Cristina Gutiérrez

Sé del mar reventando contra un muro

Sé del mar reventando contra un muro
            cómo me asusta cuando levanta demasiado su oleaje
            cuando enfría sus aguas y es imposible.
Sé de gente buena acodada en puentes
contemplo sus miradas cristalinas y la mía se envidria
me siguen enfermando mis ojos litorales
                                                mis costas.
He visto desde un balcón
un río que divide tres países
abrí ya muchas veces mi puerta para saludar desconocidos
ya estiré una nueva lengua
ya me senté lo más al norte posible
ya estuve en la última calle de un país
ya fui todo lo insular que pude
ya he puesto toda mi fe en un viaje
ya he querido volver y abrazar

corro tras un nuevo paisaje que se alborote en mis ojos
vivo huyendo de este lugar que soy
pero el desarraigo no me cura

no me cura.
 

Permanece frente al espejo la mirada

Y nos despedimos con la vaga sensación
de haber sobrevivido
aunque no sabíamos para qué.

Cristina Peri Rossi

Permanece frente al espejo la mirada que todo lo quiere decir
que quiere penetrar iris, cristalino, cornea
con su trasluz
porque no están acostumbrados los ojos a ver sin esquivar dardos
sin sentir un desorbitar.

En el espejo se devuelve la imagen de alguien que olvidó
y luce serena
quieta muy quieta.

Abruma la espalda curada
cómo aprende un lomo a estar derecho
si hizo de su encorvarse una lógica
una manera de sujetar la insuficiencia.

Hay entonces que mirar de frente al espejo
y repetir que así está bien
que no eran normales ni bellas las ojeras.

Alzar los brazos y sostenerlos
de hecho sostenerlos sin demasiado esfuerzo.

Acostumbrarse a ver en el espejo a un sobreviviente de guerra
con su épica detrás
y que puede –si quiere, solo si quiere
morir.
 

Sin puñal

Quise escribir con toda la rabia del mundo
buscaba la imagen que sostuviera mi enojo
me despertaba madrugada tras madrugada
intentando crear nuevas palabras
            a falta de una que describiese
            el exacto sonido de mis muelas rotas de tanto apretar la mandíbula
Creía inefable
            mi fruncir de ceño
            mi cuerpo giroscopio

Perdona, me dije
no sin antes nombrar el odio con todos sus pesares
con todas sus vertientes
yéndome por todas sus ramas.
Recuerdo cómo quería escribir cortando
hiriendo con mi lesión
quería escribir con un puñal
y llenar de pus y sangre techo paredes espejos

Pero olvidé
mi rabia
y mi puñal
Me quedó este olvido calmo,
sosegado
demasiado cansado
 

Cristina

Me nombraron Cristina por una amiga desahuciada de mi madre.
La señora Martha Cristina me heredó su segundo nombre,
                                                                        su adolecer.
Cuando sucumbo al reproche
mi madre me consuela diciendo que también tengo el nombre de Cristo.
Él también vivió desahuciado, mamá.
Tengo nombre de mujer muriendo
                        y de hombre clavado en la cruz.
Eso lo explica todo.
 

Hay mares que llegan con sus olas antiguas

Hay mares que llegan con sus olas antiguas
a golpearme el lomo,
a recordarme cuántas mentiras he tenido que decirme
para soportar el ruido de algunos barcos.
Esta marea no tiene ojos,
            solo brazos largos para tantear mis orillas
            rasguñarlas de vez en cuando.
Yo no sé cómo dividir estos mares,
            cómo llegar a la tierra prometida.
Estoy del otro lado,
creyéndome a salvo
ahogándome solo un poco.

 

Cristina Gutiérrez Leal (Coro, 1988), es Licenciada en Educación, master en literatura latinoamericana y estudiante de doctorado en literatura comparada en la Universidad Federal de Rio de Janeiro. Ha recibido los premios Ramos Sucre y Rafael Cadenas.