miklós radnóti
Desde la Brumosa Bulgaria
Desde la brumosa Bulgaria, corre el cañón agreste, tumultuoso
golpeando los riscos de la montaña, y el cauce suspendido entonces, se
precipita.
Una barricada de pensamientos, de animales, carros y hombres;
el camino encabritado relincha y el cielo agita sus crines.
En este caos de cambios, tú estás en mí, permanente,
profunda en mi conciencia brillas, como un movimiento eternamente
gastado
y silencioso, como un ángel despavorido ante el gran carnaval de la
muerte,
o como un insecto en el tronco podrido de un árbol, representando su
funeral.
Tarjetas postales
II
Sólo a nueve kilómetros de aquí
queman almiares, prados, casas,
aquí, sentados, los aldeanos fuman
sus pipas, mudos, alarmados.
Aquí, aún se riza el agua si entra al lago
la pastora, con su pie desnudo
y al inclinarse, bebe nubes el rebaño.
(Cservenka, octubre 6, 1944)
III
Los belfos de los bueyes manan baba sangrienta,
todos los hombres, todos, sudan y orinan sangre,
la tropa se amontona en charcos pestilentes.
Sobre nosotros sopla, fiera, la muerte.
(Mohács, octubre 24, 1944)
Lunes al atardecer
Ahora que el miedo roza tu corazón,
y el mundo parece una noticia distante;
los árboles protegen tu infancia
como un recuerdo cierto.
Entre inciertas mañanas y noches sospechosas,
la mitad de tu vida has vivido entre guerras,
y ahora, una vez más, el orden resplandece
en las puntas levantadas de las bayonetas.
A veces, en sueños, el paisaje se aparece ante ti,
ese hogar de tus versos, donde la libertad
danza sobre la hierba, y en la mañana,
al despertar a tu lado, continúa su fragancia.
En raras ocasiones, te sientas, asustado,
junto a tu escritorio. Y es como si vivieras sobre un lodazal;
la mano, decorada con una pluma, se agita pesada
y cada vez, más llena de cansancio.
El mundo se está convirtiendo en otra guerra
—una nube hambrienta devora el suave azul del cielo-
y cuando oscurece, tu esposa te abraza y llora.
Viví sobre esta tierra
Viví en un tiempo en que el hombre
mataba por placer, sin que nadie lo ordenara.
Locas obsesiones tejían su vida,
adoraba falsos dioses sin ninguna ilusión,
espuma de odio era su boca.
Viví en esta tierra en una edad
en la que traicionar era digno,
y era héroe el traidor y los ladrones,
y quien guardaba silencio
fue odiado como un hijo de la peste.
Yo viví en esta tierra cuando
el hombre debía ocultar su voz
y morderse los puños;
borracha de sangre y escoria,
enloqueció la nación
y sonreía ante su horrible destino.
Yo viví sobre esta tierra cuando
un hijo era la maldición de su madre
y una madre era feliz cuando abortaba,
y un vaso de veneno hervía en las mesas,
y los vivos envidiaban el silencio de los muertos.
Viví sobre esta tierra, sí, en una época
en la que los poetas se acostumbraron a callar
y esperaban que Isaías, el sabio de terribles palabras,
cantara de nuevo, pues nadie sino sólo él,
sabía entonar la justa maldición,
la maldición ardiente de los justos.
Campo de Bor, 15 de septiembre 1944.
[Carlos Morales y Jaime Vandor]
Jueves
En un pequeño hotel de Nueva York
T. se puso una soga al cuello,
¿quién ya sin patria erra tanto tiempo
ha de continuar vagabundeando?
J. M. se mató un día en Praga,
en su propia tierra perdió su patria.
Desde hace un año P. R. nada escribe,
tal vez yazga bajo raíces muertas.
Era poeta y se marchó a España,
allí la tristeza nubló sus ojos,
¿el poeta, que quisiera ser libre,
gritaría ante un criminal cuchillo?
¿Puede gritar de cara al horizonte
si su camino alcanzó su término?
¿Quién ya sin patria, o aquel encadenado,
puede clamar en verso por la vida?
¿Cuándo empieza a pastorear la oveja
y la paloma vive desangrada?
¿Cuándo al camino zumba la culebra
y en calma sopla el viento?
[Javier Pérez Bazo]
17 de Enero, 1944
No puedo saber qué significa para otros este paisaje,
mi patria, este pequeño país abrazado al fuego,
el mundo de mi niñez que lejana se mece.
Crecí de él, como una tierna rama del tronco de un árbol,
y espero ver mi cuerpo hundirse en él un día.
Estoy aquí, en casa. Y si alguna vez a mis pies se arrodilla
un arbusto, conozco su flor y hasta su nombre,
sé adónde van y quiénes van por el camino,
y sé qué significa en la madrugada del verano
ese dolor rojo que nace en el muro de la casa.
Para el piloto que lo sobrevuela, este paisaje es tan sólo un mapa
y no sabe en qué lugar vivió Mihäly Vörösmarty,
¿qué esconde para él esta región?, fábricas y áridos cuarteles.
Yo veo un saltamontes, un buey, la torre, una granja apacible,
pero él ve fábricas con los prismáticos, y campos de labranza;
yo veo trabajadores que tiemblan por lo suyo,
temporeros que silban, bosques, viñedos y tumbas,
y entre las tumbas madres que lloran en silencio.
Y lo que desde arriba son raíles y fábricas indemnes que hay que
destruir
es el guardagujas y el ferroviario dando la señal
rodeado de niños y con una bandera roja en las manos,
y en el patio de la fábrica se revuelca un perro pastor,
y allí está el parque, la huella de los viejos amores,
y el sabor a miel y arándano de los besos en mi boca,
y aquí la piedra que puse al borde de la acera
para que el maestro no me preguntara,
la piedra que ahora piso y nadie pude ver desde lo alto.
Es verdad, somos culpables, pero no más que el resto de los pueblos,
y sabemos bien cuándo hemos pecado, dónde y de qué modo,
pero aquí vive gente que trabaja, y poetas sin culpa,
y niños de pecho en los que la razón madura,
la misma que ahora los alumbra y protege en los sótanos oscuros
hasta que el dedo de la paz dibuje de nuevo una señal en nuestra tierra
y con su fresca voz responda a las palabras nuestras tan ahogadas.
Cúbrenos ya con tus extensas alas, nube del amanecer.
(Carlos Morales)
Como el toro
Viví hasta hoy mi vida como un joven toro
que se aburre entre vacas preñadas en el calor del mediodía
y corretea en círculo para mostrar su fuerza;
despliega el estandarte espumoso de su juego
desde su baba; sacude la cabeza -denso, se agrieta el aire
entre sus cuernos -mientras sus patadas esparcen
hierba martirizada y tierra en el prado espantado.
Sigo viviendo como el toro, más como un toro que de pronto
se detiene en el centro de un campo constelado de grillos
y olfatea el aire. Siente que en la espesura del monte
se para un corzo, alerta, y de repente corre con el viento
que en su silbido arrastra el olor de la jauría.
El toro olfatea el aire, pero no huye como el corzo
y piensa que, llegada la hora, luchará y caerá
y en el paisaje la jauría dispersará sus huesos.
Entretanto, triste, brama en el aire denso lentamente.
Así también yo lucho, así caeré, y para ejemplo
de épocas lejanas, el paisaje conservará mis huesos.
(Fayad Jamís)
Miklós Radnóti (1909 -1944), vocero de la moderna lírica húngara, durante la ocupación nazi fue sometido a trabajos forzados y fusilado debido a su ascendencia semita. Es uno de los poetas testigos del Holocausto.