Circe Maia

El medio transparente

Lo mejor sería no pensar demasiado
en ellas, las palabras. Ellas vienen
así o de otro modo y no es tan importante.
Vidrios, ventanas son y habría que limpiarlas
con cuidado, por eso. No pintarlas
–¿qué verías detrás? – y no adornarlas.
Por mirar el adorno en la ventana
no miraste hacia afuera.
El más breve vistazo
hubiera sido al menos suficiente
para mirar la luz del otro lado.
Sí, esa luz de afuera
sobre un rostro que pasa.


Raíces

Hoy de mañana
tuvimos que arrancar unas hierbas
que creían por todas las ranuras.
Se arrancaron las hierbas
y quedaron al sol temblando las raíces
como sorprendidísimas… ¿y esto?
¿De lo oscuro a lo claro en un instante?
Muerte invertida, rara:
de la tierra cerrada y ciega
al ojo azul, que todo lo traspasa.
Abrirse a todo aire: perderse.
Soltarse a toda luz: también perderse
dicen las raíces
temblando.


Por detrás de mi voz

Por detrás de mi voz
–escucha, escucha–
otra voz canta.
Viene de atrás, de lejos;
viene de sepultadas
bocas y canta.
Dicen que no están muertos
–escúchalos, escucha–
mientras se alza la voz
que los recuerda y canta.
Dicen que ahora viven
en tu mirada
(sostenlos con tus ojos,
con tus palabras,
sostenlos con tu vida,
que no se pierdan
que no se caigan)
 

Esta mujer

A esta mujer la despierta un llanto:
se levanta medio dormida.
Prepara una leche en silencio
cortado por pequeños ruidos de cocina.
Mirá como envuelve su tiempo y en él está viva.
Sus horas
fuertemente tramadas
están hechas de fibras resistentes
como cosas reales: pan, avena,
ropa lavada, lana tejida.
Cada hora germina otras horas y todas son peldaños
que ella sube y resuenan.
Sale y entra y se mueve
y su hacer la ilumina.
 

Final

¿Cómo aprende la luz a oscurecerse?
¿Debe hacer ejercicios de opacamiento?
No quiere.
Hasta último momento la brasa late:
una chispa, un crujido.
El punzón del fuego no quiere
no ser más taladro, hacerse romo.
No quiere.
Muy a contracorriente, contra la pegajosa
espuma de la nada
bracea, tercamente.
 

En el tiempo

I

A las tres de la tarde le anocheció de golpe.
Se le voló la luz, el piso, las agujas
del tejido, la lana verde, el cielo.
Ves qué fácil, qué fácil:
un golpecito, un hilo
que se parte en el silencio
a las tres de la tarde.

Y después ya no hay más. De nada vale
ahogarse en llanto, no entender, tratar
de despertarse.
Muerte, de pie, la muerte
altísima, de pie, sola, parada
sobre mayo deshecho.

II

Recordarte es borrar, empecinadamente
una vez y otra vez, esta ausencia oscura
que de ti me separa.

Cadáveres de días que no viste, te cubren.
Llueven tu rostro gotas lentas, espesas
y de beber, amarguras (…)

III

Hoy me puse a cantar canciones tuyas
cuando no había nadie.
Y venía tu voz, alzándose, venía
borrándome la lejana luz, volando
tu voz hacia la mía
como por otro aire (…)

VII

Para buscarte hay que cerrar los ojos
porque ya es demasiado azul, ya es demasiado
azul frío e intenso
y abrir los ojos es como embarcarse
y echarse a navegar por un azul violento. (…)

IX

cómo duele el silencio cuando es hecho de voces
ausentes, de palabras
que nadie dice:
risas de sombra, voces,
conversaciones muertas.

Cuando duele el vacío y es un hierro
y pesa al corazón como un pájaro muerto.
Cuando la ausencia es dura presencia de la muerte,
dura presencia, muro para golpear llorando
y ensangrentar el puño y golpear todavía.
No abren, no se abre, no va a abrir más nunca.


Circe Maia [Montevideo, 1932] hizo estudios de filosofía en el Instituto Artigas y la Universidad de la República, enseñando esa disciplina en el Liceo Departamental y el Instituto Docente de Tacuarembó, donde vive. Miembro del Partido Socialista, durante la dictadura militar fue destituida de su cargo de profesora y su marido fue puesto en prisión por dos años por hace parte del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros. Con el regreso a la democracia en 1985, luego de perder uno de sus hijos en un accidente de tránsito, fue reintegrada a su cargo de maestra de secundaria y sus libros comenzaron a ser leídos. La publicación de Superficies en 1990 fue su regreso a la poesía, que ha sido traducida a numerosos idiomas. Su Obra poética se ha publicado en un grueso volumen en 2007 y 2010. Según Maia la expresión adecuada para su poesía es «el lenguaje directo, sobrio, abierto, que no requiere cambio de tono en la conversación, pero que sea como una conversación con mayor calidez, mayor intensidad... La misión de este lenguaje es descubrir y no cubrir; descubrir los valores, los sentidos presentes en la existencia y no introducirnos en un mundo poético exclusivo y cerrado». En su poesía los objetos, las personas, las muertes cercanas, la pintura y el tiempo son algunos de los temas elegidos para «descubrirse» y descubrir la trama humana.