Philipp Mainländer
Las lágrimas que vierte el hombre
Las lágrimas que vierte el hombre
en el tumba de sus ilusiones,
¿Son rocío por el esplendor juvenil?
¿Son bendiciones para que el hombre arraigue?
¿O son las gotas de la sabia que resecan al árbol,
cuando su médula está herida de muerte?
Como nubes que en la noche otoñal crujen,
así persiguen a mi alma pensamientos de muerte.
Por ti contendré el dolor;
pero, dirás, tú también lo sientes.
[1859]
Igual que en otoño las hojas caen del árbol
Igual que en otoño las hojas caen del árbol,
y la vida fluye en las plantas hacia las raíces,
así perdí juventud y con todas mis fuerzas
vacié hacia dentro mi existencia.
Pero ni la primavera a una nueva juventud,
ni la alegría de nuevo me despiertan.
En mi pecho una dolorosa y feroz rabia vive;
y con sangre del corazón cebo el fuego salvaje
de la llama que me consume.
[1859]
Capri
Con frecuencia, cuando te miraba,
entre el tráfico ruidoso de la urbe,
mojada por las olas, firme e inmóvil,
mi corazón suspiró sin aliento
por la paz de tus valles, por la calma
de tus acantilados soberbios.
Ahora estoy sobre ti ¡Qué extraño! Lloro.
¿Qué incita mi llanto?
¿Será el presagio de que serás mi amiga,
y fluyen involuntarias las lágrimas,
como las de aquel que, pasados los años,
estrecha la madre entre sus brazos?
Que así sea. Así es como te quiero.
Eres una amiga que bien me quiere.
Tus radiantes acantilados,
sobre los que vuelan las gaviotas,
me aproximarán al cielo;
tu mar cantará canciones de cuna;
tus grutas me contarán historias:
Yo sólo escuchar y olvidar quiero.
[1858]
Herido está el hilo de la vida
Herido está el ciclo de la vida,
que alegría, musa y reposo dieron;
y me siento perdido: en el pecho
se me ha arrojado una amarga semilla.
No quiero morir como los campos,
que el otoño con sus dientes destroza;
cuando de repente los colores palidecen,
hasta que los secos tallos sus hojas
al pie del árbol esquilado dispersan
.
¡No! A la muerte quiero ir como
el viento tormentoso que
de norte a sur sopla salvaje—
¡No! Como los tajantes relámpagos,
así quiero acabarme.
La novia del viento no da cuartel:
rompe las delicadas flores sobre el verde—
Lleva a la mariposa sobre el mar lejos, muy lejos,
hacia la segura tumba en fríos torrentes.
[1859]
Querida amiga, la noche ha llegado
Querida amiga, la noche ha llegado.
Los Montes Albanos descansan bajo la luna;
así el Foro, el Coliseo y San Pedro,
como la vieja Roma y la de los enanos.
¡Cómo agradezco al destino que a mí un fantasma,
y no un ser real, me estreche! Pues si a ti,
dulce mujer, te hubiese alcanzado,
no hubiese sanado de los impulsos terrestres.
Así pues, ¡que mi muerte tache de la vida
el ser de mi alma para siempre!
Pues quien no rejuvenece el alma,
el ser entero en la muerte pierde.
De esta alegre y sola certeza,
llena está el alma, abierta y benevolente;
y me es igual fundirme con la nada,
que desposarme con la paz divina.
Las brasas de la chimenea se extinguen.
El pulmón ha apurado el postrer aceite;
Y tu espíritu se disipa en la luz de la luna:
¡Méceme, pues, ven dulce muerte!
[1863]
[Versiones de Manuel Pérez Cornejo]
Philipp Batz, más conocido como Philipp Mainländer (Offenbach
am Main, 1841-1876). Su existencia solitaria, así como su suicidio
contribuyeron poco a la difusión de sus escritos, que han permanecido
hasta hoy olvidados. Lector de Schopenhauer, los temas esenciales de su
poesía son la voluntad de vivir; la contemplación de la belleza del
paisaje como fuente de calma; la apología de la castidad; la futilidad
del consuelo religioso y la tanatofilia.