Louise Glück
Antes de la tormenta
Mañana lloverá,
esta noche el cielo está abierto
y las estrellas brillan.
Sin embargo, vendrá la lluvia,
y será tanta que arruinará las semillas.
Un viento empuja las nubes hacia el mar,
antes que verlas, sientes el viento.
Es mejor mirar ahora los campos,
verlos antes que se inunden.
Es luna llena.
Una oveja escapó ayer hacia el bosque,
pero no cualquiera, era carnero,
cuando le veamos otra vez, será en sus huesos.
La hierba se estremece;
el viento pasa sobre ella,
y las hojas de los olivos tiemblan.
Hay ratones de campo.
Donde cace el zorro,
habrá sangre mañana.
La tormenta lavará la hierba.
Hay un chico sentado en una ventana,
le han dicho que vaya a dormir,
pero piensa que es muy temprano
y se queda allí, como si nada.
Donde uno está es donde duerme,
el lugar donde despertará el siguiente día.
La montaña se eleva como un fanal
para recordar que la tierra existe,
que no debe ser olvidada.
Sobre el mar, crecen las nubes,
las dispersa el viento dándoles designio.
Mañana no amanecerá.
El cielo no volverá a ser cielo;
seguirá siendo noche,
las estrellas huirán al llegar la tormenta,
durando solo unas diez horas.
El mundo no será como antes.
Una a una, las luces del pueblo se apagan
y la montaña brilla en la oscuridad.
Ni un solo sonido.
Sólo hay gatos peleando en los portales.
Huelen el viento: hora de reproducirse.
Luego merodean por las calles,
pero el olor del viento los acosa.
También en los campos
el viento se eleva y las estrellan brillan.
Aun lejos del mar entendemos estos signos.
La noche es un libro abierto,
pero el mundo sigue siendo un misterio.
[Harold Alvarado Tenorio]
Flores de filadelfo
No es la luna, te lo digo.
Son las flores
que iluminan el patio.
Las odio.
Como odio el sexo,
la boca del hombre
lacrando mi boca,
—paralizando mi cuerpo—
Y el llanto que siempre huye,
la baja, humillante
—sospecha del coito—
Esta noche, en mi mente
oigo la pregunta y su respuesta
fusionándose en un sonido.
Se ponen y sobreponen y entonces
se mezclan en envejecidos yoes,
exhausto antagonismo. ¿Ves?
Nos volvieron tontos.
Y el aroma de las flores de filadelfo
inmoviliza a través de la ventana.
¿Cómo podré descansar?
¿Cómo podré ser feliz
cuando todavía está ahí
ese olor en el mundo?
[Harold Alvarado Tenorio]
Estudio romano
Al principio sintió
que debió haber nacido de Afrodita,
no de Venus,
pero quedaba muy poco por hacer,
por lograr, después de los griegos.
Y le disgustaba la luz,
que Grecia tiene derecho a reivindicar.
Maldijo a su madre
(en privado, discretamente),
que pudo haber organizado todo esto.
Y después le ocurrió examinar estas reacciones
en las que, al final, reconoció
una clase nueva de pensamiento,
más mundana, más ambiciosa y política,
de lo que ahora llamamos métodos humanos.
Y cuanto más lo pensaba, más sentía
un ligero desdén por los griegos,
por su austeridad, por el sobrecogedor
equilibrio de sus tragedias,
hasta las más emocionantes al principio,
y después predecibles, rutinarias.
Y cuanto más lo pensaba,
era más evidente cuánto quedaba
por vivir y escribir, en un mundo material
hasta ahora apenas alabado.
Y precisamente en este razonamiento
reconoció el alcance y la trayectoria
de sus curiosidades.
[Harold Alvarado Tenorio]
Amor terrenal
Las conveniencias les mantuvieron unidos.
Fue una época (muy larga)
cuando al corazón, que se entregaba libre,
se le exigió renunciar a la libertad:
una ofrenda patética penada al fracaso.
Por suerte abandonamos esas pretensiones,
como solía recordar
cuando mi vida se hizo añicos.
Así que lo que tuvimos fue, más o menos,
algo voluntario, vivo.
Y no fue hasta mucho después
que intenté pensar de otro modo.
Humanos somos, nos protegemos
lo mejor que podemos,
incluso rechazamos la claridad,
nos engañamos a nosotros mismos,
como en la apoteosis de que he hablado.
Y, sin embargo,
en este ardid hubo felicidad.
Así que repetiría
del mismo modo
los mismos errores.
Tampoco parece crucial saber
si esa felicidad
se basa en una ilusión:
es real, a su modo.
Y, de todas maneras,
terminará.
[Harold Alvarado Tenorio]
Vida nueva
Durante la pesadilla de la discordia
reñíamos por quedarnos con la perra.
Ventisca.
¿Dime qué significa ese nombre?,
cruce entre algo grande, suave
y perro salchicha.
¿Tiene esto algo que ver con los genitales
masculinos y femeninos? Pobre Ventisca,
¿por qué era perro, sí degustaba
el tahini en su escudilla para perros?
Después hubo otra cosa, un sonido,
como de gravilla que se revuelve. ¿O era arena?
¿Las arenas del tiempo?
Después fue Erica con sus maracas,
como encarnadas arenas del tiempo.
¿Quién le expondrá esto a la perra?
Ventisca: papá te necesita;
papá tiene el corazón vacío,
no porque abandone a mamá
sino porque la clase de amor que quiere
mamá no puede dárselo,
mamá es demasiado sarcástica,
mamá no bailaría rumba en el estacionamiento.
O esto está mal.
¿Y si yo fuera la perra como cuando era una niña
afligida por no haber comenzado a hablar?
¡Con anorexia!
Ventisca, sé una perra valiente,
te despertarás en un mundo distinto,
volverás a comer, crecerás y serás poeta.
La vida es muy rara,
termine como termine, siempre llena de sueños.
Nunca olvidaré tu cara,
tus ojos de humano desesperados
y tumefactos por las lágrimas.
Pensaba que mi vida había terminado
y que mi corazón se había roto.
Después me fui a vivir a Cambridge.
[Harold Alvarado Tenorio]
Louise Elisabeth Glück (Nueva York, 1943-2023), estudió en la
Universidad de Columbia y fue Poeta Laureada por la Biblioteca del
Congreso y Premio Nobel. Enseñó en Yale. Su libro mas conocido es The
Wild Iris, Premio Pulitzer, con poemas que exploran la belleza y la
fragilidad de la vida, como la inevitabilidad de la muerte y el paso del
tiempo. Murió de cáncer en su casa de Cambridge, a los 80 años.