.
 
 Rápida y atenta
 como los lobos husmeando,
 hermana, ¡escucha! Wäinemöinen
 canta a través del viento,
 lanza el ala de nieve
 sobre tu hombro, avanzamos
 aleteando en el viento de los cantos-
 
 II
 pero solo bajo grandes
 cielos, desiertas
 calles de emplumados
 ejércitos, que han pasado-
 durmiendo sobre los vientos
 se desplazaron, un nuevo
 sol llameó, el incendio
 saltó, ardieron
 en el árbol ceniciento.
 
 Allí echaron a volar
 también nuestras canciones.
 Hermana, tus manos
 se destiñen, me sigues durmiendo en la oscuridad
 -¿cuándo podré cantar
 el miedo de los pájaros?
 
 [C.J]
 
 
 La lengua
 
 El árbol
 más vasto que la noche
 con el aliento de los lagos del valle
 con los susurros
 por sobre el silencio
 Los guijarros
 bajo el pie
 las relucientes venas
 desde siempre en el polvo
 eternamente
 La lengua
 agotada
 con la boca cansada
 sobre el sendero sin fin
 que conduce a la casa del vecino.
 
 [J.R.S.]
 
 
 Resurrección
 
 El
 campo
 carente.
 A través de pañuelos tendidos
 reverdece lo otro, lo subyacente,
 lo que fuera un barrunto.
 Llega, desde la peste, un blanco
 de huesos, costillas, vértebras
 y cúbitos, y de cal.
 
 Cuenta las hierbas
 y cuenta los hilos del agua de la lluvia
 y la luz, cuenta
 las hojitas
 y graba
 tus pasos, las huellas de la caza
 y las voces, activa
 con palabras
 la sangre de los árboles y
 el pecho, sacude la herrumbre
 de muros
 y peldaños
 que se queda en tus manos,
 donde tal vez
 las uñas
 le sirvan de alimento.
 
 No es el momento
 de interrogarle.
 Sino el del agua
 en los tallos y el de los ojos, el de la renovada
 aparición de las hojas,
 haz que se abra el follaje.
 
 [F.B.]