john berger

Palabras migrantes

En un hoyo en la tierra
enterré todos los acentos
de mi lengua natal
Ahí yacen
como agujas de pino
que juntaron las hormigas
Puede que un día
el llanto vacilante
de otro viajero
los encienda y así
con su abrigo y consuelo
oiga toda la noche la verdad
como una canción de cuna.

 

Palabras II

La lengua
es la primera hoja del espinazo
los bosques del lenguaje la circundan
como un topo
La lengua
escarba la tierra del discurso
Como un pájaro
la lengua
vuela en los arcos de la palabra escrita
La lengua está emplumada
y sola en tu boca.
 

Sobre una bailarina de bronce de Degas

Dices que la pierna sostiene al cuerpo
pero ¿no has visto nunca
la semilla en el tobillo
desde donde el cuerpo crece?

Dices que cada pose debe
guardar su equilibrio natural
pero ¿no has visto nunca
los tercos músculos de las bailarinas
mantener el suyo tan poco natural?

Dices que la evolución del bípedo
hace ya tiempo que concluyó
pero ¿no has visto nunca
ligeramente metido en la cadera
el signo milagroso aún
que predice la bifurcación de los cuerpos
veinte centímetros más abajo?

Contemplemos,
(sabemos que la luz es
la mensajera del espacio y el tiempo)
contemplemos esta figura
para verificar
yo mi diosa
y tú el esfuerzo.

Pensemos en términos de puentes.
Mira: la carretera de la pierna y la espalda
articulada a la cadera y el hombro
se sostiene firme en la palma del talón
como pilar una sola pierna
el muslo sobre la rodilla
un miembro en voladizo.

Pensemos en términos de puentes
en lo que antaño los hombres llamaron Leteo.
Mira: el cuerpo común que atravesamos
vulnerable, habitado, cálido
también aguanta.
Peso muerto, peso vivo
y resistencia aerodinámica lateral.

Dejemos así que el puente, que esta bailarina nos tiende,
soporte el peso de todos nuestros viejos prejuicios
verifiquemos pues de nuevo,
Tú mi diosa
y yo el esfuerzo.
 

Una canción de amor

Las montañas son despiadadas
la lluvia funde la nieve
volverá a helar.

En el café dos extranjeros
tocan el acordeón
y la habitación canta
colmada de hombres.

Las melodías llenan
los sacos del corazón
los pesebres de los ojos.

Las letras llenan
los establos
que rugen entre los oídos.

La música suprime las papadas
relaja las articulaciones,
la única cura para el reumatismo.

La música limpia las uñas
suaviza las manos
restriega las callosidades.

Una habitación con hombres,
que han dejado la tropilla bajo la lluvia,
que apestan a gasoil, y a pala eterna,
acaricia el aire de una canción de amor
con manos dulces.

Las mías han abandonado los brazos
y están cruzando las montañas
en busca de tus pechos.

En el café dos extranjeros
tocan el acordeón
la lluvia funde la nieve.
 

Separación

Nosotros con nuestro errático lenguaje
nosotros con nuestros acentos incorregibles
y otra palabra para leche
nosotros que llegamos en tren
y nos abrazamos en los andenes
nosotros y nuestros carros
nosotros y nuestras voces
enmarcadas en la pared de un dormitorio
en nuestra ausencia
nosotros que compartimos todo
y nada:
esta nada que partimos en dos
y tragamos con un sorbo
de la única botella,
nosotros a quienes el cuco
enseñó a contar
¿a qué moneda
han cambiado nuestro canto?
¿Qué sabemos de poesía
en nuestras camas solitarias?

Somos expertos en regalos
los envueltos
y los que se dejan a escondidas.
Antes de partir escondemos
nuestros ojos nuestros pies
nuestras espaldas.
Lo que nos llevamos es
para la rejilla de los equipajes.

Atrás dejamos nuestros ojos
en los marcos de las ventanas
y en los espejos
nuestros pies atrás
en la alfombra junto a la cama
nuestras espaldas
en la cal de las paredes
y en las puertas colgadas de sus goznes.

La puerta se cerró detrás de nosotros
y el traqueteo del carro.

También somos expertos en tomar.
No llevamos los aniversarios
la forma de una uña
el silencio de un niño dormido
el sabor de tu apio
y la palabra para leche.
¿Qué sabemos de poesía
en nuestras camas solitarias?

Vía única, empalmes y
apeaderos
leen en alto para nosotros.
No existe poema con versos más largos
que las líneas que hemos cogido.
Como chalanes calculamos
la distancia en la boca
y juzgamos su dolor por los dientes.

Con mulas, a pie
en camiones y líneas aéreas
en nuestro corazón
lo transportamos todo,
cosechas, ataúdes, agua,
gasóleo, hidrógeno, carreteras,
las lilas florecidas y
la tierra apaleada en la fosa común.

Nosotros con nuestras
malas noticias del extranjero
y otra palabra para leche
¿Qué sabemos de poesía
en nuestras camas solitarias?

Sabemos tanto como cualquier comadrona
de embarazos y
de partos,
como eruditos sabemos
lo que hace temblar el lenguaje.

Nuestra carga.
La unión de lo que ha sido separado
hace temblar el lenguaje.
A lo largo de milenios y de la calle del pueblo
por tundras y bosques
a través de adioses y puentes
hacia la ciudad de nuestro hijo
hemos de llevarlo todo.

Trasportamos poesía
como los trenes de mercancía del mundo
trasportan ganado.
Pronto los lavarán
en las vías muertas.
 

Una vez, un poema

Los poemas, incluso cuando son narrativos, no se parecen a los cuentos. Todos los cuentos tratan de batallas de una u otra clase, que terminan en victoria y en derrota. Todo se mueve hacia el fin, cuando se sabrá el resultado. Los poemas, ajenos a los resultados, cruzan los campos de batalla, atendiendo a los heridos, escuchando los locos monólogos de los triunfadores y los temerosos. Traen una especie de paz. No por medio de anestesias o tranquilizadoras confirmaciones, sino por medio del reconocimiento y la promesa de que lo que se ha experimentado no desaparecerá como si jamás hubiera existido. Sin embargo, no se promete un monumento. (¿Quién que esté todavía en el campo de batalla desea monumentos?). Se promete que el lenguaje ha acogido, ha dado refugio a esa experiencia que lo ha pedido a gritos. Los poemas son más parecidos a una plegaria que los cuentos, pero en la poesía no hay nadie a quien orar oculto tras el lenguaje. El lenguaje mismo debe escuchar y conceder. Para el poeta religioso, la Palabra es el primer atributo de Dios. En toda la poesía las palabras son una presencia antes de ser un medio de comunicación. Sin embargo, la poesía usa las mismas palabras y más o menos la misma sintaxis que, digamos, el informe general anual de una corporación multinacional. (Corporación que prepara, para su provecho, algunos de los más terribles campos de batalla del mundo moderno). Entonces, ¿cómo puede la poesía transformar el lenguaje de tal modo que, en vez de comunicar información, escuche y prometa y cumpla la función de un dios? Que un poema pueda utilizar las mismas palabras que el informe de una empresa no significa más que el hecho de que un faro y la celda de una prisión puedan construirse con piedras de la misma cantera, unidas con el mismo cemento. Todo depende de la relación entre las palabras. Y la suma total de todas las relaciones posibles depende del modo en el que el autor se relacione con el lenguaje, no como vocabulario, ni como sintaxis, ni siquiera como estructura, sino como principio y como presencia. El poeta sitúa el lenguaje más allá del alcance del tiempo: o, más precisamente, el poeta se acerca al lenguaje como si fuera un lugar, un punto de reunión donde el tiempo no tiene objeto, donde el tiempo está abarcado y contenido. Si la poesía habla a veces de su propia inmortalidad, esta demanda tiene mucho más alcance que la afirmación del genio de un poeta particular dentro de una historia cultural particular. En este caso, se deben diferenciar la inmortalidad y la fama póstuma. La poesía puede hablar de inmortalidad porque se abandona al lenguaje en la convicción de que el lenguaje abarca todas las experiencias, pasadas, presentes y futuras. Hablar de la promesa de la poesía podría ser equívoco, pues una promesa se proyecta hacia el futuro, y lo que la poesía propone es precisamente la coexistencia del futuro, el presente y el pasado. Una promesa que se aplica al presente y al pasado, así como al futuro es más bien una certeza.

        [Pilar Vázquez, Nacho Fernández R, José Parreño]

 

John Berger (1926 - 2017), opinaba que el “realismo socialista” en el arte debería reflejar las expectativas de la sociedad del siglo XX. Tradujo al inglés a Bertolt Brecht y Aimé Cesaire.