Carlos Iván Padilla
Hominidae
Hoy
despiertos
nos alzaremos
desde los mares
hasta tocar los techos
en donde se reflejan los vacíos.
Podremos participar en las andanzas
de una casta selecta y emancipada
empinada en las arenas circulares
de las pestañas y los senderos
para comenzar entonces
a ver hacia el frente
lo que hay
y maravillarnos
con el reflejo de los hombres
Hipno
Al enunciar la palabra
el circundante domina
lo racional y lo imaginativo
pues funda
con su canto
los lodos que se adueñan de la nada
y lo inefable.
Lodos que
en tanto lodos
pueden dificultar el paso
de las manos
por sus propias barandas
pero jamás
el vuelo
de cuando el ojo descansa.
Hiperbóreo
Al pisar Polifemo
su propio nombre
suelo de los mares de antaño
conoce él a su padre
y su obra.
Ve.
Avanzando por las costas heladas
de un arte inmarcesible
señala con el dedo
y compone
el rayo.
El gigante entiende
que su viaje le llevará
más allá del Norte
en donde se cruzan las manos
en donde el creador
se eleva y
se hace
dios
Oikos
Nos rapamos la cabeza y más adentro
para sentir en el viento si alguien se aproxima
ojos atentos en el día
orejas vigilantes en la noche
ya nos duelen los cuellos
Más de una década en vigilia
agradece el día ligero
el descanso bajo la sombra de los árboles
que también nos oculta
de los jaguares empinados
La maleza es lo único que nos cuida
maltrecha hierba abandonada a la intemperie
pues los caciques están ocupados
adiestrando sus cuchillos
para el saqueo y el festín
Somos guerreros de la selva
supurantes charcos de la noche
miren como nos desangramos
como tensamos la penuria
de ya no estar en la ciudad.
Al niño
de la aljaba
Cautela
la lumbre de la voz no basta para no perder el rastro
cuidado
cuidado
apunta
ronda
Afina la mirada para no fallar
huele cada oscuro del desvelo
protege el halo de tu estirpe
Odisea del ojo
el cielo te ha hecho zorro / coyote / perro
confiscó tu sollozo y ahora callas
debes vigilar
Dime cuántas vidas se lleva la noche en su mordida
dime cuánta voz se traga su aliento
su jadeo
dime qué esconde tras su ímpetu
tras su quiebre
¿no has aprendido nada?
Tanto tiempo te has ocultado
tanto tiempo has alabado el conticinio
al pulso que cuelga de sus párpados
que te aleja de los depredadores
que te mece en el vaivén de su endecha
anhelando tu hambruna
Recuerda el revuelco de la sombra
recuerda cómo brota tanta falta de tus dedos
y hiere
Ajusta tu aljaba niño
tensa tu arco
cuidado
apunta
a ver si el miedo cesa.
Carlos Iván Padilla (Caracas, 1993), estudió Filosofía en la Universidad Central de Caracas y ha publicado Mareas (2016), Avatares (2016) y Hálito imberbe frente a cadáver de ciudad (2017). Vive en Buenos Aires.
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