Karl Krolow

Karl Krolow (Hannover, 1915 – 1999), hijo de una familia de burócratas, creció en su pueblo natal donde fue a la escuela primaria. Hizo estudios de germanística, lenguas romances, filosofía e historia del arte en las universidades de Gotinga y Breslau, donde se vinculó a las juventudes hitlerianas y más tarde al Partido Nacional Socialista, publicando sus poemas en los órganos propagandísticos del nazismo, como la Krakauer Zeitung y nota periodísticas en semanarios como Das Reich, y  aun cuando el joven ambicioso nunca participó en actividades propagandísticas o militantes, siempre se rehusó a discutir el asunto por el resto de su vida.

Terminada la guerra Krolow se mudó primero a Hannover y luego a Darmstadt donde vivió hasta su fallecimiento trabajando como escritor independiente, después de haber fundado el Gruppe 47, que se propuso limpiar el lenguaje y la literatura alemana de las toxinas del nazismo. Desde esos años fue considerado uno de los grandes poetas de la posguerra y tradujo numerosos escritores ingleses, franceses y españoles, lo que le valió ser miembro de varias instituciones culturales como el Pen Club alemán, la Deutsche Akademie für Sprache und Dichtung in Darmstadt, la Akademie der Wissenschaften und der Literatur in Mainz o la Bayerische Akademie der Schönen Künste. Tambien numerosos premios como el Georg Büchner Prize,  la Goethe-Plakette des Landes Hessen, la Gran Orden al Mérito de la República Federal, el Stadtschreiber von Bergen y el Rainer Maria Rilke, un doctorado de la  Technische Universität Darmstadt, el Hessischer Kulturpreis, el Großer Literaturpreis der Bayerischen Akademie der Schönen Künste y el Friedrich-Hölderlin-Preis.

Muchos de sus poemas son raras joyas de ambigua belleza. El amor, la muerte y todo lo que toca al individuo, le atañe, desde lo privado a lo público; quien escribe está solo, o solo entre la multitud, observando escenas, experiencias y recuerdos con una incisiva voluntad y un ojo crítico. Poemas que son un instrumento de desarme ante el fanatismo, creando otro mundo de sombras y magias, inundados por igual de muerte y música. Política e historia son conceptos, categorías para comprender la experiencia de la gente real, donde la poesía es el “otro caos”, apartado de la Historia, para bien o para mal, pero el otro mundo.  Descripciones genéricas de la muerte y las masacres con un tono de pesada resignación, como un envión humano, una misericordia ante los crímenes que vendrán, que semejan una condena de la agresión que sufren los que mueren. Una llamada, en el caso de Krolow, amnesia histórica, porque no sabemos quién dió la primera orden, quien sacó primero el arma, con ese no saber de dónde viene la crueldad, una plaga que se remonta al fondo de la historia, o la mitología, donde un dios arcaico esparce violencia y dolor, no importa quien como individuo, o quien como grupo, o quien como facción. Poemas que nos reducen a elegir quien tiene o tuvo la culpa de todo, y que solo mediante la celebración del poema recibiremos la expiación y redención del pecado. El poema como el eterno paliativo al dolor y el olvido.

Pocos escritores alemanes conmueven como Krolow a sus lectores con semejante fervor y respeto ante la gravedad de sus preocupaciones, en un siglo de muerte y destrucción, como el que le toco vivir.

 

Día de Calor

En el río se abrazan
las imágenes invertidas
de los enamorados.
El mediodía tiene axilas
de pétalos húmedos de gladiolo.
Se oye decir: Un día de calor
O: El viento anda
detrás del aroma del espliego
como un hombre detrás de una mujer.
Alguien se pone la mano izquierda
delante de los ojos a modo de visera.
El mediodía avala
el equilibrio del mundo.
De noche se desabrochan,
solas, las blusas de las muchachas.

[F.B.]


Estación Muerta

Así pudo ocurrir
que, de puro silencio,
se cayesen al suelo
los retratos de los antepasados
colgados de la pared.
O que la botella de Beaujolais
se aliara
con unas peras arrugadas
para componer una naturaleza muerta.

Era la hora de las carpas
y de las moscas moribundas.

El mediodía pestañeaba
bajo el peso de los párpados.
Sí, los soplos de los corazones
se hicieron perceptibles durante algún tiempo
en el estanque de los niños marinos
que ayer habían dado allí
órdenes a sus navíos.

Anteayer todavía
era todo distinto.
La estación muerta
vivía aún en el olor,
levemente legendario,
de la hierba.

Los retratos esperaban
desbaratados en el suelo
que alguien saliese de la pared
y los enderezase riendo a carcajadas.

[F.B.]


Blancura

Blancura. Un mantel hecho jirones.
Alguien lo agita. Es la mano blanca
del viento del Este.
Alguien comenta: Nieva.
Poco a poco,
el aire hecho jirones abre los ojos
de tanto frío.

Qué bien se escribe con nieve.
El tiempo se somete
lo que dura una carta en blanco y huele
a helada y a manzanas
hasta que se derrite.

[F.B.]


Poema de amor

A media voz te hablo
¿Me oirás
detrás del rostro amargo de la luna
que se resquebraja?
¿Bajo la celestial belleza del aire
cuando se haga de día
y el alba sea un rojizo pez de aleta temblorosa?

Eres hermosa.
Fresca y seca es tu piel.
Tu mirada – suave y firme como la de un pájaro.
Se lo digo al viento que vibra.
Tu cuello -- ¿oyes? -- es de aire
que como paloma se escurre entre las mallas del follaje azul.

Levantas el rostro.
Sobre el muro de ladrillo reaparece como una sombra.
Hermosa eres. Eres hermosa.
Fresco como el agua fue tu sueño a mi lado.
A media voz te hablo.
Y la noche se quiebra como soda, negra y azul.

[F.B.]


Leyendo

He dejado todo
lo que tenía entre manos.
Detrás de mí, vaga lenta
mi sombra
del Norte al Este.
Mi memoria concluye
al borde del libro.
Poco a poco se seca
junto a mí el agua
del vaso.
El tiempo
transcurre sin reproches.
Es un relato
perfecto: carece
de punto de fuga
a donde dirigirse
para encontrar algo.

[F.B.]


Lo veo de otro modo

Lo veo de otro modo:
las palabras son residuos
del capitalismo.
No lo creo.
Digo nieve, y siento
el invierno de 1929 en la boca.
Agua, digo, ahogándome
otra vez en el Mar del Norte.
Fuego: una de mis manos
sigue ardiendo desde la
última guerra.
Digo libertad, y sigo sin saber
lo que digo.

[F.B.]


Realmente mucha suerte

Realmente mucha suerte
pertenecer a esto,
que un cuerpo comience
a flotar en el aire
con pecho, axila y rodilla
y en ese mismo aire
otro cuerpo se encuentre
a uno como él
en el camino.
La atmósfera hace de ellos
dos torsos íntimos.
Las tiernas líneas en las copas de los árboles
describen su éxtasis inadvertidamente.
Su murmullo permanece
un tiempo entero aún para que lo escuchen,
y como él se regalan
uno al otro eso,
lo que es ligero en ellos.
Ser afortunado empieza siempre
un poco aquí en la Tierra.
Pero nadie ha tenido la capacidad de notarlo.

[A.R.M.]


Poema para J. S.

¡En el andén de diciembre,
en la primera hora después de la medianoche,
tu imagen recortada en el frío,
con abrigo claro, la bufanda sobre el pelo
y una cara iluminada en la despedida!
Te invento una vez más
en el instante de la separación,
oscura de ternura y de anhelo de felicidad,
con una suave voz de cariño
en el aire helado del invierno.

Te invento otra vez: creada ahora
para ir conmigo, con otro:
un hombre con cuello de abrigo alzado,
que baja la ventana en el departamento del tren y saluda.
Tú te quedas, a la deriva sobre olas del viento gris,
te quedas con abrazo y beso y el olor de tu piel.
El tablero de ajedrez negro y blanco de la noche de nieve
está sobre tu cara;
y sé que nada en ti me está destinado.

[J.L.R.P.]


Preguntas

Nadie cómo te sientes a ti te leería
en los ojos cuando me preguntas renitente
lo que hubo entre día y días
y si es verdad cuando dices de repente:

¿Nos hemos alguna vez pertenecido,
te amé yo así como tú me amas?
¿No estaba ya el amor casi destruido
por el tiempo que para todo es llama,

en el que nada se salva, desconsiderado
queda el trato y la larga venación
tras sentimientos sólo buscados
para sofocarlos en consideración?

¿Se ama así? Tú preguntas. Nada yo
a ti en los ojos al mirarme te leería
cuando la pregunta me sorprendió,
quién de los dos el amor canceló
en la noche, al brillar la luz del día.

[J.L.R.P.]