Freddy Yance
La única sonrisa sincera del infierno
Volverás sí,
labrado entre las olas que la vida incesantemente quiebra en las edades,
otra vez
volverás abstraído y torpe con tus ojos de ahogado amarillo que las
hierbas del llanto ponen ropa.
Humberto
Díaz Casanueva
Preludio
el enamorado suicida ha dejado una carta
escrita sin letras sobre un rostro frío
escrita con agua sobre un horizonte
¡prometido!
¡retorno!
cuando el anillo se abra
y los párpados del sol
comiencen a arder
en la hora que despierta
donde nace el principio
I
Canta,
oh Mérida, la colérica canción de la noche milagrosa
el melancólico
paisaje de lo que no tiene nombre
la forma del silencio fabricado con estrellas
Canta, despierta, susurra entre los bosques que el final ha llegado
que la sonrisa del lobo y las mariposas ocultas
sostienen en vilo lo que sueñan los muertos
Canta,
oh luz, oh titilante segundo en que las manos tiemblan
en que el
sendero sin rumbo se confunde con el espacio sin fin
espacio escondido de soledad profunda
Revélate
furiosa y revélame los ojos de quien se ha perdido
de la visión
celestial que saltó del Ángel sin paracaídas
y de quien la espera donde nacen los peces
Acerca
mi oído al corazón que respira
Acerca mi cuerpo a quien muere de frío
Hiéreme con el filo de la calle brillante
el brillo de mis ojos
incinerados por la historia
Devuélveme la lluvia
verde de la realidad fugaz
de los astros que arden más allá del odio
de las palabras sin sentido salvadoras de vida
Restituye el instante
el glorioso instante traspasado por la sombra
la sombra de nuestros
ojos mirándose de frente
con los párpados muertos y la pupila seca
Acerca
mi cuerpo a quien muere de frío
Acerca mi espalda al deseo de saltar
conviérteme en la vereda de los sueños rotos
Invítame a la montaña
ignorada por el sol
Invítame a la fuente
de carcajadas que tiemblan bajo la catarata del crimen
a la casa del
mundo
a la entrada del tiempo
al sonido bendición antes del pan del disparo
Empújame al sendero solitario
al
buenas noches paisano sin ojos ni memoria
al boulevard del rito y a la plaza secreta
Impéleme a la plaza secreta del tesoro de la pasión
el beso imposible
que derrumba las horas
el beso insensato que desuelda los anillos
y el beso unánime al que nada le importa
Te ordeno
que me grites que me hables muy rápido
que me dictes el poema sin fin
el inagotable
poema de la sangre del sueño
de los hilos de la eternidad
y el nombre de la aguja que eslabona los destinos
Devuélveme al principio al comienzo
y empújame sin pensarlo a la pendiente siniestra
maréame, maréame oh cúspide hipnótica
oh cima invencible
bamboléame con tus dedos de aire
y recuérdame que soy un puente
II
Canta, oh
Mérida, la colérica canción de la noche milagrosa
de la paloma
errante entre las campanas del templo
la sombra que anida en los salmos sin nombre
Entona el lamento del réquiem lunar
de las prisiones del verbo de
los espíritus encadenados al dolor
de las muchachas fulminadas por
los minutos fatales
de pesadilla, zozobra y de insomnio
Detén el transito
Detén el mundo
Detén el tiempo
Ábreme la cueva donde ocultas la semilla
que siembras en el ocaso
y recoges durante la aurora
la música del gallo
y el relámpago del lobo
de los que giran solitarios
los planetas del amor que bailan mientras caen
atropellados en la
autopista del suicidio
al inclinarse a contemplar el huevo de la mañana
en el inicio del
tiempo que durará por siempre
Eterniza este instante
eterniza el aliento congelado entre las dos
manos
el aire del hambre en los pulmones
y el aroma del benceno en la punta de la lengua
Revélame el cuerpo de los enemigos de la luna
apuñálame con el culo
de la botella asesina
con el último trago de mi santo padre
escúpeme el rostro
los días vísteme con el gargajo negro de los
labios de la muerta
dame a beber del veneno de las moscas
y derriba mi vuelo hacia la doceava esencia
desanuda mis anillos
piérdeme todo
y oríname en la acera donde me desangro
Reimpulsa mi vuelo más allá de las sombras
más allá de gritar lo
lamento en un corazón vacío
más allá del crepúsculo que cierra los ojos
Invierte el sentido de las escrituras
transforma mi sangre en agua
y riega conmigo el jardín de las estrellas
III
Bendice, oh Mérida,
la psicodélica guitarra de las raíces de la selva
la repetición de
los golpes en el tambor de los indios
los destellos del Catatumbo cuando la ciudad muere
Bendice los ecos fantasmales donde reverberan las ilusiones
donde se
hunden los que vagan sin rumbo
las arenas movedizas de la palabra absoluta
Bendice el flash de la muerte instantánea
la cabalgata espiral de la
morfina en el cerebro
el epitafio repentino cuando la luz se suicida
y las notas nauseabundas del vómito infinito
Bendice la música celestial del onírico silbido
las claves del
milagro sellado en un cofre
un cofre de nombres oculto del tiempo
Bendice las infinitesimales máquinas que digitan infinitesimales acordes
los dedos invisibles con la flauta de los árboles
los dedos de las nubes con el piano de la lluvia
los dedos
melancólicos con la armónica del río
y los veinticuatro dedos con la orquesta de las horas
Bendice a los hermosos pájaros del escape
que se lanzaron sin excusas
al sueño del abismo
y despertaron en la zona del infierno
donde asesinar era la única regla
Bendícete a ti misma, oh Mérida, madre de la altura
y bendíceme a mí
porque la primera parte de la noche no tenía nombre
y yo le di el mío
IV
Escúlpeme en el cielo
el flujo del retorno
la carretera mortal de la medianoche
la velocidad de los ojos que no pueden dormir
Redescubre para mí un camino de vuelta
un sendero ilusorio del tamaño
de un sueño
donde se una lo que poseo con lo que he perdido
una calle alterada por la realidad
o la soledad absoluta de un desierto sin estrellas
Hiéreme con el silencio del viaje de regreso
con las horas muertas en
los autobuses
con las habitaciones dedicas al exilio
las habitaciones elaboradas
para la gran obra
ventana a la noche
jardín de las delicias
Mátame con el aroma del café
con el humo transparente del cigarro de
mis manos
con el libro de Abril donde se encierra una bestia
Mátame con mis
propias palabras
palabras, palabras
me propuse develar lo que todas esconden
confundí a mi madre con el silencio de la luna
pensé que su muerte era la corona del cielo Mátame madre porque te he
amado
con mi costumbre de amar en secreto
con mi costumbre de ser en la distancia
Ábreme
las puertas de lo inefable
del sueño imposible
Deja que me inunde de mi propia locura
hasta que la aurora me obligue a cantar de nuevo
V
Vuelvo a tus días,
Mérida, te escribo cartas en un lugar a oscuras
busco el canto que
destruya la estructura del tiempo
busco el beso de las seis de la tarde
Vuelvo a tus calles ensangrentadas
te busco en el filo de la navaja
y en los ojos que tiemblan de frío
te busco en el miedo de tenerte encima
Vuelvo a tus noches a tus heladas noches de Abril
desciendo como la
primavera en tus jardines ocultos
y visito la estatua de la india sensual
Me pierdo entre la tercera y la quinta avenida
más allá de tu límite
no existe nada
más allá del Páramo se acaba el mundo
Divago entre las voces jóvenes que nadie escucha
y busco en su sonido
mi propio grito
el grito del amor
Desciendo en busca del rey de los gallos
¿Quién es el más arrecho? –
pregunto
Yo soy el puente que une a los hombres – respondo
Escribo desde un lugar siniestro
desde las habitaciones exiliadas de
Ejido
desde la elevada estación de San Sebastián
Escribo
a solas donde me arde la quemadura
Escribo a solas
donde renace la fuerza
Escribo a solas las cartas
de Mérida
y busco la granada que derrumbe al tiempo
Recuerdo la memoria sobrevive al caos
Recuerdo los rostros
rojos y calientes que sucumbieron ante mis palabras
Me amaron, Mérida, me amaron en tu corazón oculto
Me amaron en tus
plazas reservadas a la infelicidad y al delirio
Recuerdo y el pensamiento
arde
me incendio en la memoria ardo en mis
adentros
mis profundidades se queman
crepitan estruendos cuando me huelo las manos
Vivo en el instante de sosiego que me regala el poema
vivo en la
candela de escribir mis horas en el mundo
en el infierno de la noche que yo mismo he creado
Anhelo con recorrer tus montes
recobrar las palabras
revivir los sueños
Perderme de nuevo en el laberinto de tu pupila
en tus bares de
la vida es bella
en tus conciertos de una canción más y nos desnudamos
en tus conversaciones bajo el volar de las palomas
Me detiene el tiempo
me ataja con sus trampas inevitables
me encarcela al brillo de una esfera
me somete al canto quimérico del
futuro
He de volver una mañana inesperada
bajar del
autobús que atraviesa el infierno
y tocar a tu puerta con un te amo ya volví en el rostro
Mientras
escribo
Hablo solo vago solitario sobre el camino de fuego
y me revuelco en el celeste azul de tu nombre
VI
Despiérteme tu
flamenco en la mañana
despiérteme tu sueño de nieve entre las nubes
bendito sea el grajeo de la guitarra española
Levántame
erígeme con fuego desde muy temprano
oblígame a caminar entre la niebla y la muerte
amenazado por el
cuchillo de los niños
acechado por los ojos que nunca se cierran
Empújame
empújame al vacío del mundo que crece hacia dentro
y a sí mismo se destruye
Arrójame a la
contemplación de las máquinas en pleno funcionamiento
de qué la quiere de qué la salsa
en esta esquina no puedo parar en la siguiente lo hago
aún no ha
llegado espere si quiere
Un gargajo negro destroza la carretera y la sangre brota de las
grietas de la noche anterior
Muéstrame el
rostro del amante que llora desnudo en el vacío
eran las tres
de la mañana cuando la lechuza lo vio a los ojos
eran las tres de la
mañana cuando sus ojos conocieron lo eterno
eran las tres de la mañana cuando su sangre no tuvo fin
Sométeme al olor de la gasolina sagrada
y déjame hacer trampa para
conseguir duraznos
júntame de nuevo a los seres de luz
al padre del mundo
a la soberbia inquebrantable
a la inocencia del tonto
y sácalos de mi vida tan rápido como quieras
Facilita lo necesario para ser un hombre
y la incertidumbre de un
suspiro momentáneo
bajo la estela que dejan los aviones
o el breve titilar de una efímera estrella
Deposita mi cuerpo en una velada nocturna
y practica tu magia si me
ves solitario
adormece mis ojos y escúchame soñar
VII
Ábreme el día con tu
beso de hasta pronto
Ábreme los ojos
el cuerpo
Ábreme la sangre con la voluntad aguda de la última hora
de la última
hora en tu pico intocable
de la última hora en tu latido profundo
Ábreme el corazón con el amor que te llueves
Renueva el telón del
cielo con tu aplauso brutal
Aplaude con truenos
con agua
Atorméntame en las horas fatales de la despedida
Lánzame al abismo de tus calles sin fin
de tus veredas salvajes
de tus senderos de fuego
seguro he muerto mil veces en esta esquina
Toco los muros
desgastados
las paredes mohosas
indago en la sangre el origen del tiempo
en la sangre iluminada por la violencia de Abril
Sobrevuelo tus márgenes insondables
tus lágrimas de terror
tu espíritu espantado
Me hundo en tu miedo
Me trasformo en tu escudo
Te libero del hombre
Oh flor invisible
Revélame la sonrisa del horizonte
el espejo de las edades
la ruta de los sueños rotos
Rómpeme en el silencio de una mirada fugaz
en el humo traspasado por
las cinco de la tarde
en el camino de vuelta a donde nace la herida
Déjame viajar con la promesa del retorno
rómpeme en la única lágrima
de la última hora
en la única sonrisa sincera del infierno
¡Rómpeme!
Freddy Yance (Maracaibo, 1996) fue incluido en la antología de joven poesía venezolana Amanecimos sobre la palabra.
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al año. Con el soporte de Alberto da Costa e Silva, Antonio Caballero Holguín,
Antonio José Ponte, Daniel Balderston, Diómedes Cordero, Elkin Restrepo,
Guillermo Angulo, Juan Carlos Pastrana Arango, José Manuel Caballero Bonald,
José Prats Sariol, Julia Saltzmann, Luis Miguel Madrid, Mouslin Al-Ramli, Pablo
Felipe Arango, Rafael Arráiz Lucca, Raúl Rivero Castañeda y Rowena Hill.
Diseño y edición Harold Alvarado Tenorio y Mauricio Muñoz